El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: Amada E. Andrade.
Educadora jubilada y estudios en derecho y ciencia política.
Ramiro Guerra.
Jurista, escritor y cientista político.
«En resumen, la legitimidad social es un componente esencial de un sistema económico funcional y sostenible. La percepción de justicia, equidad y beneficio para la sociedad es fundamental para generar confianza, cooperación y apoyo a las instituciones y prácticas económicas, lo que a su vez facilita el desarrollo económico y el bienestar social.»
Nuestro país, está muy lejos, de que esta relación entre legitimidad social y economía caminen agarrados de las manos. Lo que no augura paz, sosiego y equilibrio social.
La gobernanza enfrenta problemas de transparencia, pobre empatía con la población- los ciudadanos, crisis fiscal; en materia de inversión extranjera, igual, marca negativa, el nivel de endeudamiento (deuda externa) coloca al país, con un nivel de dependencia y subordinación del capital financiero y sus organismos como las Ifis, calificadoras de riegos.
Una gobernanza política que, tiene únicamente como aliado, a los clanes de la oligarquía. Mas grave, el poder político, responde y tiene una relación de subordinación con el bloque oligarca.
Lo anterior no augura nada positivo para el país y las mayorías. La oligarquía es incapaz de generar desarrollo sostenible. Es elitista y antidemocrática.
Peor aún, es antinacional y responde hasta con orgullo y vergonzosa sumisión a los intereses de los Estados Unidos.
La realidad viene dando cuenta de todo lo arriba mencionado.
El autoritarismo traba la convivencia democrática y pone al estado al servicio de estos perversos intereses.
Por lo anterior, el horizonte se nos presenta complicado, en tanto que todavía no hemos visto las medidas de choque que, se implementarán contra el pueblo, dirigida a que sea este el que cargue con la tragedia de país que tenemos.
Todo lo anterior, endosable a los malos e incapaces gobiernos que hemos tenido y más el actual, que rehúsa ímpetu y entusiasmo delirante, impulsar una real democracia. La ciudadanía y la sociedad civil, no cuentan para nada. Peor, considera con profunda convicción que, la cruenta represión, basta para gobernar.
Hay mucho camino por andar. Sobre todo, en lo que concierne a la unidad del pueblo.
La mayoría de los panameños, viven un viacrucis. La justicia, más temprano que tarde llegará, porque la injusticia no es eterna.
Bendiciones.
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