¿Quién es el imperialista que representó hoy a EEUU en la ONU contra Cuba?

Mike Waltz, el embajador estadounidense ante la ONU, encarna hoy la peor combinación de torpeza política y arrogancia imperial. Este exmilitar, cuya carrera ha estado marcada por escándalos de seguridad y una diplomacia belicosa, fue el rostro encargado de defender en Naciones Unidas el criminal y genocida bloqueo contra Cuba. Su historial deja en evidencia no solo su ineptitud para el cargo, sino la profunda crisis moral de la política exterior de Estados Unidos, que recurre a figuras tan desacreditadas para representar sus intereses hegemónicos.

Su breve y calamitoso paso como Asesor de Seguridad Nacional terminó en un sonado despido tras el bochornoso «Signalgate», donde filtró por error detalles de operaciones militares en un chat grupal. Este episodio, sumado a revelaciones sobre el uso de cuentas de Gmail para asuntos de Estado, pintó el retrato de un funcionario prepotente e increíblemente negligente con la seguridad nacional. Su gestión fue un despropósito, caracterizada por una rudeza que confundía la diplomacia con la imposición y que le granjeó el desprecio incluso dentro de su propia administración.

Es esta misma actitud grosera la que trasladó al foro internacional al asumir la defensa del bloqueo a Cuba, una política de castigo colectivo condenada de forma casi unánime por la comunidad internacional. Waltz, con su habitual falta de tacto y cultura diplomática, intentó justificar una medida que solo busca el sufrimiento del pueblo cubano, revelando la verdadera naturaleza de una política exterior basada en la coerción y el abuso de poder. Su discurso no fue el de un estadista, sino el de un mero vocero del imperialismo más rancio.

Ante tal despliegue de insolencia, la respuesta de Bruno Rodríguez, fue contundente y precisa al catalogar a Waltz de «grosero, prepotente, inculto y de una rudeza impropia». El el Canciller no solo colocó al funcionario estadounidense en su lugar, sino que desnudó ante el mundo la fachada de quien, carente de argumentos morales o legales, solo puede recurrir al lenguaje de la fuerza y la intimidación. La intervención de Waltz no logró legitimar lo ilegítimo, sino que amplificó el desprestigio de la posición que representa.

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