Sembradores de odio

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Qué es el amor y cómo se conduce?

El amor es un espíritu superior, el mayor de todos y no está sujeto a la muerte ni a las leyes naturales. “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.  Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. 1 Corintios 13:4-7

Pero el amor tiene lo suyo. No anida en donde no lo reciban ni le agrada estar entre gente orgullosa, avariciosa, los soberbios, perseguidores, llenos de vicios, extorsionadores, mentirosos, los represores, los maquinadores y hacedores de maldad. Rehúsa estar en banquetes de hipócritas, entre amadores de sí mismos, entre atracadores, ladrones, asaltadores, a los que tienen el dinero por su dios y les satisface compartir con los que se deleitan en obras de injusticia.

Al Amor le encanta y complace, vivir entre gente humilde de corazón, personas que les agrada servir con denuedo a los demás y que viven con alegría, pero sin estar sometidos a las cosas materiales. Bien lo dijo Jesucristo, “Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”

Lo que quiere decir este poderos mensaje de Dios es que, el valor de una persona no se determina por su riqueza material o posesiones, ni su poder financiero, sino por otros aspectos como su carácter, sus relaciones, su propósito en la vida, y su relación con lo trascendente, es decir, con nuestro Señor.

Desde hace casi un año, tenemos en Panamá un gobierno que parte por denostar al pueblo, es decir, a pesar de ser electo por una minoría del 34%, lejos de buscar apoyo del pueblo se ha dedicado a ultrajar y denigrar de una manera como nunca se había visto en la historia republicana.

Se ha dicho por parte del presidente Mulino que, si el gobierno se equivoca, vuelve a mandar, como si el país fuera una finca de animales silvestres, a los que no se les reconoce la dignidad humana elemental.

El no saber manejar apropiadamente los asuntos de Estado, no ha sido óbice para que un sector importante de la clase empresarial, especialmente el sector financiero especulativo, hayan hecho causa común con el gobierno de Mulino y han abierto una campaña abierta contra el pueblo y sus organizaciones populares, sociales y sindicales, sin miramiento alguno a valores elementales de la democracia y se han dedicado, con tal de salirse con la de ellos, a sembrar odio a través de acciones represivas que no tienen referencia histórica en la vida republicana.

Ese odio se descarga con mayor ampulosidad contra las organizaciones gremiales de maestros y profesores, la universidad de Panamá, las organizaciones sindicales de trabajadores y especialmente los pueblos originarios, contra los cuales descargan todo su odio que los lleva a cometer atrocidades y perversiones, llenas de vesanía y crueldad.

Efectivamente, el odio es un sentimiento patológico, ya que el que odia está afectivamente enfermo, y de eso se trata cuando un gobierno ha perdido la razón, la ecuanimidad y no sabe dónde queda el lugar donde habita la sensatez. El gobierno actual de Panamá, que realmente es un “desgobierno” y quienes lo respaldan disfrutan en extremo la exposición de toda su maldad. En tales circunstancias, esa conducta es sin duda, una característica patológica inequívoca, en el mundo natural, lo que lleva a la conclusión que tales personas están poseídas por el maligno y son parte de una Legión que se deleita en hacerle mal al país y los panameños.

Pero los sembradores del amor somos más, y los que queremos la justicia, la dignidad, la patria, la democracia y amamos a nuestro Señor, somos una amplia mayoría, lo cual no tengo duda que, al clamar justicia, el Señor nos oirá y nos saciará muy pronto.

¡Así de sencilla es la cosa!

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