El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Juan Jované
Uno de estos intenta tomar la forma de un altruismo global. Según este Panamá estaría produciendo cobre para facilitar la transición energética global hacia una situación sostenible, dado que este metal es fundamental para la producción de automóviles eléctricos. Nuevamente se trata de un simple mito propagandístico.
Por comenzar no resulta muy racional proponer que uno va a contaminar y destruir significativamente su propio ambiente en nombre de salvar el ambiente global. Realmente se trata de un bizarro “Pro Mundi beneficio”.
También es cierto que está demostrado que la mejor manera de mantener la oferta de cobre en el mercado global no es elevando la extracción, sino reciclando. El reciclaje permite recuperar el 100% del metal, ahorrando 25% de la energía que se utiliza para producirlo, reduciendo la generación de gases invernadero. Este camino es, obviamente, el más útil para una economía global que busque un equilibrio ecológico.
Más aún, quienes han venido introduciendo el mito que ahora nos ocupa, deberían llamar la atención sobre el hecho de que la producción de los automóviles eléctricos genera gases invernaderos. En un conocido y comentado estudio de la empresa Volvo, se concluye que en la fabricación de un automóvil volvo C40 se generan 25 toneladas métricas de bióxido de carbono. Claro está que una vez construido el mismo al funcionar no producirá más CO2 directamente, por lo que a la larga resulta menos contaminante que un similar que opere con combustible fósil. Sin embargo, esto no significa que su uso no genere indirectamente gases invernaderos. Esto va a depender de la estructura de generación de la energía eléctrica que será utilizada. Según el estudio citado con la composición de generación de la Unión Europea el uso del automóvil eléctrico generará indirectamente 42 toneladas métricas de bióxido de carbono durante la construcción y su vida útil, ésta cifra se eleva a 50 toneladas si se usa como referencia la estructura mundial promedio de generación eléctrica.
En el mundo existen aproximadamente, 1,400 millones de automóviles. Esto significa que, si se intentara cambiar todo este parque automotriz por el modelo del estudio, se estarían generando durante la producción, vida útil y reciclaje de los mismos 105, 000 millones de toneladas métricas de CO2 (utilizando la estructura energética promedio del mundo).
Este problema, obviamente, continuaría creciendo si se piensa que la economía global seguirá creciendo. Lo que se demuestra es que la búsqueda de la descarbonización no se puede lograr exclusivamente por el cambio tecnológico, hace falta el cambio social. Lo que se necesita es un excelente sistema de transporte colectivo movido por electricidad, así como la presencia de facilidades de transporte en caso de necesidad (por ejemplo, ambulancias del sector púbico de salud). Lo que no se necesita es destruir el ambiente de los países productores con el fin de asegurar las ganancias de las trasnacionales.
El otro mito que se ha venido esgrimiendo por los sectores económicamente dominantes y el gobierno de turno es que no existe una alternativa para la minería. Lo cierto es que la misma existe y que además está claramente definido en el documento consensuado, publicado bajo el título “Plan de Desarrollo Integral de la Provincia de Colón. La ruta estratégica hacia una Vida Digna”. El mismo contiene no solo una visión y una lógica para la transformación de la Provincia de Colón. También contiene un acápite de objetivos, estrategias y acciones específicas, así como un plan indicativo de inversión (91 proyectos entre públicos y posibles privados); todo esto con una lógica pensada para generar empleo decente, con pleno respeto a la Madre Tierra.
La tarea sigue siendo lograr el rechazo del contrato minero y el logro de una moratoria de la minería a cielo abierto.
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