Cuando la ignorancia, la estupidez, la corrupción y el autoritarismo tienen vocería y hacen gala de su condición, son respectivamente intrépida, soberbia, corrosiva e irreverente. Sin el más elemental sentido común, intentan imponer la ineptitud, la insensatez, la degradación y la sumisión, porque ellas se alimentan de estas expresiones nocivas de la humanidad.
Cuando encajan en un mismo episodio, son el complemento perfecto y letal para las personas, gobiernos y sociedades carroñeras, autodestructivas y decadentes.