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La moral del poste de señales.|

 

Por: Pedro Luis Prados S.

En una ocasión uno de sus detractores preguntó al filósofo Max Scheler, gran precursor de la Axiología o Filosofía de los Valores —a pesar de los que muchos creen, los valores son tema de una disciplina filosófica y no material para campañas publicitaria o recurso de sermones para reinserción social— ¿por qué él, una persona de dudosa reputación, con escándalos maritales, bebedor y una conducta reprobable que lo llevó a la expulsión de la Universidad de Munich, se daba el tupé de escribir y dictar conferencias sobre Ética y Valores? El pensador, con esa actitud epicúrea que asumió ante sus adversarios respondió: “Yo soy como el poste de señales en el cruce de caminos, indicó al caminante que ruta seguir, pero yo me quedo aquí“.

La respuesta del pensador alemán me vino a la mente luego de ver un mensaje del directivo de una agrupación empresarial en el que conmina a una gran campaña para el rescate y la educación en valores. Con una voz clerical y sapiencia mercantil describe la crisis moral que atraviesa el país y la difícil situación de una juventud abrumada por la pérdida de valores y dominada por la violencia. Situación ante la cual expresa la necesidad de conformar grupos que de forma desinteresada impulsen actividades encaminadas al rescate y enseñanza de los valores. Con una total confusión (también puede ser desconocimiento) de la teoría del valor económico de David Ricardo y el valor moral de Nicolai Hartman insiste en la pérdida de valores y la necesidad del rescate de los mismos para la sana convivencia social, como si los valores fueran ganancias que se pierden por la caída del mercado y puede ser recuperada con el aumento de los precios.

País de aventureros e improvisadores, es frecuente escuchar doctas opiniones sobre los valores —al igual ocurre con la Economía, la Sociología, la Política, el Derecho, la Pandemia y cualquier otra esfera de conocimiento— de boca de los eruditos de la pantalla o de premonitores de mercado. La tendencia a reducir, los valores a simples formas de conductas es una de las confusiones que cometen a diario quienes predican “la enseñanza en valores”, “el rescate de valores”, “la pérdida de valores”, “la creación de valores” y una sarta de sinsentidos que diario escuchamos en la televisión, artículos periodísticos y discursos politiqueros en boca de sujetos que nunca han tocado un texto de Axiología o se han preguntado alguna vez: ¿Qué son los valores?, tema que motivó profundas reflexiones desde José Ortega y Gasset hasta Risieri Frondizi quienes dedicaron sendas obras, con la misma interrogante por título, sobre ese espinoso tema de la reflexión filosófica.

En primer lugar, y para evitar malentendidos sobre la naturaleza del valor, se debe dejar claro que los valores no son conductas, acciones o conceptos que pueden ser enseñados o aprendidos por acción repetitiva. Los valores son propiedades que portan los objetos de manera accesoria y no determinan su existencia. Una conducta puede ser valorativamente buena, pero la presencia o no de la propiedad valorativa no le quita existencia real a la conducta, por lo que resulta ridícula la expresión “rescatar los valores o “defender los valores” en todo caso la acción debería estar dirigida a rescatar o defender el bien portador del valor. Los valores no son objetos ideales como los números, ni materiales como una mesa, ni afectivos como el deseo, a lo sumo son propiedades que portan esos objetos y los hacen dignos de apreciación, de manera que es risible hablar de encontrar los valores, pérdida de valores o cualquiera de esas ridiculeces. De la misma manera los valores no son susceptibles a un aprendizaje didáctico, los valores se captan por la estimación que se hace de los mismos y el conocimiento de esa ponderación debidamente transmitida con el ejemplo. Los valores no se enseñan, se transmiten y eso se logra, en el caso de los valores morales, con el ejemplo. Didáctica que no practican y solo predican aquellos que se dan golpes axiológicos en el pecho.

Además, los valores no se limitan a la estimativa moral, el campo de la axiología cubre todas las esferas de conocimiento humano porque en cada una de ellas hay una ponderación y preferencia que hace el sujeto como consecuencia de una elección. Así encontramos que la captación valorativa alcanza el arte, los patrones existenciales, la cultura, la vida religiosa, vida familiar, la convivencia cívica, la política, el trabajo, el medio ambiente la actividad económica y todo el quehacer que conlleva la actividad humana. No se puede incentivar una esfera valorativa en el comportamiento social sin dar cobertura a todas las demás. No podemos promover un hombre moralmente completo sin inculcar en él sensibilidad por el arte, respeto al medio ambiente, formas de convivencia, responsabilidad ciudadana, amor a la familia, cumplimiento en el trabajo y tantas otras virtudes que cada día escapan de la captación valorativa por la carencia de ejemplos que permitan la transmisión de los mismos.

Por eso el lanzamiento de esas campañas me traen a la memoria la imagen que Max Scheler esboza un siglo atrás. La moral del poste de señales parece ser la tónica dominante de políticos, empresarios, predicadores, dirigentes comunales, clérigos y autoridades que, desde su cómodo podio de iniquidades imprecan, comentan y vociferan sobre la necesidad de “rescatar los valores” o “enseñar los valores”, mientras ellos especulan con los precios en plena pandemia, manipulan el control de medicamentos, retienen los subsidios a los más necesitados, negocian con las bolsas de comida, aplican sobrecostos a contratos e insumos y un humo gris con tufillo de corrupción emana permanentemente de la Asamblea Legislativa. Con voces ceremoniales y sapiencia bovina dicen a los demás adónde deben ir, pero ellos se quedan allí.

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