Mulino juró la constitución el 1 de julio de 2024, año, 4 meses y 17 días atrás, en aquella ocasión de su boca salió “Juro a Dios y a la patria, cumplir fielmente la Constitución y las Leyes de la república”.
La mentira, desde ese momento, se levantó erguida en ese pecho. Dijo que el “Chen Chen” vendría con toda seguridad, desde hace más de 16 meses y lejos de venir, porque fue sola una tamaña mentira, como una bomba de relojería para casar bobos, puesto que a realidad de la situación económica se ha recrudecido para vastos sectores del país, especialmente los más desventurados.
“La cosa está mal, pero pinta bien”, acotó en aquel momento como si se tratara d un asunto gracioso, que las palabras enredadas pudieran encubrirlo.
Proclamó la unidad nacional y generó esperanza en ese momento, como si hubiese tenido el sentido sensato del momento histórico que la imponía, solo para momentos después, proclamar que su gobierno, no solo estaba constituido de empresarios, sino que, el esfuerzo de gobierno estaría centrado a gobernar para la clase empresarial y “para más nadie”.
Cuando el país fue atacado en su integridad y dignidad por el gobierno de Trump que, amenazó con apropiarse del Canal de Panamá y no pagar por el cruce de sus naves, el gobierno prefirió abordar el tema bilateralmente, dijo el presidente que, no quería compañeros de camino en un tema tan delicado y sensible, mientras que prefirió entregar vergonzosamente la soberanía nacional, al firmar un memorando de entendimiento que viola la Constitución Política que Juró respetar, además, de que viola el Tratado de Neutralidad del Canal en su artículo Quinto y hoy Estados Unidos de Norteamérica, utiliza el Territorio Nacional panameño, como rampa de lanzamiento de operaciones intervencionistas en el Continente latinoamericano, violando las normas del derecho internacional en lo que constituye una imposición de una guerra a América Latina entera, en una zona desnuclearizada y que no puede darse el lujo de conflictos armados, ni mucho menos los merece.
Estados Unidos de Norteamérica desde hace dos siglos ha intervenido abiertamente, tanto política como militarmente en América Latina y en Panamá, desde el incidente de la Tajada de Sandía en abril de 1856, en la separación de Panamá de Colombia en 1903, en octubre de 1925, en enero de 1964 y la criminal invasión del 20 de diciembre de 1989, hace 37 años, y en América Latina a lo largo de la historia, la situación no es distinta a la panameña, por lo cual ha habido numerosas intervenciones y apoyo dictaduras o violentos golpes de estado, para satisfacer su interés nacional y sus propios fines económicos y geopolíticos en lugar de un compromiso con la democracia. Queda Claro que Estados Unidos de Norteamérica nunca ha estado comprometido con la verdadera democracia de América Latina y su discurso es abiertamente hipócrita y estrictamente instrumental.
Sin embargo, el Gobierno Nacional y los que le han antecedido, han tenido una conducta absolutamente entreguista y vergonzosamente genuflexa, lo que le ha permitido a Estados Unidos el sometimiento de nuestra soberanía, reconvertirnos en su “patio trasero” y hacernos parte de la confrontación contra China y base de operación contra nuestros propios hermanos latinoamericanos.
El fondo real del enfoque y la materialización de la satanización de China no es gratuito, porque Estados Unidos de Norteamérica busca bloquear a China e intenta meterle una zancadilla a la potencia emergente que, no solo tiene un gran empuje, sino que su economía se basa en una producción real, con un sustento en su moneda cubierta por oro, con un desarrollo tecnológico impresionante, alcanzado en solo 70 años, con un crecimiento económico que hace partícipe de este, a millones de chinos que, han salido de la pobreza para ser parte del desarrollo e incluso para garantizar un mercado interno de consumo, capaz de hacer andar su propia economía, aun cuando el mercado norteamericano se cerrara en su totalidad a los productos chinos.
Por cuatro décadas enteras, Estados Unidos propugnó e impuso la globalización de la economía, pero cuando llegó Trump al poder por primera vez en el 2016, declaró una guerra abierta a la globalización y generó desde entonces un proteccionismo, nunca antes visto en la comunidad internacional, como un modo de atajar y ganar terreno frente a la impronta del rápido desarrollo de China. Ahora en su segundo mandato, ha implementado todo tipo de mecanismos, pero todos han fracasado. Es decir, si me vas ganando el juego, me salgo del partido y declaro que se acabó el juego y sin resultado, por ello impone aranceles que hacen imposible el intercambio comercial; eso le garantiza, supuestamente, no tener que aceptar la victoria del competidor. El problema para los cálculos de Estados Unidos es que, China no es una amenaza tradicional contra el capitalismo, por tanto, es difícil encuadrarla en una lucha ideológica tradicional antípoda; aunque intentan meterle miedo al mundo y especialmente a América Latina con el hecho de que se trata de un enfrentamiento contra el «peligroso» partido comunista de China. Es más, China es el único país donde ese sistema económico (el capitalismo) ha tenido un éxito impresionante, porque lejos de concentrar la riqueza en pocas manos, ese capitalismo ha sacado de la pobreza a cerca de 800 millones de chinos en 40 años. En todos los demás sitios, se produjo una concentración de la riqueza en pocas manos y se generalizó y se multiplicó la pobreza en forma escandalosa, especialmente en los países productores de materias primas con muy poco desarrollo tecnológico e industrial.
Sin embargo, en los laboratorios de guerra del Pentágono, el Consejo Nacional de Seguridad, La Agencia Nacional de Seguridad, La Agencia Central de Inteligencia y la Inteligencia del Ejército Norteamericano, desde hace bastante tiempo, se ha venido procurando resolver una estrategia para atajar a China y con Trump, acordaron desarrollar la guerra comercial y, en el plano de América Latina, lograr forzar un alineamiento de una buena parte de los países y gobiernos para impedir en lo inmediato el avance de la estrategia China concentrada en el desarrollo de la Ruta de la Seda y en ese camino logró que el gobierno actual de Panamá, es decir Mulino, abdicara nuestros intereses nacionales y nuestra soberanía y fuimos contracorriente, arrastrados a la guerra geopolítica de USA y nos convertimos, a pesar de nuestro propio interés nacional, en el primer país que se desvinculó de la ruta de seda, trayendo para el país una ruptura de una relación que traía amplios beneficios al país, solo para mostrar entreguismo rastrero al gobierno de Trump.
Esa guerra comercial arancelaria ha afectado significativamente la economía panameña, por vía de la disminución de la carga que, desde China, viaja por el Canal de Panamá para la Costa Este de Estados Unidos y tan solo recientemente en la última reunión de Xi Y Trump, han restablecido sus vínculos económicos, pero hay daños colaterales que difícilmente se pueden recuperar en lo inmediato. Hay que recordar que, es la mercancía de China la que aún hace significativa la actividad de la Zona Libre de Colón, pero el gobierno panameño parece desconocer esa dramática realidad y con su postura lo único que hace es agravar nuestra realidad económica. También es una realidad inobjetable que la mayoría de los barcos que atraviesan el Canal de Panamá, son construidos en China o transportan mercancía desde o hacia China. Todo esto en abierta contravención con el Artículo 315 de nuestra Constitución Política.
Las presiones políticas del Gobierno norteamericano hacia Panamá, prácticamente, han congelado las relaciones diplomáticas de China y Panamá, a tal punto que el proyecto para construir la línea de trenes de alta velocidad de carga y pasajeros a Chiriquí ha quedado solo en el estudio preliminar realizado desde hace siete años.
No obstante, la experiencia de Omar Torrijos que, en nuestra lucha de liberación nacional y la recuperación del Canal, no pidió permiso a Estados Unidos para restablecer relaciones con Cuba, con Jozip Broz Tito, Muamar Kadafi y muchos líderes y gobiernos del mundo, incluyendo el respaldo claro que China nos brindó desde los hechos de enero de 1964, y que se hizo patente cuando, se realizó en Panamá en 1973, el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, para ventilar el caso de Panamá y su reclamación por la soberanía nacional y la devolución de nuestro Canal, dolorosamente, no es exactamente los principios por donde transita actualmente nuestra política exterior, misma que es casi inexistente y camina de espaldas a nuestro interés nacional.
Hay quienes atizan el fuego para que la guerra que, ya no es fría, la que desarrolla Estados Unidos contra China, adquiera una temperatura de ebullición y explote, pero a la luz de nuestros más caros intereses estratégicos nacionales, a los panameños nos conviene un mundo en paz y que el intercambio comercial aumente y la confianza internacional sea restablecida, independientemente de los sistemas políticos que cada pueblo quiera darse, como es el derecho natural de cada quien, recogido en las normas del derecho internacional.
Desde el 2 de septiembre pasado, el Ejército de USA movilizó hacia el Caribe una gran fuerza militar naval y área, recientemente ha incorporado el USS Gerald R. Ford (CVN-78), el portaaviones más grande y moderno de la Armada de los Estados Unidos, que completa una formación cuyo objetivo es amenazar a Venezuela, a Colombia y al resto del continente, con una guerra que busca, no enfrentar al narcotráfico, el cual resulta en un mero pretexto propagandístico, sino apropiarse de los recursos naturales de esos países, como las vastas reservas de petróleo, oro, tierras raras y otros en lo que representa un auténtico plan de despojo encubierto por una supuesta guerra contra el narcotráfico, y para ello recurren también al control hegemónico de todo nuestro continente al cual denominan “su traspatio”, hecho que el Comando Sur del Ejército de USA, lo declaró hace cinco años atrás por boca de su jefa en ese momento, la General Laura Richardson.
Estas operaciones contra lanchas de poca envergadura, y las que ya llevan más de 80 víctimas en lo que han sido abiertas «ejecuciones extrajudiciales» reconocidas por diversas organizaciones de derechos humanos y expertos en derecho internacional, al realizarse sin juicios, sin supervisión judicial y fuera de cualquier mandato de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Todos estos hechos retratan la dramática realidad que nos circunda y el marco en que el gobierno de Mulino pretende imponer por encima de la Ley y la Constitución, la operación de la Minera Cobre Panamá, subsidiaria de la First Quantum Minerals Ltd. de la cual Black Rock, empresa respaldada por Trump, pretende apropiarse del Oro, el Cobre, y otros minerales de alto valor económico de Panamá y para lograr su propósito, no le importa destruir una zona lo suficientemente sensible que impactará negativamente a todo el país, especialmente a las futuras generaciones.