El Estado, pues, juega el papel de salvavidas, de sala de venoclisis, o de doctor Frankenstein. Es una malformación endémica del capitalismo tercermundista, sobre todos en aquellos donde prevalece el sector terciario de la economía por encima del primario.
Al convertirse en «empleador», el Estado subsidia en forma permanente a un importante sector de la población, en algunos casos hasta los “embotella”, lo que significa poner “plata en el bolsillo de la gente” con el fin de, como se dice en argot de los especialistas, dinamizar la economía y fortalecer la actividad empresarial.
Para acceder a esta enmascarada forma de subsidio un sector de la población se inscribe en partidos políticos con la esperanza de “ser nombrado“ en un cargo público, con frases como “yo me fajé” o “yo busqué los votos”. De esta manera la clientela consumista, abracadabra, se transforma en clientela política. Esta condición atípica es típica de Panamá.
Como se deduce, no se trata de un problema ético, aunque lo sea, sino de una condición sistémica. Sin cambios estructurales. Señores, toda crítica es un reguetón.
Las cosas hay que decirlas como son y no andarse por las ramas.
2 Hay varios Likes:) Gracias...