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Primero es el “estado empleador” y luego el clientelismo político.|


Por: Pedro Rivera

Los opinantes, incluyendo cientistas sociales, tal vez para impactar al resto de la sociedad y abrirle los ojos a la población que la obligue a reaccionar, elevar sus atributos éticos y conciencia ciudadana, atribuyen la creación del clientelismo a los partidos políticos.
Está bien, muy bien, pero no es la verdad verdad. La verdad es que el Estado crea la clientela y los partidos políticos se la disputan.

El clientelismo político no es causa sino consecuencia, una condición estructural, sistémica, generada en un atípico “Estado empleador”, subsidiante, producto del desarrollo de una economía terciaria transitista, especializada en la venta de servicios, muy sui generis en la región, tal vez en el mundo.

Al carecer de una economía primaria, en un país despoblado, que sustentaba su desarrollo económico en el trasiego de viajantes del tipo “voy de paso” y de mercaderías a través de su territorio, no creó suficientes empresas en capacidad de generar empleos, por aquellas fechas “innecesarios” y, en consecuencia, se vio forzado a crear una burocracia operativa, sustentable con la operación de pequeños minifundios periféricos y productos de importación.

Una flora y una fauna silvestre eran propicios al sustento de los grupos marginales ubicados en la periferia, cuya cultura, por supuesto, se configuró, [a lo largo de todo el tejido social] sin entrar en detalles, tal cual, y como se la conoce hoy, de “juega vivo” y “qué hay pa’ mí”.

La población de Panamá era de 300 mil habitantes de frontera a frontera en 1903. Los 150 mil, asentados en el área de tránsito eran más que suficientes para manejar los negocios relacionados con el tránsito terrestre, marino, y hoy aéreo.
La situación se agravaría con la apertura del canal de Panamá, la migración masiva del campo a la metrópoli transitista.

Ocurrió al expandirse casi exponencialmente la población y por la eviden tísima carencia de posibilidades o de iniciativas empresariales en la dirección de crear una economía de tipo primario, básica en el sistema capitalista para generar empleos de calidad y dinamizar la economía. Eso es todo.

El Estado, en estas circunstancias, se convirtió en la más importante fuente generadora de empleos y subsidios disfrazados de empleos, incluyendo las llamadas botellas, con el fin de dinamizar la economía y darles a las empresas transitistas la razón de su existencia.
Esa clientela, creada por el Estado, subsidiada a través de salarios, de la que depende la vida de más de 300 mil familias, es la que se disputan los partidos políticos cada 5 años.

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