
Por Richard Moreno
que clama justicia en medio de la devastación.
Las cifras son desgarradoras, miles de niños, hombres y mujeres han perdido la vida bajo el fuego de un estado que actúa impunemente, mientras gran parte del mundo guarda silencio.
Panamá, país históricamente marcado por la lucha por su soberanía y la justicia internacional, se encuentra hoy frente a un espejo incómodo, su silencio oficial lo convierte en cómplice pasivo de uno de los crímenes más atroces de nuestra era.
La neutralidad no puede ser excusa. El país que un día defendió con firmeza su territorio y que reclamó respeto a su dignidad nacional, hoy parece incapaz de alzar la voz ante la barbarie. Esta omisión pesa más de lo que imaginamos, pues cada silencio de un estado que se proclama democrático se traduce en legitimidad para el verdugo.
Panamá no puede seguir escondiéndose tras la excusa diplomática. Cada vida perdida en Gaza interpela también nuestra conciencia colectiva. Guardar silencio ante el genocidio equivale a renunciar a los valores de justicia y
solidaridad que alguna vez nos dieron identidad ante el mundo.
Es hora de que Panamá rompa ese silencio cómplice y exija desde su voz soberana, el cese inmediato de la masacre en Gaza. El deber moral de una nación no se mide solo en tratados internacionales, sino en la valentía de denunciar las injusticias, aunque incomode a los poderosos.
Si Panamá no habla, entonces habrá decidido ponerse al lado de los verdugos. Y la historia no perdonará a los cómplices.
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El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.