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  «Declaración De Principios Por La Educación Y Por El Retorno Inmediato E Ininterrumpido A Clases»

Por: Víctor Collado S.

El título puesto en el documento firmado el 11/7, por las organizaciones de docentes que estuvieron en paro de labores desde el 23/4, merece escasas palmas desde la perspectiva del daño irreversible (no recuperable) causado al proceso educativo, especialmente por la pérdida de instrucción en perjuicio de los sectores más vulnerables de la sociedad. Y pese a esa lesión, nada se pactó sobre principios por la educación. La omisión no es tan grave, sino el hecho que de habérseles ocurrido algo, tampoco iba a ser novedoso habida cuenta de todo y lo mucho que se ha dicho antes sobre lo mismo con obvias consecuencias estériles.

Pero tampoco tendría sentido ni aconsejable señalar culpas sobre los huelguistas porque aunque éstas resultarían mayormente justificadas, ese esfuerzo contribuiría en muy poco considerando los retos que siguen, y frente a los cuales se exigirá, como necesidad ineludible, un mínimo y suficiente nivel de coordinación y cohesión en la conducción histórica de los sectores sociales. Es decir, es preferible detener la herida, que provocar que se profundice.

Si juzgáramos el éxito en función de la calidad de los resultados obtenidos, la paralización de los docentes no alcanzó la lucidez por el que se esforzaron bastante en las calles.

Ateniéndonos al mismo movimiento de lucha, las bases sí demostraron militancia y sacrificio de día y de noche. Fueron entusiastas y se entregaron por sus exigencias convencidos que les asistía la razón. Soportaron represalias físicas y humillaciones dándole cara al reto sin importarles la superioridad ante la brutalidad de la fuerza policial-militar. No le suplicaron tregua al gobierno ni mendigaron por la solidaridad de grupos u organizaciones afines o similares.

Sin embargo, en lo que atañe a la dirigencia, sea la propia o de afuera, el examen debe ser crítico. Se embarcaron en una exigencia jurídica (derogatoria, primero, reforma después y finiquito al final) que resultaba, en el contexto del momento, inviable porque no se contaba con la fuerza suficiente para alterar la alineación que tenían en contra de parte de los 3 poderes públicos. Se desconsideró o se subvaloró la realidad política y la maraña fue tan espesa que todavía se refleja en la redacción de 4 de los 7 puntos acordados aquel viernes. El resto de los acuerdos aluden a que no habrá salario por días no trabajados y de pedirle a la Contraloría que acceda al pago adelantado de una quincena para un programa de reforzamiento académico de estudiantes, que es lo más parecido a un truco de Harry Houdini o a una prosa lírica de Iñigo López de Mendoza y de la Vega del Siglo XV.

Para resolver los cabos que han quedado sueltos, los acuerdos firmados vacían su confianza en las reglas de la tramitología legal y administrativa y el llamado debido proceso.

En ese terreno, los educadores quedan a merced de las telarañas de la burocracia administrativa y del  sistema judicial, ese mismo que ha criminalizado las protestas y judicializado a los dirigentes.

Al final del día, los expedientes se resolverán en función de los intereses del gobierno, aún si se fallare uno u otra queja en favor de un docente.

Uno de los grandes ausentes en asuntos de principios por la educación, fue la falta de debida diligencia en la tarea para transformar la achacosa estructura ministerial en lugar de seguir ocupados, cual porfiados, en repintar y remendar un cadáver insepulto que desde 1947 arrastra una engorrosa vigencia.

Habían otras alternativas? Asumo que si y de varios tipos. Pero faltó imaginación y tácticas para que en el uso del poder de la negociación se garantizara una salida honrosa en el fin de la paralización.

Por encima de todo lo anterior, la lucha contra la 462 demostró que el pueblo sabe tomarse las calles; que un traspiés no es el final de la guerra, y que la dirigencia, docente y en general, debe aprehender el arte de la oportunidad (R. Greene) no sólo porque el apuro hace perder el control, sino también porque se requiere agudeza para detectar el momento para cada caso, afinando lo indispensable para puntualizar el espíritu y la tendencia de los tiempos. Se debe mantener la expectativa si el momento no ha llegado y golpear cuando la oportunidad lo hace propicio.

Razón le sigue sobrando al vate hindú Rabindranath Tagore cuando expresó que «es sencillo empujar a los hombres, pero difícil dirigirlos».

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