Los hijos de las cocineras y de los limpiabotas, vendedores de periódicos, de las empleadas domésticas, del busero y taxista, del jornalero, que han visto castradas las oportunidades de alcanzar algún grado de instrucción académica, merced a la explotación empresarial, son los que hoy en las calles dejan su sangre en defensa de sus más caros intereses y en procura de un futuro mejor. Ya no son borregos; ahora se piensa y analiza; las voces se alzan.
Los mismos que ahora hablan de paralización de la economía, son los que en evasión fiscal se han robado a las arcas públicas, siete mil millones de dólares cada año.
Estos son tiempos convulsos. Callar o pretender pasar agachados no es una opción.
Es la hora de las definiciones: la CLASE MEDIA, la que históricamente tiene la capacidad por educación, de liderar movimientos sociales cívicos, se esconde. Tienen que jugar su rol; luego, no importa el resultado, no deberá haber lamentaciones.
Defendemos las aspiraciones del pueblo o aupamos con nuestro silencio, la represión del cobarde, ilegítimo y entreguista de Mulino. No hay otro camino.