PANAMÁ NECESITA UN VERDADERO LIDERAZGO

Por. Gonzalo Delgado Quintero

En la presente guerra comercial, con proporción planetaria y que, por tanto, sufre la humanidad; países pequeños como el nuestro, ni siquiera llegan a ser convidados de piedra. Simplemente no son parte de las discusiones y menos de las decisiones. Desde los centros del poder mundial se nos impone cualquier criterio y por más contraproducente que sea, a nosotros solo nos queda cumplirlo.

Esa es nuestra realidad hoy. No obstante, ante esta circunstancia de debilidad, surgen interrogantes que saltan como conejos del sombrero de un mago. Son muchas preguntas, pero apuntaré solo una: ¿Qué es lo que puede ayudar a revertir esa realidad en países como el nuestro?

También esa pregunta puede tener muchas respuestas; pero como contestación, solo diré una sola palabra: LIDERAZGO. Solo de este concepto, escribiré.

Y advierto que este asunto de liderazgo no es una quimera; no es algo que no se pueda o que Panamá no haya experimentado. La historia de la nación está plagada de ejemplos de liderazgos positivos de raigambre profundo. Son nuestros antecedentes, intereses, hábitos, costumbres y afectos que desde siempre han cimentado con firmeza, esa estabilidad a ese algo que nos liga a alguien, a tantas cosas, a la familia, a los amigos, a nuestra geografía, a nuestra cultura, a la historia, a la patria, a la región, al continente, al mundo, al universo, a Dios y así.

También es necesario recordar que, desde la perspectiva histórica, los diversos liderazgos han surgido por variadas razones. Los primeros registros que señalan la presencia de liderazgos fuertes, se suscriben a los capítulos iniciales de la conquista europea. Aunque otros muchos indígenas, Urracá, Paris, Parita, Quibian, Panquiaco, son figuras fehacientes de ese ejemplo indómito de liderazgo.

Al observar el contexto histórico, cada época ha dejado una impronta en cuanto a esos diversos liderazgos que han ido surgiendo por innumerables razones y circunstancias. Por ejemplo, también el flagelo racial en Panamá marcó toda una época, el cual fue padecido desde la época colonial hasta pleno siglo XX, sobre todo, en esa última etapa vista y practicada en el área de lo se conoció como Zona del Canal.

Al principio, con los europeos, fue la esclavitud de indígenas en la propia Amerindia y seguido, los negros que eran arrancados de forma violenta de África. Fue necesaria la espera de tres siglos más tarde, en 1851, para que el Congreso de la Nueva Granada aboliera la esclavitud incluyendo al Istmo de Panamá.

En 1530 es posible que se diera el primer levantamiento de esclavos africanos en la costa norte del istmo y que fuera aquí mismo en donde sucediera el primer intento exitoso de escape de esclavos. A partir de mapas de la época se calcula que en 1575 ya habían 2,500 cimarrones en los alrededores de Panamá, además de 800 españoles, 2,800 personas esclavizadas y 300 personas de color libres.

En realidad, coincidían prácticamente, el cimarronaje con las luchas indígenas anticoloniales que fue obligando al repliegue de estos dos grupos (indios y negros) hacia las montañas. Allí se producía un rico intercambio cultural y lingüístico entre los esclavos que conformaban estas comunidades, quienes también interactuaban regularmente con las comunidades indígenas, pues estos últimos los ayudaban a establecerse en algunos puntos distantes de la actividad central de la corona española en Panamá.

Otro aspecto es que los esclavos libres se aliaron con los piratas ingleses en contra de los españoles. En Panamá, el corsario Francis Drake tuvo mucho contacto con las comunidades de negros que se habían establecido en las costas.

Los líderes cimarrones más destacados de Panamá incluyen a Bayano y Felipillo, cuyas rebeliones en el siglo XVI son fundamentales para la historia de la resistencia a la esclavitud en el Istmo. Otros líderes notables son Luis de Mozambique y Antón Mandinga, cuyas luchas continuaron la resistencia cimarrona, llevando a la fundación de comunidades libres y acuerdos de paz que buscaron la libertad para los esclavos.

Ya en la etapa de finales de la presencia colonial española, en Panamá destacaron líderes históricos entre los que debo incluir al propio Simón Bolívar, quien a pesar de haber nacido en Venezuela, fue una figura clave de esa independencia de la región y en la formación de la Gran Colombia, que era una sola unión a la que por supuesto, perteneció Panamá y que por tanto, acá, Bolívar no era extraño o visto como extranjero. Igualmente, en ese momento, también emerge el Coronel José de Fábrega, reconocido como el «Libertador de Panamá» por su papel en la independencia del país y su presencia en la retirada española del istmo.

En la segunda mitad del siglo XIX, surge el liderazgo de Pedro Prestán, , un héroe nacional que luchó por la soberanía panameña en momentos cruciales, ya, en la etapa de la presencia norteamericana en nuestro país. Prestán murió ahorcado, acusado falsamente, de haber incendiado la ciudad de Colón.

Como señala el historiador y abogado Jaime Flores, con la muerte de Prestán, se daba el claro mensaje de no tolerar protestas de ningún tipo en contra del régimen instalado en el istmo y la desobediencia sería castigada severamente, como en efecto, ocurrió décadas más tarde con el fusilamiento del “Cholo Guerrillero, Victoriano Lorenzo”.

En la época republicana se observan liderazgos como el de Victoriano Lorenzo, Belisario Porras y el propio Manuel Amador Guerrero. Resultaba una etapa difícil, porque significó entonces, por un lado, abdicar derechos, ideas, ventajas y creencias; pero, además, edificar una nueva república. En tal circunstancia de inicio de la república, muere fusilado de manera traicionera, el General Victoriano Lorenzo; Belisario Porras se ve obligado a exiliarse en El Salvador; en tanto, Amador Guerrero apisonaba las insipientes bases del nuevo país.

En la continuidad y posteriores décadas, después de grandes luchas generacionales, surgen otros liderazgos que enfrentaron las circunstancias difíciles de épocas más recientes. Arnulfo Arias Madrid, quien a pesar de haber sido derrocado por diversas circunstancias; no obstante, asumió una posición patriótica en un momento crucial de la historia cuando estaba en pleno desarrollo, la Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo fue permitir la creación de la Caja de Seguro Social, un proyecto que entonces promovió el periodista Manuel María Valdés.

Finalmente, Omar Torrijos Herrera, para muchos, la figura política más trascendental de la historia panameña. Toda su obra, todavía es difícil de cuantificar y más aún, su impacto posterior. Y no solo es el tema del Canal, sino el impulso que le dio al país profundo y hacía afuera, al Panamá de la esfera internacional, en todos los ámbitos del quehacer humano.

A todo este liderazgo es que me refiero. Nada es imposible. No se trata de que seamos un país pequeño. Es saber erigir un liderazgo. Es saber cuál debe ser el rumbo del país. Cuáles son nuestras fortalezas y no quebrarnos por nuestras debilidades. Pero, sobre todo, el pueblo debe entender su posición y situación social. Actuar y distinguir las cosas para no caer en la trampa de la politiquería electoralista cada cinco años.

En conclusión, y eso si lo debe saber todo el mundo, el país, Panamá, está en orfandad de liderazgo. Falta un gobierno de consulta, no de imposición; falta en términos generales, un gobierno con liderazgos que sepa enfrentar, por ejemplo, los perjuicios  de una presencia militar extranjera; que sepa sopesar con independencia de criterio, la ruta a seguir; que le diga a los procónsules (embajadores) del imperio que no vengan a involucrarnos a punta de mentiras en una cruzada contra otras potencias, en una guerra comercial que no nos incumbe y que al final, desde ya, nos está haciendo daños irremediables y que lo peor es que entre los grandes se arreglan y acá solo nos queda el daño que produjo la mala idea que se nos impuso. Panameño, lo único que queda es buscar e impulsar un verdadero liderazgo, eso salvará a Panamá.

El autor es periodista, analista y escritor

 

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