No olvidamos cuando en 20 de diciembre de 1989, nuestra Bandera Nacional fue ultrajada y arrastrada en e suelo por el ejército Invasor de USA.
ElEstado Constitucional, deviene a través de un pacto social que se llama Constitución Política que, regula las actuaciones de las autoridades, las somete a la Ley, por cuanto proscribe toda actuación caprichosa y arbitraria de las autoridades, para proteger a los ciudadanos y para que se cumplan los fines del Estado constituido y de la sociedad.
Es considerado virtuoso, el ciudadano que apega su vida al cumplimiento de los deberes constitucionales, respeta la ley y se sujeta a los procedimientos que con fundamento legal son concebidos para proyectar la fortaleza de la sociedad de que se trate y compelidos y obligados están los funcionarios.
Quienes defendieron al país el 20 de diciembre de 1989, cuando fue agredido desde el exterior, no delinquían, sino que cumplían con un deber constitucional. No obstante, fueron necesarios treinta años para reconocer que ese día no es un día cualquiera, sino de duelo, por el acto agresivo que acabó con la vida pacífica cotidiana, y con la vida de miles de panameños inocentes, asesinados en una relación de fuego y de armas que determinó una vil masacre.
Desde entonces la violencia ha reinado y ha cabalgado a sus anchas la injusticia, porque la violencia solo engendra violencia.
El Estado panameño, mediatizado, supervisado por oficiales del ejército invasor en cada institución y ministerio, nunca se recuperó de ese golpe que le dejó moribundo.
Crecieron las organizaciones criminales pandilleriles, alrededor del desarrollo del negocio de las drogas, misma que se produce en Colombia y que se consume principalmente en Estados Unidos y en Europa y por tanto esas estructuras locales contribuyen a realizar en la distribución del trabajo social en la línea del transporte de parte de esa droga y controlan las redes locales de distribución, todo ello con el conocimiento de las autoridades que son poco leales al Estado a pesar de que en los gobiernos anteriores, se prostituyó los grados, cantidades de los altos oficiales de las fuerzas de orden público y los excesivos aumentos de salarios, sin que hubiera aceptables resultados en los niveles de la seguridad pública.
Paralelo a la existencia de las bandas criminales que tienen repartido el territorio nacional, y que de manera deliberada, en razón de conflictos internos de sus estructuras, nos quieren imponer una violencia cruel e inmerecida a toda la sociedad, crecieron exponencialmente también, los sectores que ligados a diversas inversiones, completan las diferentes fases del negocio del narcotráfico, cual es, el lavado o blanqueo de capitales a efectos de insertar en el torrente financiero, parte del ingreso que se percibe de un consumo que, solo en Estados Unidos de Norteamérica, alcanza la friolera de mas de 500 mil millones de dólares anuales.
La corrupción pudo florecer, desde entonces, de tal manera que, la justicia tuvo encerrada, y los órganos de poder y la sociedad entera, sometida a una democracia aparente, que reproduce cada día más injusticia y por tanto más violencia.
El Estado de cosas que vivimos hoy, es aún más dramático, un gobierno sin legitimidad social, íngrimo de respaldo político de la sociedad, con una genuflexión y entreguismo sin parangón histórico, mismo que permite el uso de nuestro territorio, por parte de las fuerzas militares de EE.UU., como rampa de agresión a pueblos hermanos del continente con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, cuando todo el mundo advierte que la motivación verdadera es poder apropiarse de los vastos recursos energéticos y minerales de las víctimas, un actuar tiránico del gobierno nacional y hasta con una confrontación abierta a las normas constitucionales, de espaldas a las garantías fundamentales, por cual desempeña una campaña abierta contra todos los sectores patrióticos, populares y contestarios, que nos obliga a hacer un alto y reorientar nuestro azimut, a fin de encontramos con un Estado Social de Derecho que; produzca justicia y ésta genere paz y sosiego, mismo que anhelamos profundamente, tal vez por su extrema escasez es que la añoramos más.