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Palabras Del Autor Juan Carlos Mas En Presentación Del Libro Sagas Del Istmo

Juan Carlos Mas Calzadilla

Buenas tardes
Sean estas palabras para agradecer a la distinguida audiencia que nos honra con su presencia en este acto de presentación de los libros “Sagas del Istmo” y de “Rompiendo Lanzas”
En primer lugar, debo advertir que distingo entre los asistentes a personas que provienen de los distintos ámbitos de la vida social y cultural de nuestra sociedad.

Encontramos con nosotros a dirigentes sociales, amistades personales, compañeros de luchas y relaciones familiares.

En segundo lugar, agradezco la colaboración, en el rol de presentadores a quienes comparten con nosotros esta mesa principal; entre ellos Jaime Flores, quien abordó con enjundia la presentación de la novela “Sagas del Istmo”; también Moisés Carrasquilla quien hizo el comentario de la otra obra titulada “Rompiendo Lanzas”; y Olmedo Beluche, quien también nos aportó sus criterios sobre la novela histórica. Finalmente agradezco a mi hija Massiel quien ha conducido la presentación de quienes intervinieron en el uso de la palabra.

A continuación, pretendo explicar algunas circunstancias y hechos que se enhebran cual hilos conductores de la narración.
Ante todo, debo excusarme porque más de alguno podría preguntarse qué hace un sanitarista al presentarse con un producto que opera en el mundo de la literatura.
Esto mismo me lo he preguntado cuando escribí algunos ensayos anteriores.

Explico a los presentes y también me explica mí mismo que siempre acepté las afirmaciones de precursores que sentenciaban que la salud es un hecho social que se determina históricamente y que cada sociedad engendra su forma de vivir y morir. Al mencionar esto más de alguno recordará a José Renan Esquivel
Hecha la anterior salvedad paso a explicar que la historia, como gran determinadora de los hechos generales y particulares de la vida, ha pasado a ser sistemáticamente objeto de mi atención y a su vez me engendra la preocupación por una transmisión aceptable, comprensible y asimilable de los sucesos que la construyen.
He ahí la explicación de mi elección del género novelístico para la transmisión de hechos históricos.
No basta con la descripción del trasfondo social en que se mueven los individuos sino del relato de las vivencias individuales, que constituyen la forma particular como cada uno de nosotros se transforma en sujeto de la historia.

En consecuencia, paso a revelar que mi interés era presentar los acontecimientos de nuestro país a través de los hipotéticos personajes que pudieron haber existido y protagonizado los hechos del relato; pero, como los personajes creados, al pasar de la tinta al papel adquieren vida propia, ello me obligó a darles vuelo, cual cometas a las cuales se le suelta más hilo, para pasar a ser nosotros mismo en calidad de lectores testigos de los hechos que alientan la vida de esos personajes.

Me permito recordar que siempre he escrito sobre temas políticos y sociales en la modalidad de ensayos y artículos periodísticos recopilados, consolidados y publicados según afinidad temática. Ulteriormente, en el campo de la novela me inicié con “Testigos del Tiempo”, escrito de ámbito contemporáneo, el cual me dejó la sensación de que debía concebir un instante previo. Este fue el razonamiento que dio vida a la presente novela; pensaba que los escritos referentes a nuestra historia no ahondaban en los sentimientos de quienes creaban la acción narrada; por tal razón, en el escrito que presentamos, intentamos que tanto los escenarios sean cambiantes como los personajes que se traslapan y se suceden.

El escenario inicial es una faceta fugaz de la historia castellana que determina en su desenlace el fracaso y el estancamiento de la construcción de una sociedad democrática y burguesa en las tierras ibéricas.

Tal catástrofe inicial da pie a que algunos de los perdedores busquen otros rumbos donde construir su ideal de una sociedad sin ataduras serviles. Ello explica, tal vez, el interés suscitado por la generación de las conductas de aquellos migrantes hispanos que legitimaban su presencia con la formación de cabildos, ya que estos debían servir para la expresión de las mayorías, o al menos eso pensaban.

El participante inicial de estas sagas decide construir su visión del mundo en América y con sus habitantes.

La escena que sigue es el asalto y destrucción de la ciudad de Panamá por Morgan, en donde los protagonistas de esta parte del relato empiezan a deslindar afinidades, fidelidades y compromisos.
El episodio de este encuentro de quienes nuevamente son vencidos, obliga a construir una historia alterna que expresa un mestizaje que no es producto de la violencia y el vasallaje, sino de la conjunción de proyectos de almas anteriormente vencidas que encuentran su justificación y triunfo en el amor.
El encuentro de individuos de distinta procedencia, transformados en protagonistas de este relato, da inicio a una historia colectiva y multicentenaria que es el escenario en que actuarán los personajes que siguen en el libro, asumiendo un mandato silente de unidad en la defensa del terruño.

¿Por qué me atreví a abordar un relato cuyos personajes se mueven sobre un escenario de fondo cambiante?
Para justificarme me acuerdo, en estos momentos de los dos volúmenes de la historia de Irlanda, de Edward Rutherfurd, que encierran mil años de historia de una nación, con personajes que se suceden en el tiempo llevando el mandato independentista. Claro que es posible usar los historia como escenario, como se afirma en este y otros ejemplos que no citaré para no abundar en excusas.
El relato de nuestros hechos nacionales, a su vez, se ubica sobre otro escenario más complejo que opera como trasfondo de soporte detrás del telón inicial. Este nuevo escenario son los sucesos de toda Nuestra América, que ocurren en sitios cercanos al corazón del lector, aunque estén en la lejanía de nuestro continente.
Esta aclaración la merece el lector porque el nuestro es un país que se explica por sus propias luchas, pero que también se determina desde afuera.

Estas luchas tienen también un componente étnico y de género que siempre está solapado por la mención de héroes y próceres prominentes, pero también existen estos otros, los que no son mencionados.
Las mujeres, como protagonistas indispensables y permanentes de cada lucha, ya sea chica o grande, están en la memoria y por supuesto deben estar en el escrito. Ellas aparecen al nombrar a las grandes protagonistas, descollantes en lo personal, como Manuelita Sáenz en el lado hispanoparlante, como Anita Ribeiro Garibaldi en el lado luso quien acompañó a Giuseppe Garibaldi en la campaña de reunificación italiana y que lleva el apelativo de heroína de ambos mundos; también es imperiosa la mención de Juana Azurduy, humilde, valiente y consecuente. De Juana Azurduy se cuenta que Bolívar al encontrarse con ella en Oruro le dijo que sentía vergüenza que se usase su nombre para nombrar a la nueva nación cuando ella era merecedora de ese honor.
También debemos nombrar a las mujeres no visualizadas personalmente sino dentro de un personaje colectivo como las recoveras de Cochabamba; tanto es obligatoria esa mención que mi editor me preguntó: ¿Quisiste hacer una novela feminista? Por qué, le pregunte. Porque tus personajes como testigos de la historia son femeninos. No me había dado cuenta, le contesté, pero si están es porque lo merecen.

Otro componente que asoma por fuerza, además del género, mencionado anteriormente, es el étnico, expresado en el reconocimiento en nuestros personajes de la fusión que da lugar a la aparición del cholo. Toda vez que nuestros cholos no son personajes exclusivos de nuestro ámbito nacional, nos encontramos ante una designación lingüística para una identidad que traspasa nuestras fronteras geográficas, más en dirección hacia el sur, donde rastreamos la denominación de “cholo”, con ese nombre, en toda Sudamérica.

La nuestra es una población que se explica en la fusión y se cohesiona en la lucha contra lo externo.
Con lo dicho estamos abriendo las páginas iniciales del libro, tratando de inducir el interés del lector en estos temas con la exposición de sus primeras páginas. El resto irá transcurriendo por senderos conocidos hasta llegar a la invasión. Con posterioridad al hecho fatal son dos mujeres las que asumen la responsabilidad del relato, hacer las recapitulaciones y advertencias del presente y el futuro.
Para finalizar debo remediar una omisión sobre un actor no humano. que surge a lo largo del relato y que utilizó como una firma al final. Son los guayacanes de cada camino recorrido por nuestros personajes. Si el lector se ha percatado de ello, me doy por satisfecho. MUCHAS GRACIAS

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