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Nuestro Interés Nacional. |

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

 

Todo lo que hagamos en la política interna del país, como nuestra expresión en la comunidad internacional, debe estar movido por el interés superior de los panameños y a eso se llama interés nacional.

Interés público, interés general o interés nacional es la denominación de un concepto esencial de las ciencias políticas, con muy distintas expresiones y se identifica con el bien común de la sociedad entera, entendida como un cuerpo social, es decir, el interés de todas las personas que convivimos en este hermoso territorio que nos regaló Dios.

Así pues, la finalidad de todas las acciones del Estado, o de las instituciones de una comunidad políticamente organizada, como es el caso de la República de Panamá, ha de ser el bien, es decir, la felicidad, el interés, la utilidad o el beneficio del conjunto del pueblo, esto es, la totalidad de los que componen nuestra nación.

La defensa de los intereses nacionales es el propósito declarado de la acción tanto al interior como al exterior de todos los Estados que se precien de serlo con dignidad.

Ese interés nacional ha sido abandonado en los últimos tiempos por gobiernos indolentes, compuesto de crápulas y asaltadores que, se han servido a ellos mismos con artera carilimpieza y también han servido, buscando protección, amparo y cohonestación, a  intereses extranjeros, poniendo en riesgo nuestra soberanía y sometiéndonos a una vergonzosa genuflexión, a la supresión de nuestra dignidad y a la postergación de la realización de las aspiraciones de los panameños, bien sea, por las consecuencias del despojo del que ha sido víctima el país y nuestro patrimonio por medio de un brutal atraco y la pérfida corrupción, o bien por la desidia, incapacidad e ineptitud de quienes han estado al frente del Estado.

Uno de los retos fundamentales que debe todavía puede reivindicar y corregir el gobierno que tiene casi 38 meses de administrar la cosa pública en Panamá, es aún en medio de la pandemia y de todos los otros hechos, restaurar de inmediato el interés nacional como centro fundamental en que giren y graviten todas las políticas públicas, los planes, programas y proyectos que deben resultar en la reivindicación y adecentamiento de todas las instituciones nacionales, cuando no, de la total reconfiguración de las mismas, para que sirvan al soberano, el pueblo panameño y no solamente a un pequeño y goloso sector económico y social que les preocupa más el rechinar de sus cajas registradoras, antes que la salud, la educación y la dignidad de los panameños.

No pueden seguir siendo servidos con impávida parsimonia, los intereses oscuros de grupos económicos, que ven en el Estado, la forma fácil y expedita de engrosar sus fortunas, y tampoco puede continuar un Estado que no tiene definidos con claridad el objeto de su integración y propósito, que es cumplir las diversas funciones públicas como compromiso ineludible a cambio de la cesión de derechos que han otorgado los ciudadanos.

Bajo ninguna circunstancia, Panamá debe ser arrastrado a aventuras bélicas que; causarían millones de víctimas en el mundo, sin embargo lo hemos estado haciendo y permitiendo irresponsablemente, ya que, la única vía que debemos apoyar será en facilitar, como era tradición en el país, todas las vías y salidas pacíficas de todos los conflictos nacionales y regionales, y siguiendo las enseñanzas de nuestro recordado Omar Torrijos, seremos amigables componedores y nunca propulsores de la confrontación y el fratricidio. Que no nos envuelvan y arrastren a conflictos, a los cuales prestaremos solamente nuestra mano para que, entre hermanos, por muy difícil que sea, encontremos con paciencia, esmero y gran creatividad, las vías del diálogo y el entendimiento. Jamás nos prestaremos para que se imponga el lenguaje de los fusiles y los misiles, porque no podemos celebrar el derramamiento de nuestra propia sangre, ni queremos asumir la responsabilidad de semejante injusticia delante de Dios.

Heredamos del gobierno pasado, el reconocimiento absurdo, a un gobierno autoproclamado y espurio en Venezuela y que, ahora según hechos notorios y públicos formaron parte de actos gansteriles con narcotraficantes, terroristas y mercenarios para invadir a Venezuela, causar violencia extrema y muchas muertes en medio de la pandemia, incluso con la misión expresa de cometer magnicidio en ese país, hecho, con el que no podemos compaginar ni guardar silencio, porque nos hace cómplice de semejantes aberraciones y por tanto, es necesario que nos desmarquemos de tales hechos que enlodan nuestra histórica conducta de promotores de la paz y el entendimiento entre nuestros países y pueblos, por lo que es preciso que rescatemos el nombre del país, y no nos sigan embarrando en “operación oscura” de invasiones fallidas, que ahora han tomado el camino del entendimiento entre vecinos y hermanos, que tenemos el deber de alentar.

Estamos seguros que, si los elementos externos que atizan la confrontación en el continente, no encuentran asidero, las causas de conflicto, muy pronto serán reconocidas y habrá entre nosotros salidas honorables y decorosas que satisfagan los intereses de las partes, que sólo enraizarán firmes, cuando las fuerzas extrañas, dejen de remover el piso de la estabilidad regional. En el caso de Venezuela, ningún país tiene derecho a imponer salidas políticas y mucho menos violentas, que, son de exclusiva competencia de los hermanos venezolanos.

Por haber vivido una dura experiencia de lucha por nuestra soberanía nacional, sabemos y ponderamos altamente la seguridad y el interés nacional de los panameños que, está en juego, y sólo un gobierno con fortaleza, integridad moral y patriotismo, podrá reivindicarlo, y de tal condición depende nuestra paz interior y el logro de los objetivos superiores que las generaciones presentes y futuras de los panameños, no nos perdonarán, si no estamos a la altura de las circunstancias históricas, precisamente cuando transitamos por un grave momento histórico, la más grave pandemia que hemos conocido, la actual tensión y crispación mundial que, nos llama es a, la solidaridad y  al respeto de la vida humana, antes que a imponernos por la fuerza, al margen de la voluntad de nuestros pueblos, lo que debe expresarse por la vía pacífica y no de otra forma.

“Recuerden que es pecado saber lo que se debe hacer y luego no hacerlo”. Santiago 4:17

 

¡Así de sencilla es la cosa!

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