El Diálogo Debe Transformarse Y Reencarnarse Con Nueva Fuerza*

Por. Juan Carlos Mas

He leído con mucho respeto algunos escritos que dan por muerto el dialogo.
Al respecto pienso que fenece una forma de participación pero no se deslegitima la participación en si sino una forma de la misma. Recordemos
que el dialogo tuvo dos consecuencias: una la elaboración, aun no concluida, de una lista de reclamos esenciales del pueblo y dos sentar al gobierno para calibrar su capacidad de recibir, atender y dar respuesta sistemática con proyecciones de largo alcance a las demandas sociales y populares.
Entiéndase que ese camino debería sentar las bases para un Estado de inclusión creciente. El gobierno, sometido a un diálogo que lo interrogaba y cuestionaba terminó ofreciendo medidas de alivio perecederas que no implicaban la transformación requerida y terminar con su puesta al servicio de grupos empresariales egoístas y antipatrióticos.
La reciente conformación de un grupo proempresarial expandido no tiene otro significado que decirle al gobierno: «ustedes no han hecho bien el trabajo que le hemos confiado así que ahora queremos nosotros asumir la vocería.»
El dialogo no ha perecido sino debe recomponerse.
Al respecto nos permitimos modestamente recordar al lector un episodio de la revolución francesa conocido como el «Juramento del Juego de Pelota». En aquella ocasión la monarquía y aristocracia gobernante habían accedido a convocar a un estamento deliberativo llamado Asamblea de los Estados Generales pero cuando el poder oligárquico se dio cuenta de que los Estados Generales estaban construyendo una agenda participativa optaron por disolver esa asamblea. Los diputados se reunieron en un amplio local dedicado al juego de pelota( frontón) y juraron no disolverse hasta resolver los problemas por los cuales habían sido convocados
Qué corresponde en nuestro caso: que los estamentos populares construyan su propia agenda de reclamos y soluciones sin dejarse amedrentar por la falta de concurrencia del gobierno y la oligarquía.
Las recomendaciones que emanen de ese parlamento popular auto legitimado, competirán contra los decretos del viejo poder. Esa será la base del cambio necesario.

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