Por: Ramiro Guerra Morales Abogado y cientista político.
La izquierda, centro izquierda o póngale el nombre que usted quiera, ganando por fraude o dando golpe, como que parece extraño. La historia política en Latinoamérica apunta a otra lectura; son los grupos que controlan el poder económico y sus superestructuras partidarias, al igual que los aparatos castrenses, los que dan golpes y hacen fraudes. Habrá una que otra excepción, pero de dudosa verdad.La situación del Perú, la señora Keiko, el poder de los grupos económicos y sus medios mediáticos, tratan de convencer, que las fuerzas Perú Libre, con el maestro Pedro Castillo, hicieron fraude. La realidad es que, durante las elecciones, fue el fujimorato y sus adláteres quienes, presintiendo los resultados, dieron inicio a toda suerte de maleanteria politiquera, para cuestionar la legitimidad de los comicios. Hay una coalición de derecha regional y gobiernos genuflexos, con el flamante secretario general de la OEA, cuadrando el cómo voltear los resultados. Por eso les causó mucho malestar que el presidente argentino, felicitara a Pedro Castillo, como el nuevo presidente del Perú. Vieron en tal posición de Argentina un desafío a su conjura y conspiración, para llevar a la sra. Keiko a la presidencia.
Nos preguntamos, ¿De dónde viene la conjura y la conspiración para el fraude? Evidentemente del fujimorato y los titiriteros que mueven los hilos del poder en el Perú. En Latinoamérica, la oligarquía no transa con eso de perder unas elecciones, aunque sean alternativas de centro izquierda. Se consideran dueños absolutos de la democracia. Cuando pierden, dentro de su propio campo, inventan todo tipo de triquiñuelas para burlar el voto popular.
A estas alturas del juego, escamotearle el triunfo a Perú Libre y a Pedro Castillo, sería agravar aún más la crisis que vive esa nación hermana. De seguro que abriría las puertas a otros medios alternativos de lucha popular que pudieran llegar a lo insurreccional. Un escamoteo de la victoria, evidenciaría la deslegitimidad de la propia democracia para corregir y recomponer estados de crisis al igual que la república.
Como se dice en política, sabemos cómo empiezan las crisis pero no cómo van a terminar.
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