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Víspera

 

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Eloisa Guillermina Samaniego Osorio.

 

Mi Madre, Eloisa Guillermina Samaniego Osorio, igual que mi padre, fueron y son la inspiración de mi compromiso con Dios, con la patria y con los pobres.

Ella nació, hace 92 años, en un campo de la provincia de Herrera, olvidado por la Oligarquía, en los que solo los visitaban los politiqueros de aquella época cada 4 años, cuando había elecciones y ellos siempre tenían candidatos que la gente solo los veía en esa campaña y guardaban sus afiches porque ni siquiera la fotografía era común. La pobreza y la ignorancia era, de tal naturaleza que, hasta esos afiches, adornaban la casa o el rancho de los humildes.

En aquel tiempo no había radio, ni mucho menos televisor. Existían ranchos de penca y bajareque de caña brava, y varas delgadas, con dormitorio en altillos. Las camas eran catres de lona o camas de cañazas, de caña brava o de varitas de madera redonda. Las ollas eran de barro, igual que las cazuelas y la siempre presente tinaja que prodigaba agua fresca son todos los minerales que ahora, purificada o filtrada, no tiene. Los vasos eran de calabazo, que adornaban la tinaja.

No había escuela, porque ese era un lujo solo para los que vivían en la ciudad y los hijos del campo estaban todos, condenados, igual que los indígenas, a ser analfabetos y a crecer en medio de la ceguera de la ignorancia, porque a ellos no les llegaba el alfabeto, porque la oligarquía los quería brutos, para que no reclamaran su lugar en la nación.

El 25 de junio de 1930 nació mi Madre, Eloísa Guillermina Samaniego Osorio, y Dios la protegió porque sobrevivió a plagas, a falta de medicina, al abandono del Estado, y tuvo 10 hijos, y sufrió la pérdida de tres después del parto, justo los tres que me antecedieron. Y yo también sobreviví, porque todos pensaban que la muerte era mi destino, pero Dios, tenía otros planes.

El duro trabajo del campó forja un carácter rudo, pero también humanidad y gran sensibilidad. En el campo aprendes a querer y amar la naturaleza, de donde depende tu sustento. En el campo, todos somos hermanos y aprendí de mis padres a compartir lo que teníamos con otros que, tenían menos bienes materiales que nosotros.

Mi madre se levantaba a las 5 de la mañana, a preparar las tortillas, a desgranar maíz para darle alimento a las gallinas y a los puercos, mientras que mi hermano Pacífico Moreno, Mi Padre José Casimiro y yo ordeñábamos las vacas para enviar la Leche a Industrias Lácteas, que pagaban en ese entonces, 11 centésimos por un litro, y de allí derivaba una buena parte de nuestra economía. Una parte de la leche ordeñada, la dejábamos para que mi madre hiciera quesos para acompañar las tortillas calientes y el buen café en algunos caso con leche o negro.

Mi madre sufrió mucho, pero ella en especial se propuso que sus hijos estudiaran y hoy día, sus siete hijos son todos profesionales de la construcción, del periodismo, de la administración, contabilidad, de la abogacía, de la economía y la política.

Tiene mi Madre muchos nietos, bisnietos y también tataranietos. La Gracia de Dios la tiene levantada y disfruta haciéndose sus propias cosas, aunque ahora con cierta dificultad. Yo la disfruto de una manera, en que, cada vez que puedo dormimos en la misma cama, para recordar mis años infantes en que, ella me cambambeaba, me apachaba, aunque muchas veces después de alguna cuera, cuando mi energía me daba por ser muy inquieto y truhan.

Cada vez que podía, hasta hace muy poco, me cocinaba, porque no he encontrado, ni en la alta cuisine, el sabor original del guiso auténticamente campesino, de mi madre, logrado con culantro, ajo y el efluvio de amor que brota de su corazón. Ella es hospitalaria, y dispuesta a que quien visita nuestra casa, no se vaya sin el respectivo café y su acompañamiento y desde muy pequeño entendí la lección de compartir, cuando a la hora de alguna comida y alguien pasaba por el camino, al frente de nuestra casa, siempre mis padres invitaban a la persona con la frase: “a buen tiempo”.

Mi madre, igual que sus hijos hemos pasado por enfrentar el COVID.19, pero ella tuvo la actitud de sobreponerse y a su avanzada edad lo logró hasta mejor que algunos de sus hijos, y hasta en eso, sigue siendo nuestra fuente de inspiración.

Haremos, este sábado 25, la fiesta para darle Gracias a Dios por la vida de esta mujer guerrera, de eso tenemos plena certeza. Esta mujer sencilla, humilde y valerosa, que nos enseñó que la escasez económica no afrenta, afrenta, eso sí, ser carilimpio y apropiarse de lo ajeno y aún disfrutarlo y lo peor hacer ver que es de tu propiedad y farolearlo.

 

¡Así de sencilla es la cosa!

 

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