Pierde el país a una de sus plumas más valiosas.
Poeta, narrador, dramaturgo y profesor universitario panameño, nacido en la ciudad de Panamá en 1934. Figura señera de la intelectualidad istmeña de la segunda mitad del siglo XX, ha desempeñado numerosos oficios antes de dedicarse de lleno al cultivo de la creación poética y el ejercicio de la docencia, algunos tan poco relacionados con su condición de humanista como los de pescador, obrero y empleado de la administración pública. En la actualidad (año 2001), imparte clases en calidad de profesor de Filosofía e Historia en la Universidad de Panamá, donde sus obras -al igual que ocurre en otros muchos sectores de la vida intelectual y artística de la pequeña república centroamericana- goza de un merecido aprecio entre colegas y estudiantes.
Tras esa azarosa andadura laboral que ocupó buena parte de su juventud, Enrique Chuez se dio a conocer como escritor a mediados de la década de los años sesenta, cuando, con treinta años de edad, dio a la imprenta una excepcional colección de relatos breves presentada bajo el título de Tiburón y otros cuentos (1964). Un lustro después, alentado por la buena acogida dispensada a estas narraciones cortas por parte de los lectores y la crítica especializada, el escritor panameño volvió a recopilar sus nuevos relatos en otro volumen, esta vez titulado La Gallota (Lima: Zendal, 1969). Merced a estas dos colecciones de narraciones breves, Enrique Chuez quedó ubicado entre los grandes maestros hispanoamericanos en el complejo género del relato, modalidad narrativa que le ha granjeado algunos de los galardones literarios más prestigiosos del ámbito geo-cultural centroamericano. Su virtuosismo dentro de este género cuentístico ha sido reconocido también por los compiladores de varias antologías de cuentos hispanoamericanos del siglo XX, que han introducido en sus respectivos volúmenes diferentes relatos salidos de la pluma de Enrique Chuez; asimismo, su fama literaria se ha extendido por algunos lugares de Europa, especialmente en Alemania, donde una parte considerable de su obra ha sido traducida a la lengua local.
En líneas generales, la producción narrativa del escritor panameño (tanto en sus relatos breves como en sus novelas extensas) ofrece una visión cínica y pesimista del ser humano actual y de la sociedad contemporánea en la que se ve forzado a desenvolverse. Pero, a pesar de este enfoque desencantado, Enrique Chuez no se limita a describir la penosa realidad social que le envuelve, sino que emite también un poderoso grito de denuncia que suele conmover a un lector. Respecto al estilo empleado en su prosa de ficción, cabe destacar la huella evidente de su imaginación lírica, que se trasluce en el empleo de un lenguaje simbólico y sugerente, altamente evocado merced a su constante propensión al empleo de imágenes poéticas.
Entre las novelas extensas más destacadas de Enrique Chuez, resulta obligado mencionar aquí la obra titulada Las averías (San José de Costa Rica: Editorial Universitaria Centroamericana [Col. «Séptimo Día»], 1972), una magnífica narración que quedó entre las novelas finalistas que optaban al prestigioso premio de narrativa centroamericana Miguel Ángel Asturias. Otras obras suyas de notable interés son La mecedora (1976) y La casa de las sirenas pálidas (Panamá: Signos [Col. Portobelo, nº 13], 1983).
Hoy ha partido de este mundo, por lo que en El Periódico celebramos su vida y entrega a la causa nacional y a los panameños que nos hemos alimentado y deleitado con su prosa y sus versos que han quedado como un formidable legado de una vida llena de frutos buenos.
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