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REMEMORANDO A PLATÓN, LA DISTORSIÓN DE LA REALIDAD

Autor. José R. Acevedo C.

En el arte de la retórica, en especial de la retórica política y de la justicia, se utilizan recursos argumentativos que no solo cubren con un velo la realidad, también intentan justificar conductas que se alejan de la ética y por supuesto, de la virtud de la probidad.

En cada ocasión que se debate públicamente algún acto de corrupción dentro de la administración pública o en el ejercicio de la iuris dictio, esto es, decidir, dictar el derecho conforme a las reglas establecidas, reaparece el Mito de la Caverna de Platón, como si éste lo escribiese justamente hace más de dos milenios, para justificar lo injustificable de la actualidad.

Platón referencia como la realidad puede ser distorsionada, a tal extremo, que es sustituida por aquella que es consecuencia de la distorsión misma. Recordemos a aquellos hombres que desde niños fueron atados frente a un muro iluminado por el exterior, estos sin poder mirar a los lados, solo lo podían hacerlo de frente, veían las sombras de las personas y animales que se proyectaban en la pared del muro obviamente distorsionadas, considerándolas realidades, porque esto les fue aprehendido con el uso de los sentidos, vista y oído, fundamentalmente. Esta era su realidad.

Cuando uno de ellos fue liberado, sale al exterior, ve cosas diferentes, está convencido que se trata de una distorsión de su realidad. Finalmente prefirió regresar a la caverna, seguir con sus compañeros, porque además no les podría convencer que lo que ellos ven y escuchan proyectado en el muro, no es la realidad, sino las sombras y voces distorsionadas de la realidad exterior, la verdadera realidad.

En el tema de la política y de la justicia, sus regentes, malogradamente intentan convencer de la sanidad y rectitud de sus actos. Cada cual se justifica con una distorsión. Algunas veces la retórica es fina, creíble, pero la mayoría de ellas son burdas. Olvidan que aquel hombre de la cueva Platónica, ya es demasiado listo. Ha agudizado los sentidos, está dentro de la realidad y no cree en sombras.

Cada justificación falsa es descubierta. Ahora su realidad, a estos hombres les hace ser jueces y no marionetas de las proyecciones.

Dentro de éste panorama vivencial, hay una atroz lucha por la supervivencia. Resurge Tomas Hobbes, en su Leviatán en la medida en que dentro de este Estado, la autoridad no nos gana, la conquistamos. En este contexto cada derecho desconocido, vulnerado, alienado, omitido, no regulado, hay que lograrlo en la calle. Cada intento de distorsión de la realidad se devela y reclama, en la calle. Toda mentira se delata a sí misma. La autoridad política y judicial, no se justifica, lo intenta, porque no se le cree.

Cuando el hombre se convierta en sus lobos, ya no habrá regreso, ni reconciliación posible. Honren ahora la realidad, no es otra que la decencia, no justifiquen su ausencia de probidad. Porque se hunden cada vez más, en esa miasma de sus mentiras.

¿Qué se necesita para que lo entiendan? Sin duda un autoexamen ético prioritario, exigido por ese hombre que vive la realidad de sus sentidos agudizados por sus circunstancias históricas y que al verse al espejo de la vida cada día, lo puede hacer sin complejo, porque es simplemente honesto.

De seguir por ese sendero de la distorsión, el hombre común asentado en el mundo de la realidad de los sentidos, se levantará en anarquía y reclamará decencia y probidad. No más atracos a los bienes públicos, basta de decidir el derecho selectivamente.

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