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“Hay que ayudar a los pobres, porque los ricos se ayudan solos”|


Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Es de Omar Torrijos esta frase, que determinó el surgimiento y desarrollo de políticas públicas en la dirección para generar igualdad de oportunidades, justicia social y dignidad nacional.

Cuando usted quiere remediar los males que representan la gran desigualdad económica y la falta de oportunidades para mucha gente en el país, no puede resolver ese problema, generando amplias ventajas para los que más tienen, darle estímulos financieros, fiscales en el entendido que ellos generan empleos, o crecimiento y desarrollo económico. Este enfoque fracasó en otras latitudes donde lo único que se logró fue la concentración de la riqueza nacional en pocas manos y el surgimiento de una pobreza creciente con todos sus arrastres y consecuencias.

En nuestro país, los que más tienen, son los que menos aportan al fisco nacional, porque evaden y eluden los impuestos de mil maneras, y en modo alguno, comparten con el resto de la sociedad, su prosperidad.

La carga tributaria está centrada en los sectores medios y en la mediana y pequeña empresa. Nuestros ricos prácticamente están exonerados, lo cual es inadmisible.

Recientemente, se han tenido noticias que el gobierno nacional ha ideado aplicar incentivos a “inversionistas” en el área turística, especialmente en una inversión en la isla de Pedro González, en terrenos que a sus dueños le costaron una bicoca y otra parte fue adquirida sin respetar a los que tenían derechos posesorios por ejercer dominio por más de trescientos años (tengo en mi poder videos del despojo y el desalojo violento de la autoridades de policía de ese lugar de los históricos dueños del lugar, destruyéndose incluso sus fincas de producción con lo que se sostienen).

Lo especial de estos incentivos es que son créditos fiscales por la totalidad de la inversión, en donde se revaloriza la tierra, esa misma que adquirieron casi regalada y siendo que esos sectores son precisamente los que de acuerdo con el principio de capacidad tributaria, son los que menos contribuyen. Es decir, le estamos dando incentivos a los que menos pagan impuestos. Por lo menos parece un contrasentido.

En este caso en particular, está involucrada una familia que, en la década del setenta, pidió un gran préstamo a la Corporación Financiera Nacional (COFINA) en una inversión que hicieron en una isla Cerca, Contadora, con la Cadena de Hoteles española, Meliá, y terminaron no pagando la deuda que representó un serio menoscabo al patrimonio nacional. Ahora ellos, como si no tuviéramos memoria, son los mismos beneficiarios de los mentados incentivos que se reputan por 232 millones, con los cuales se podrían construir muchas escuelas y centros de salud en el país, muchos de los cuales están en estado ruinoso.

Es insostenible que, los que menos tienen tengan que cargar con los incentivos fiscales, que le otorgan a los que más tienen. Esta política fiscal tiene una sola identidad: criminal y moralmente insostenible. La otra manera de cargar estos privilegios llamados “incentivos” por quienes deberán postergar en el tiempo, y no se sabe hasta cuando, la aspiración de ver días mejores.

La injusticia que lleva intrínseca esta política, es la generadora mayormente de la creciente violencia nacional y del desasosiego angustioso por el que hoy transitamos.

¡Así de sencilla es la cosa!

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