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El PRD después del CEN.|


Por: Luis Carlos Guerra
Abogado, Locutor, Politólogo.

Una verdad inexorable es que Dios pone el querer como el hacer en el corazón de los hombres, de ahí que cada acto del ser humano lleva implícito un toque de acción u omisión divina. Si bien es cierto que  Jesús expresó que: al Cesar lo que es del Cesar y Dios lo que es de Dios, no podemos soslayar que  no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas.

El PRD sobrepasa una etapa de elecciones internas caracterizadas por distensiones de forma y fondo en cuanto a la dirección institucional del partido y consecuentemente el ejercicio gubernamental al ser la facción en gobernanza. Estas premisas han generado una percepción de división  entre dos Órganos del Estado, entiéndase la Asamblea de Diputados y el Órgano Ejecutivo, distantes de toda especulación individualista sin elementos de convicción contundentes prefiero asumir que después de la batalla organizacional deviene la victoria estructural.

Fortalecer el conjunto de interacciones que mantienen las partes de un todo es lo que considero debe motivar las acciones posterior al desgaste normal de la contienda. En este sentido hay que aceptar que la pandemia introdujo un desvío importante del ejercicio gubernamental y lo que debió convertir las ideas en proyectos y los proyectos en obras, impulso un gobierno a priorizar la salud social y económica del País aunque el costo político fuese una apreciación de inoperancia.

Una vez legitimado el Comité Ejecutivo Nacional se deben allanar los sentimientos de contienda y enfocar, direccionar las luces, hacer el toque de timón respectivo desde las estructuras pequeñas hacia las grandes en relación a su empatía socio electoral y la manera en que invierten los recursos que permita mejor entronización entre la función pública y los intereses de las poblaciones.

Permitirse nuevos escenarios conflictivos después del ejercicio electoral es alimentar aún más la idea de la oposición, quienes se encuentran en acecho, de que el adagio estratégico del divide y vencerás encuentra caldo de cultivo en la vulnerabilidad de los vencidos del recién desempeño votante.

El proceso democrático requiere de candidatos y electores, de ganadores y perdedores, pero las pérdidas en política no pueden asumirse como fracasos sino como lecciones de táctica y estrategia que permitan en uno u otro caso adecuar y administrar los recursos con los que se cuenta en las próximas batallas. Por el momento debemos “programar nuestras acciones teniendo puestas las luces altas, y realizarlas con las bajas. Hay que saber cambiar las luces y en qué momento se usa una y en qué momento la otra”.

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