Pedro Luis Prados S. In memoriam.
Mis incursiones en la lectura fue nutrida con los pasquines de aventuras, entre ellos ocupan memorables recuerdos los de Supermán y Batman, por eso, además de entretenerme con los films sobre los personajes que la tecnología hace realmente emocionantes, el examen psicológico de los personajes es un ejercicio que rehago cada vez que veo una de esas películas
Al perfil que conceden Bob Kane y Jerry Siegel a sus personajes, siempre buscando la relación de su infancia con su concepción valorativa, también agregan el carácter de esos villanos que como antihéroes los adversan y mantienen viva la trama de las historietas. Dentro de esos personajes El Guasón y El Pingüino tienen principal relevancia en las historietas de Batman por lo complicado de las conspiraciones y los elementos figurativos. Su amenaza para la tranquilidad de Ciudad Gótica, a diferencia de otros que engalanan la galería, es tan apocalíptica que en ocasiones opaca al héroe de Kane, provocando que en algunas películas dominen la representación escénica.
El Guasón representa al típico niño marginado, en el cual el afán de reconocimiento lo conduce a la escogencia del mal como recurso de manipulación. Hijo de una pareja adinerada, es abandonado en un arroyo por su deformación física al nacer y arrastrado por la corriente al drenaje de la ciudad, en donde es recogido por una bandada de pingüinos que lo adoptan y crían. Con la repetición de la historia de Moisés reforzada por la de Tarzán de los monos, se tienen todos los elementos para configurar un personaje con doble personalidad, actuaciones bipolares y una pobre ponderación de la noción del bien y el mal. A su natural indumentaria de pingüino, la cual luce con elegancia y pulcritud, a la cual suma ademanes y graznidos y el caminar del bípedo marino. Su resentimiento con la sociedad lo lleva a urdir conspiraciones, atentados, asesinatos y sobre todo por venganza, por la burla hacia su deformidad y por el abandono sufrido cuando niño. En él se sintetizan el malvado sujeto que intenta matar con gases a la población de la ciudad y al hijo amoroso que lleva flores a la tumba de sus padres; al criminal genocida que desata el terror colectivo y luego llora de arrepentimiento en las interioridades de las cloacas.
Por su parte El Guasón es el personaje malvado por antonomasia. Su desfiguración producto de una mala cirugía brinda los elementos para que un delincuente común vuelque sus impulsos paranoides en la externalización de la maldad como forma de ser. Sin límites, sin propósitos, impulsado solo por una dinámica de destrucción como elemento compensatorio hace el mal por el mal mismo. No le interesa la riqueza, la cual regala y dilapida en actos apoteósicos, no le interesa el poder porque igual elimina a las autoridades pero no asume el control, no quiere la gloria porque destruye todo a su paso. Sin ningún reconocimiento del juicio moral, de la distinción entre el bien y el mal, declara que “solo la risa es la forma de entender el mundo” por eso la ironía, cinismo y maldad conforman su universo sumido en la negatividad.
Al igual que en la Ética hay argumentos que sustentan el fundamento de la actuación moral en la obtención de algún bien, ya sea material o espiritual (Ética de Bienes) o la actuación moral basada en principios racionales universales que conlleven a hacer el bien por el bien mismo (Ética Formal); se colige que ese argumento tiene su antípoda en las actuaciones de los dos personajes de caricatura. Si existe el bien por interés o provecho, también existe el mal en ese mismo orden de prerrogativa valorativa; y si existe el bien por el bien mismo sin que medie interés alguno, igual el mal tendrá su exponente a ese nivel. Es allí donde radica la relevancia valorativa y psicológica de los personajes.
Al igual que Ciudad Gótica, este país de tiras cómicas tiene sus personajes icónicos que refunden la imaginación cinematográfica con la imaginación colectiva, brindando un nuevo elenco de personajes que los caricaturistas locales no terminan de explotar. Entre El Guasón y El Pingüino tenemos una variedad de personajes que en su configuración moral y psíquica entremezclan tal diversidad de juicios, actuaciones y ponderaciones que darían material para una nueva taxonomía del comportamiento moral. Desde los personajes que por avaricia no escatiman robar el dinero de la comida de los escolares, de los insumos escolares, de los equipos hospitalarios, el medicamento de los moribundos o traficar los recursos naturales; hay otros que sin necesidad, sin propósito definido, sin requerimiento específico y atendiendo solo a un impulso primitivo de satisfacción malsana trafican con el poder, intimidan por beneficios innecesarios, constriñen, espían y adulteran sólo por la satisfacción de hacerlo.., porque pueden hacerlo y como el Guasón, ríen.
Atrapados entre las oleadas de aves seguidoras de El Pingüino y las estrafalarias pandillas de El Guasón los panameños no tienen respiro para discernir cuál de las dos plagas es peor, como tampoco precisar que otros males pueden caerle encima. Sometidos entre el Covid y la Corrupción su discernimiento solo alcanza para reclamar la apertura de las playas o las murgas de carnaval dando las espaldas a problemas acuciantes que estrangulan su vida cotidiana y que amenazan profundizar su situación económica y moral pospandemia.
Si algo nos enseñan los pasquines de tiras cómicas en su entretenimiento pueril y lleno de fantasías, es que todos los actos humanos son simbólicos y basta un poco de agudeza o de interés para encontrar tras la histriónica representación de esos personajes un mundo de ambivalencias extraídas de la vida cotidiana. Los Guasones y los Pingüinos están entre nosotros, viven de nuestras indolencias y temores, lanzan billetes envenenados en las calles o reparten dulces a los niños, reclaman aplausos y reconocimientos, nos humillan y saquean, pero al final…todavía se ríen.
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