Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Una mente dilectante, y una pluma alcahueta y encubridora de la injusticia, vician toda virtud en quien incluso goce de finesa al escribir, pues este hecho hace más perverso el daño. Una pluma comprometida tiene la utilidad de hacer cambiar las cosas, de contribuir a la comprensión de las cosas y a concebir formas para transformar la realidad que nos circunda, que como la nuestra, requiere la mejor interpretación, es decir encontrar la verdad y compartirla y luego el llamado para que emprendamos la revolución necesaria, así como hace 231 años se hizo en Francia para remediar el rescate de la Libertad, La Fraternidad, La Igualdad y la Solidaridad humana, nacidas del amor a la humanidad y el respeto a su dignidad.
En medio de la Pandemia, pero reconociendo que no podemos seguir como veníamos andando en medio de una desigualdad impresentable y trágica, hoy, debemos emprender ese camino de compromiso firme y cristiano de servir a los que más sufren de carencias y a los que por su condición y carestía son; el alimento de la muerte y que nos duele a los que sabemos que tarde o temprano tenemos de dar cuenta de cada acto que hicimos o dejamos de hacer.
¡Así de sencilla es la cosa!
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