
Por: Lic. Víctor Collado S.

Jackeline Muñoz Cedeño, Ministra de Trabajo, operadora política para adocenar al movimiento sindical panameño
No resulta desfasado el criterio que apunta sobre el hostigamiento, abierto y solapado, en que se ha empeñado el gobierno, en su conjunto y, en lo particular, a través del Mitradel, para minimizar, transformar y arrinconar a las organizaciones sociales consideradas inmanejables mientras, con otras manos y métodos, alienta, patrocina o se aprovecha de organizaciones y/o personajes a quienes considera allegados y blandos.
Es una política histórica harto conocida.
Para este contexto se consideran como pertinentes 2 elementos a los que se le debe prestar atención.
El PRIMERO: Siendo un gobierno que apoya a la empresa privada y a nadie más, el objetivo de contar con organismos sindicales con los que la conexión sea simple, es comprensible. No niegan ni repudian a los sindicatos; el asunto es de contar con ellos para las tareas significativas que les abona a sus objetivos.
Y para el momento actual, se trata de despejar las calles para el tránsito expedito de los planes del Sr. Mulino, sus amigos y acompañantes de viaje.
Lo SEGUNDO: En el sector obrero el asunto es complejo. Hay unidad teórica en conceptos pero eso no siempre se traduce igual en la práctica. Se cuenta con una dirigencia preparada pero persisten grados de resistencia al cambio en los cuadros de la vanguardia y en la modernización de los métodos de lucha. No se trata (ni debe ser así) de acomodos oportunistas pero tampoco la de asumir posiciones suicidas a base de erróneas concepciones.
Los cambios que estén ocurriendo y los que puedan ocurrir a corto o a largo plazo, deben partir de la correcta comprensión que se haga sobre la realidad política del País con vista a la visión y misión asumida por este gobierno en el contexto de lo dicho en el hecho Primero.
Según los resultados que se obtengan de un análisis de este tipo y alcance, las adecuaciones tanto en dirigencias como en las estrategias de lucha, deben responder (como debe ser) a una decisión autónoma de la organización porque de lo contrario, habría que prepararse, con todos los recursos posibles, para prevenir o amortiguar las previsibles acciones gestadas e impuestas por y desde el gobierno, en especial porque al Ejecutivo no le importa mucho o nada para obviar todo lo que obstaculice sus decisiones, como lo viene demostrando sin despecho tanto aquí como por allá.
Comprendamos que ser obtuso no convierte al gobierno en estúpido. La clase política, de por si falsaria, no acostumbra ni requiere hacer sus ardides mostrándole la cara a la cámara. Para eso encuentran lelos de oficio, aptos para el reciclaje o desenterrando organizaciones; pero, para desventura, no faltan en escena los que facilitan las cosas por intransigentes, inexpertos o por la decidida matrícula mutante de los «llave en mano» y los economicistas de vieja data y recién aparición.
Por encima de la obsesión oficialista, no olvidemos que el gobierno es por tiempo definido y que esta decidiendo los temas de la cosa publica sin conexión con los intereses nacionales.
Esta circunstancia objetiva ofrece espacio para construir, hacer articulaciones, repensar, programar recomposiciones, rehacer cuadros y estilos de forma, de manera y forma de vivir dentro de la crisis y surgir, luego de ésta, con la solidez necesaria para los retos que inexorablemente vendrán.
Lo que no puede perderse de vista es esto: que siempre son y serán los trabajadores, sus organizaciones y la dirigencia honestamente comprometida con el destino de ambos.
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El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.