Dr. Juan Carlos Mas C.
La fuerza con la que ha irrumpido un movimiento de amplias masas en la calle superando las reivindicaciones particularistas nos obliga a reflexionar sobre las características del momento que pasamos en el cual al agitarse las reivindicaciones generales ellas se comportan como la espuma que rebasa el vaso que la contiene. El asunto es importante por cuanto que hacía mucho tiempo que no se veía tal unidad de acción en las calles, superando los escuálidos escenarios en que diversas fuerzas concurrían por separado a las manifestaciones cuidando de dejar entre si vastos espacios que impidieran que se fundieran y confundieran los distintos grupos. Repasemos las lecturas clásicas sobe el tema:Los motores de la agitación social vistos en su caracterización clásica son:
Condiciones de empleo, es decir cuánto me pagas.
Condiciones de trabajo o seguridad del mismo, es decir como lo hago, con que lo hago y donde lo hago.
Condiciones de vida. Es el marco exterior del trabajo.
Por lo general el movimiento reivindicativo social se enmarca dentro de los dos primeros puntos señalados más arriba, los cuales admiten ser resueltos en la relación bilateral entre el trabajador y el empleador, siempre bajo la mirada tutora del Estado.
Las “Condiciones de Vida” son un conjunto o agregado de derechos consagrados por las luchas democráticas previas tales como: el acceso al empleo, transporte accesible y disponible, vestido, consumo y ahorro, vivienda, educación, salud y seguridad social, recreación, alimentos, libertades humanas y clima de paz para disponer de todos esos derechos. En las manifestaciones se nota un clamor larvado por ese conjunto de derechos, pero que va aderezado por la expresión franca y clara de un estado de hastío e indignación porque no se ejecutan acciones para concretar esos derechos y aspiraciones sociales, inacción que es expresada en un clima de incompetencia y desinterés que es expresada en el epifenómeno conocido como corrupción.
Cuando las Condiciones de Vida entran dentro del conjunto de reclamaciones ellas son indicativas de que la lucha se traslada al ámbito de las relaciones políticas o de poder dentro del Estado.
En las discusiones y consideraciones políticas revolucionarias se establece clásicamente una clasificación entre los que se llama condiciones objetivas que dan lugar a una “situación revolucionaria” y la subsiguiente “crisis revolucionaria” que subsume las condiciones objetivas integrándola a las condiciones subjetivas que implican la maduración y la asunción en la conciencia de la necesidad de hacer un cambio revolucionario.
Clásicamente se dice que la condición objetiva reconoce que los de abajo no quieren aguantar más la agravación, sin horizonte de salida de la miseria y sus penalidades, pero esta aspiración tropieza con el hecho concreto de que los de arriba todavía pueden retener el poder mediante aisladas concesiones entregadas usando el método del diálogo distractivo y consultas pactadas.
Las condiciones subjetivas que conforman a una situación revolucionaria pueden o no llegar a madurar en la forma de una crisis revolucionaria cuando la agudización extrema de la explotación no puede ser ocultada ni cosmetizada y llevan a una intensificación extrema de la lucha ya que el gobierno pierde capacidad propositiva convincente y al perder autoridad termina por delegarla. Esta subjetividad también opera internamente dentro de las capas dominantes produciendo resquebrajamientos de su unidad, esto es lo que se conoce como “crisis de las cimas” y ocurre cuando se da la voz de alarma de “sálvese quien pueda”
En el lado opuesto, el de los actores sociales populares, lo esperado es que se produzca un crecimiento de la unidad dentro de la diversidad y se refuerce la capacidad de lucha en conjunto. Como consecuencia debe surgir una dirección colectiva como producto de la coordinación sistemática de la participación en representación de los distintos estamentos. El reconocimiento de la propia fuerza potencia las actitudes de unidad dentro de la diversidad y mejora la lucha del conjunto poniendo énfasis en lo que es común y no en la reivindicación particular.
Pero, discurra conmigo el lector y opine si en la presente situación nacional, impactada por la unanimidad de las masas en la calle, el poder ha perdido capacidad propositiva o aún puede dialogar agitando ante la furia popular sus propuestas distractivas. Todavía no parece haber encontrado la propuesta que en contraofensiva conceda a unos y niegue a otros, o que pretenda pasar al método de debates en un estadio de diálogos eternos en donde se mate la indignación de las calles. No dudamos que en algún momento la calle mengue por lo dilatado del conflicto, pero de ser así el espacio de encuentro no deben ser los diálogos sino las asambleas de los distintos estamentos sociales con el fin de depurar y superar las propuestas
Por lo pronto se ha visto incrementar la pluralidad de los estamentos que aspiran a la hegemonía, ya que no son solamente sindicatos obreros sino de empleados docentes y d servicios. Así vemos como la calistenia de la lucha ha servido para el fortalecimiento de distintos grupos de oficio. En un panorama así de rico y diverso la unidad pasa de ser una consigna retórica y se convierte en una útil necesidad.
Pero dejemos correr el pensamiento e imaginemos que después del repliegue reflexivo, que sustituirá a la efervescencia callejera, en cada estamento separado se produce la elaboración de pensamientos e identificación de necesidades que, llevadas al papel, se transforman en una carta de derechos exigidos y propuestas para su desarrollo y que, más tarde, esa se suma a idénticos pliegos de aspiraciones surgentes en distintos estamentos tales como: agro productivo, el educativo-cultural, omnisindical, etc. En ese escenario tendremos a la postre una sumatoria que nos dará un proyecto preconstitucional. De ahí a hacerlo ley fundamental de la república dista un paso. Si esa asamblea de estamentos unidos puede parir este tipo de documentación sabremos que no existirá piso para unos poderes Ejecutivo y Legislativo tradicionales ya viciados, porque un poder nuevo se estará incubando desde abajo.
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