El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: Pedro Rivera
No entiendo a una buena cantidad de empresarios, economistas y comentaristas ecónomos panameños, rabiosamente opuestos y críticos a los subsidios que los gobiernos destinan a los pobres.A mí tampoco me agrada, me parece aberrante que en un país que se ufana de tener el crecimiento económico más alto de América Latina y de otros países del planeta, no genere empleos y deje esa responsabilidad [literalmente la deja] al Estado [otra aberración del sistema], que explica y justifica el “clientelismo” estructural”. ¡Estructura!
[En otras ocasiones he explicado cómo se estructura la “sociedad clientelar transitista”, y como la sociedad clientelar es la creadora del clientelismo político, no al revés].Pero, en este caso, lo que sí me extraña es que los entendidos no reconozcan que el subsidio a los pobres es valor agregado de lo que, en realidad, es subsidio a los ricos.
Es lo que en el argot popular se llama “poner plata en el bolsillo de la gente” para elevar su capacidad de consumo. Sin ese subsidio la empresa privada hasta podría colapsar.
Todo el dinero, todo todito todos, sin dejar ninguno, sin pezuña, sin derramar un pringuito, con un sonoro no fitin, va a parar a manos de los empresarios a través del mercado.
Coge ese trompo en la uña, diría Ñoño.
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