El conocimiento y pensamiento, hoy en las ciencias sociales tiene que ser crítico.  

Por Ramiro Guerra M.         Abogado y cientista político.           

Todo lo que aspire a renovarse y cambiar, ineludiblemente tiene que pasar por el tamiz de la crítica. El mundo de estos tiempos con el desarrollo de la tecnología digital y la denominada inteligencia artificial, ha llevado al individuo a una especie de exacerbación del yo. La sociedad ha trasuntado un proceso de molecularización y segmentación, donde la cultura o la sociedad de puentes que permita la búsqueda de la inclusión en una racionalidad de lo colectivo, en dirección al nosotros o vosotros, están rotos.

Los desafíos, el cómo volver a reconstruir esos puentes para hacer viable el axioma de que juntos somos poder y solos, nada; sencillamente ciudadanos con capacidad disminuida. Como escribe Bautman, la sociedad fluye como líquido, a tal velocidad, al punto que, cuando intentamos explicarnos el cambio, otro cambio sobreviene y quedamos merced al pretérito. Una especie de unidemensionalidad que padece del síndrome del retraso que aleja el concepto de lo promisorio.

Se trata de una realidad que esboza una seudo racionalidad que anula, no solamente a los del pueblo llano, sino a los intelectuales y agentes de otras disciplinas del saber. Capturar la totalidad (concreta) con esos grados de segmentación y molecularización, es imposible y hasta imposible.

Hoy, conceptos como la duda, la crítica, son palancas para abrirnos pasos hacia el ser en una relación multidimensional.   Eso de la verdad sabida y única, ha devenido en mito. No se trata de posturas relativista, sino de lograr capturar el fenómeno, de tal suerte que, no marchemos como furgón de cola de los mismos.

Valga citar a Humberto Cerroni, refiriéndose a la ciencia política, cuando señala que esta es capaz de prevenir y predecir. La ciencia política, ha hecho suyo, el concepto de Prognosis, propio de la ciencia de la salud.

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