El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Muchos hechos notables se encontraban ocultos en la más densa oscuridad, pero un día, hace algunos años, la comunidad internacional se llenó de estupor y asombro al ser publicados informes de inteligencia de cómo se habían y estaban perpetrando espeluznantes e inconfesables hechos desde los aparatos de poderosos Estados contra todos los ciudadanos del mundo.
El fundador de Wikileaks, el australiano Julián Assange, de 50 años, uno de los autores del descubrimiento y difusión de todos estos hechos, producto de una filtración de copiosa y abundante información, fue perseguido hasta sitiarlo por los organismos de seguridad de esos poderosos países, que estimaron de mayor valor acallar a Assange que disculparse ante el mundo por las acciones terroristas que desde el Estado, se cometieron contra los derechos humanos de millones de ciudadanos del mundo en diferentes partes de la geografía de la tierra.
Assange fue entregado a sus verdugos por el gobierno ecuatoriano de Lenin Moreno, luego que recibió amparo y protección a su vida por el anterior gobierno de Rafael Correa.
Desde la entrega al gobierno inglés, Julián ha sido sometido a toda clase de violación de sus derechos, y es objeto de toda clase de agresiones psicológica torturas y un absoluto aislamiento carcelario, patrocinado por la colaboración entre el régimen de Londres y Washington, mientras logran trasladarlo a su suplicio final en USA.
El gobierno de Biden, en nada se diferencia del de Trump, respecto a violarle todos los derechos humanos a Assange, y prefiere negar los hechos que ahora sabemos a qué se dedican agencias oficiales pagadas con los impuestos públicos, a asesinar personas y desarrollar una guerra a todos aquellos que protesten contra la arbitrariedad y por salvaguardar la dignidad humana.
La actual Administración demócrata, que hoy está traslada en parte en la ciudad de Panamá, ha manifestado que seguirá tratando de que el Reino Unido extradite al detenido, porque lo quieren machacar y volverlo polvo como un escarmiento a quien ose hacer de conocimiento público las atrocidades que se cometen a nombre de la democracia.
Son millones los que claman por la libertad de Assange, cuyo delito fue poner a disposición de todos nosotros, las noticias a las que tenemos derecho, conforme el derecho a la libre información reconocida por Naciones Unidas como un Derecho Humano.
Millones de voces que hacen campaña por la liberación de Assange, entre ellas están las de más de un centenar de organizaciones que han escrito una carta al Departamento de Justicia de EE UU pidiendo la retirada de los cargos. “La acusación contra Assange”, decía la misiva de hace un año atrás, “amenaza la libertad de prensa porque gran parte de la conducta descrita en la acusación es una conducta que los periodistas realizan habitualmente”. Entre los firmantes estaban Amnistía Internacional, Human Rights Watch, Reporteros Sin Fronteras y muchas otras organizaciones.
Assange agoniza, pero no morirá cubierto con nuestro silencio cómplice, porque alguien que ofrece un servicio a la humanidad, como lo es destapar la verdad que, nos hace más libres, merece nuestro eterno reconocimiento y no la cohonestación de ese crimen, del que algún día tenemos que rendir cuentas. Quiénes son sus verdugos, tendrán algún día que, pagar cada maldad, cada ensañamiento contra quien no ofendió ni agredió a la raza humana, sino que, cometió el delito de descubrir la triste y dolorosa verdad y la dio a conocer.
El periódico, sale en su defensa, porque está en peligro el derecho a que conozcamos la verdad y la humanidad no puede renunciar a esa garantía que costó sangre y millones y millones de vidas humanas para poder que hoy la disfrutemos.
¡Así de sencilla es la cosa!
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