Desesperados |

Por: Ramiro Guerra M. y José Dídimo Escobar S.

En las últimas 24 horas, desde altas fuentes del poder mundial, se han tratado de ensayar la siembra de una especie de historias acomodadas a un libreto en el que quieren hacer parecer a las fuerzas de mercenarios colombo norteamericanos, que acabaron con la vida del finado presidente de Haití, tratando de hacer ver que su contrato no era para matarlo, sino para protegerlo.

Los hilos de todos estos hechos, se pudieran situar en la figura de Juan Sebastián González, nacido en Colombia y criado en New York, quien desde la Secretaría de Estado para Asuntos Hemisféricos, hace exactamente un mes expresó que: “si las negociaciones con el presidente Nicolás Maduro y la oposición de Guaidó fracasan, no quedaría otro recurso que la captura del mandatario venezolano por una fuerza élite, que, desde el territorio colombiano, incursionarían en territorio de Venezuela y sería llevado a una cárcel de Florida”. Este modus operandi, es exactamente el mismo que se ha empleado en Haití con un resultado catastrófico.

No Obstante, como que la fuerza de tarea debidamente preparada desde Colombia, tomaron otra dirección y otra hoja de ruta con los resultados que ahora todos conocemos y que tienen en vilo la estabilidad y la paz en Haití en medio de la conmoción por la muerte violenta del presidente de ese país.

En el día de ayer empezaron a correr una matriz de opinión respecto a que la esposa del malogrado presidente, ahora viuda, habría dicho que los supuestos asesinos, la liberaron a ella. Lo que dijo sin embargo la viuda, fue exactamente lo contrario, según consta en las dos grabaciones que de su propia y adolorida voz han sido conocidos en el día de hoy.

Las investigaciones continúan, y la opinión pública y especialmente el pueblo haitiano merece una precisión de los móviles, las razones profundas y los verdaderos autores de este cruel magnicidio y que este crimen no quede impune, para que ese país pueda, con su gente, encontrar el camino de su unidad para enfrentar la grave crisis que vive y que es de su privativa y exclusiva competencia.

¡Así de sencilla es la cosa!