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Heroísmo santeño afianza la soberanía panameña

Discurso pronunciado por Ivanor Ruiz De León, dirigente político panameño, con motivo de la conmemoración del 453 aniversario de la fundación de la Villa de Los Santos, en Panamá.

Ivanor Ruiz De León

Primeramente, quiero agradecer a las autoridades y organismos responsables de la organización de esta actividad cívica y patriótica, por haberme dado la oportunidad de pronunciar algunas ideas sobre este acontecimiento histórico, relacionado con la fundación de la Villa de Los santos.

Esta es una tarea que compromete a las actuales autoridades, al cuerpo docente, a los padres de familia y a la comunidad en general, en darle continuidad a la transferencia de conocimientos relacionados con nuestra historia que son los pilares de nuestra identidad como pueblo y como nación.

Debo iniciar mi exposición señalando que, por lo general, las fundaciones de las ciudades en la época colonial, debían responder a un plan elaborado racionalmente debido a que se trataba de poblaciones definidas por la metrópoli española, la cual tenía intereses bien definidos de controlar el territorio en perspectiva de los vínculos económicos, comérciales futuros, además de los problemas militares relacionados con la defensa de estas.

Ejemplos típicos de fundaciones de ciudades encuadradas en los criterios de programaciones previamente concebidas, donde el emplazamiento geográfico respondía a las determinantes anteriormente mencionadas, tenemos el caso del binomio Panamá-Nombre de Dios. En este caso Pedrarias, que fue su fundador, localizó a Nombre de Dios en un punto a las orillas de la costa del Mar Caribe y luego partiendo de este punto en dirección Sur, hasta atravesar el Istmo en un punto de las costas del Pacífico donde finalmente quedo emplazada la ciudad de Panamá. Otros criterios con fines económicos, comerciales y militares se utilizaron en las fundaciones de Santa Fe y Portobelo. (La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero, Alfredo Castillero C. 1971).

Como se puede apreciar las ciudades españolas fueron producto de análisis previos, procurando satisfacer necesidades de control del territorio en su función del dominio colonial. Compartiendo la tesis del Dr. Alfredo Castillero C., sobre este asunto, es evidente que la orientación de la corona española, establecían de manera anticipada el futuro emplazamiento poblacional tanto en el aspecto físico y ecológico, como en lo relativo a sus funciones y fines, entre los cuales estaba el estableciendo un nuevo gobierno, no solo de carácter local sino de alcance regional. Toda esta visión de emplazamientos de las ciudades por los colonizadores tenía un enfoque geopolítico muy claro, en sus propósitos de expansión colonial.

Para asegurar sus objetivos coloniales, la legislación de la metrópoli colonial preveía con minuciosidad todas y cada una de las etapas formales que debía presidir los actos fundacionales porque cualquier error en las bases constitutivas de los nuevos poblados podía acarrear el fracaso de los objetivos de dominación colonial hispánica en los nuevos territorios.

He considerado importante establecer este contexto histórico y normativo desde la perspectiva de los intereses coloniales para poder valorar en su justa dimensión la acción revolucionaria de los fundadores de la Villa de Los Santos.

Ante este marco riguroso de procedimientos fundacionales ocurre un desafío excepcional a la hegemonía del colonialismo español al producirse la decisión unilateral de los colonos de la región de Azuero de fundar La Villa de Los Santos.

Por lo anteriormente expuesto, el origen de la fundación de Los Santos difiere radicalmente en casi todos los aspectos, de las demás ciudades españolas de aquella etapa formativa de nuestro país.

Como lo señala el Dr. Alfredo Castillero C. en su libro, La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero,1971 “A diferencia de las anteriores ciudades, Los Santos es fruto de la ruptura de los esquemas coloniales y sus fundadores procedieron con criterios autóctonos sin fanfarrias militares ni eclesiásticas invocando los derechos de Castilla, como ocurrió en las otras fundaciones” (La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero, Alfredo Castillero C. 1971). En esto consiste el espíritu revolucionario de liberación de esta decisión, que posteriormente se expresaría el 10 de noviembre de 1821.

Un documento identificado por el historiador Alfredo Castillero C. denominado Testimonio de Autos, contiene la Carta Ejecutoria Real, la cual revela toda la información necesaria para conocer las peripecias de la fundación de Los Santos.

Esta misma fuente bibliográfica señala que “La alusión al primero de noviembre —fecha de la advocación de Todos los Santos—, como efemérides fundacionales, tienen tan meridiana claridad que su discusión resultaría ofensiva a cualquier inteligencia. En otra parte el Testimonio en mención dice que la noticia de la fundación llegó a Natá “en dos días del mes de noviembre del año pasado de mil quinientos y sesenta y nueve”. La evidencia es igualmente contundente: La fundación tuvo lugar el 1 de noviembre de 1569. y la noticia llegó al día siguiente a Natá.

Un hecho histórico como la fundación de la Villa de Los santos no es un fenómeno que ocurre por la casualidad, sino que tiene causas y factores determinantes que van creando la necesidad de la materialización de ese hecho histórico.

Una de las tesis sustentadas por el Dr. Alfredo Castillero C. sobre este asunto, en su libro La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero. 1971) es que “la decisión de las autoridades coloniales en 1558, de hacer efectivas en la Alcaldía Mayor de Natá, las disposiciones reales de suprimir en Castilla del Oro, el régimen de Encomiendas indígenas constituye un hito histórico que tiene efectos desencadenantes con relación a la fundación de la Villa de Los Santos”. Esta decisión constituyó un golpe mortal para la mayoría de los natariegos y la vida colonial sufrió en esta región una transformación profunda, debido a que quedaba eliminada la principal fuente de acumulación económica de los colonos españoles.

Vale la pena, en este momento, señalar que la Encomienda, como institución colonial, constituía la designación de un territorio a un colono español al cual se le asignaban una determinada cantidad de indígenas, como si fueran unos semovientes más dentro del territorio asignado como mano de obra gratuita. Esta relación económica y social de la Encomienda la tipifica como una figura perteneciente al régimen esclavista y semi feudal.

Frente a estas medidas de abolición de las Encomiendas, los natariegos improvisaron una doble solución que les permitió maniobrar frente a esta situación adversa. Un grupo emigró hacia Veraguas, estableciéndose en Santa Fe (1558), en la Concepción (1559) y más tarde en Las Filipinas (1571). El otro grupo se dirigió hacia el interior de Azuero en busca de nuevas tierras donde establecerse, teniendo conciencia de que el régimen laboral ya no contaría más con el concurso de la mano de obra gratuita de los brazos indígenas, sino con el esfuerzo personal y directo de los propios colonos en el territorio.

La decisión de la Corona española de abolición de las Encomiendas se había expuesto con carácter terminante desde 1553, lo que debió inducir desde entonces un flujo migratorio de algunos colonos hacia las nuevas tierras de Azuero.

Continuando con este orden de ideas, podemos concluir que, bien sea que la marcha hacia Azuero se iniciara desde 1553, tras la decisión terminante de la Corona a favor de la liberación de los indios, o hacia 1558, a raíz de la ejecución efectiva de esa voluntad, es que el movimiento migratorio parece tener un origen común: la supresión del régimen de la encomienda (La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero, Alfredo Castillero C. 1971).

La liquidación de la Encomienda produjo un fuerte golpe a la economía de los encomenderos natariegos, sin embargo, la crisis logró superarse gracias a la oportunidad que abrió la actividad aurífera que se inició a partir de 1559 en las riberas de la recién fundada comunidad de Concepción, que facilitó su pronta recuperación.

El incremento rápido de la actividad minera del norte de Veraguas y el aumento vertiginoso de la población alrededor de la misma, trajo como consecuencia el crecimiento de un mercado interno, cuyas demandas de bienes y servicios van a proyectarse durante unos 30 años, mientras duraron las actividades extractivas. Esto generó una demanda sostenida de productos agropecuarios, en particular de Natá y más aún de Azuero, elevándose la importancia económica de esta región.

La producción de ganado vacuno y el cultivo del maíz fueron en adelante la base de la economía de Azuero., cuya producción era remitida durante estos 30 años a la comunidad de Concepción, pasando por la ruta de Santa Fe.

Es importante resaltar que la Encomienda, como forma de propiedad, que limitaba la riqueza a unas pocas familias de encomenderos, deja de existir, y en su lugar proliferan las pequeñas fincas cultivadas por el pequeño núcleo familiar de colonos blancos, con unos cuantos indios como jornaleros y algunos negros esclavos. Esta proliferación de pequeños núcleos de productores agropecuarios diseminados a lo ancho de la tierra azuerense, fue ampliando gradualmente la demanda de bienes y servicios en la región, contribuyendo a la ampliación del naciente mercado interno regional, factor estimulante para las fuerzas productivas. Estos fenómenos socioeconómicos produjeron inevitablemente impactos de progreso en la producción mercantil tanto agropecuaria como artesanal y en la configuración de una nueva estructura tenencial de la región.

En este proceso de dispersión de colonos hacia las planicies de Azuero, como consecuencia de la rápida pauperización generada por la pérdida de La Encomiendas, el colono prefiere recluirse en los más apartados rincones de la amplia campiña con sus parientes más cercanos y algún esclavo africano. Pareciera que esta conducta le garantizaba una mínima protección contra las exigencias sociales derivadas de la imposición civil y eclesiástica.

La tendencia dominante de este proceso de desintegración producto de la liquidación de la Encomienda fue la de asentarse en las áreas próximas a las comunidades de concentración indígenas fundadas en 1558, especialmente en Parita y Cubita. Así se aseguraba la necesaria mano de obra barata, contratando estacionalmente a los indios como jornaleros.

El núcleo familiar de los colonos en la región de Azuero no concebía su futuro sólo en la satisfacción de sus necesidades domésticas, sino que también aspiraba a producir un excedente sobre el consumo para el mercado. Esta conducta laboral del núcleo familiar del colono, que constituía el corazón de las nuevas fuerzas productivas de la región, iba configurando las premisas de las nuevas relaciones sociales y económicas de producción que estaba generando la eliminación de la Encomienda y que transitaba hacia los elementos primarios de las relaciones mercantiles. Este viraje en las relaciones económicas y sociales de producción, a la postre, exigirían también cambios en la superestructura jurídico institucionalidad colonial vigente y que ya constituía en la práctica un freno a su desarrollo.

Es obvio que el pujante desarrollo económico de los colonos azuerenses fueron acondicionando el espíritu de vivir en comunidad con la seguridad que le daba su creciente importancia económica gracias a su pujante actividad agrícola y ganadera. Por otra parte, la no correspondencia entre el pujante desarrollo de la actividad económica de los colonos frente una normativa institucional colonial rezagada con respecto a las nuevas exigencias del desarrollo de las nuevas fuerzas productivas de la región, fueron creando la necesidad de la segregación, para mejorar su vida tanto social como económica.

El problema de fondo es que este desarrollo de las fuerzas productivas de los colonos en la región de Azuero, iba estableciendo una red de relaciones económica que a su vez exigían cambios institucionales y políticos en la superestructura colonial de la época.

Todos estos cambios en la superestructura se reflejaron en la formación de una cultura basada en el trabajo honesto y creador, del espíritu solidario expresadas en las “juntas de trabajo” para acometer tareas productivas y sociales como la cosecha de una “rosa de arroz o de maíz” o la construcción de una vivienda de quincha para una futura familia, la disciplina laboral, el orgullo por los resultados de la calidad de un trabajo realizado, la innovación en la creación de nuevos instrumentos de trabajo para mejorar la productividad, de no depender de extraños para garantizar su alimentación, los acuerdos de “palabra” para cumplir un compromiso, sin que mediara un notario de por medio, eran valores que mostraban con orgullo los colonos establecidos en la región de Azuero. Estos valores que son fundamentales para el desarrollo económico y social de cualquier pueblo del mundo están seriamente amenazados por las prácticas clientelistas y corruptas de la partidocracia actual y que están poniendo en peligro los cimientos mismos de la nación panameña.

Esta realidad en el desarrollo social de la región azuerenses fue generando contradicciones de intereses con el centro del poder colonial natariego, que fueron profundizándose hasta llegar al grado del antagonismo irreconciliable. Este proceso de agudización de las contradicciones de intereses se vio estimulada por las distancias que separaban a Nata de la naciente comunidad santeña y por el crecimiento de la idea de liberarse de gravosas trabas, exacciones de impuestos, molestias e incomodidades de todo tipo provenientes de la supeditación colonial natariega. Todo esto fue intensificando la voluntad fundacional y separatista.

La fundación de Los Santos el 1 de noviembre de 1569, constituye un intento por superar la crisis de gobernabilidad surgida con el centro del poder colonial natariego, lograr consolidarse en el territorio, bajo la cobertura de un nuevo orden político, superando el aislamiento individual para garantizar su supervivencia.

Esta acción fundacional fue considerada por las autoridades natariegas como un desafío a las autoridades que representaban la Corona española en el istmo. Es por ello, que a pocos días de la fundación el alcalde Mayor de Natá, Rodrigo de Zúñiga visitó el poblado dispuesto a borrar del mapa hasta la última huella de este hecho. (La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero, Alfredo Castillero C. 1971).

Luego de culminada la ceremonia fundacional, en la cual participaron 18 fundadores cabezas de familias, todos labradores y criadores de ganado bovinos y de especies menores, se pasó a la constitución del primer Cabildo que representaba el instrumento más efectivo del autogobierno, que era lo que finalmente buscaba la aventura en la cual se había empeñado este grupo rebelde.

En la elección capitular del 1 de noviembre de 1569 resultaron elegidos como Alcaldes Ordinarios Francisco Gutiérrez y Pedro Martínez de Montenegro y como Regidores a Manuel de Barrios, Benito de Ovalle, Francisco Escobar y Ambrosio Rabelo.

Era de esperar de parte de las autoridades de la Corona, que surgido Los Santos a espalda de los planes y procedimientos oficiales de la colonia, como fruto de una acción rebelde de sus propios vecinos, la nueva población no contaría con el beneplácito y la sanción de la autoridad colonial natariega.

Siguiendo la lógica de estos acontecimientos, el Alcalde Ordinario de Natá, Rodrigo de Zúñiga, como suprema autoridad en asuntos de Gobierno y Justicia de la alcaldía natariega, arma a su gente y se dirige de inmediato a reprimir ese brote conspirador y rebelde.

Según las autoridades natariegas, los santeños se habían apropiado de una jurisdicción que no les correspondía, que habían usurpado el poder Real, habiendo tomado lo que no era suyo, habían elegido Alcaldes y regidores sin autorización ni licencia de autoridad superior, como también era ilegítimo formar poblado sin el requisito previo del aval de la autoridad superior, indispensable para toda fundación.

El malestar de las autoridades coloniales natariegas, se fundamentaba en el hecho de que el procedimiento fundacional de los santeños suponía el inmediato cercenamiento de una porción territorial adjudicada a Nata desde que fue fundada por Pedrarias. Por otra parte, la segregación santeña, provocaría una drástica disminución de impuestos del orden de penas, costas judiciales y los impuestos de carnicería, serian un duro golpe al fisco colonial natariego. El impacto también disminuiría los ingresos eclesiásticos relacionados con el cobro de diezmos provenientes de las actividades agropecuarias. Tomado del libro (La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero, Alfredo Castillero C. 1971).

Es en este contexto, que el Alcalde de Natá decide poner las cosas en orden y marcha hacia los Santos entre el 2 y el 5 de noviembre y encuentra a los defensores fundacionales santeños armados, dispuestos a ofrecerles resistencias. El encuentro entre las dos fuerzas se produjo en las inmediaciones de la quebrada La Rabelo.

Según las investigaciones historiográficas consultadas, al parecer el choque entre las dos fuerzas oponentes no se produjo en términos violentos, sino más bien un fuerte forcejeo sin que la sangre llegara al rio. En este encuentro lograron apresar a Francisco Gutiérrez, a Francisco de Escobar, a Manuel de Barrios, a Ambrosio Rabelo, a Benito de Ovalle, a Lázaro Salazar, a Pedro Montenegro el Mozo y a Simón Gonzáles. El alcalde Zúñiga secuestró sus bienes y derribó las casas que estaban hechas en la población y por último quebró la vara que poseía Francisco Gutiérrez como símbolo de su autoridad como alcalde.

El alcalde natariego embestido del poder colonial, condujo a los presos a Natá y los encerró en la cárcel el 5 de noviembre. Los puso en el cepo y no les pidió confesión y descargo hasta el 11 de noviembre, demostrando con esta actitud su prepotencia y obligándoles a presentar sus descargos en el tiempo perentorio de solo cuatro horas. El alcalde pronunció la sentencia el 15 de noviembre, condenando a Simón González, a Pedro Ortiz, a Pedro Rodríguez, a Andrés de Mendieta, y a Juan Gonzáles Moreno a penas leves.

A Francisco Escobar y a Manuel de Barrios más importantes que los anteriores que habían sido elegidos regidores el día de la fundación los condenó a 10 años de destierros de esta ciudad de Natá lo que significaba el abandono de sus tierras de Azuero y al pago de 1,000.00 pesos cada uno, lo que significaría su ruina.

La peor parte como era de esperarse le tocó a Francisco Gutiérrez cuya sentencia fue la siguiente: Que fuera paseado atado de pies y mano, por las calles de Nata y que el mismo a voz de pregonero, manifieste su delito y posteriormente llevado a la picota para ser ahorcado, además se le expropiación de todos sus bienes y derechos que pasarían a propiedad del fisco de su majestad el rey. (La Fundación de La Villa de Los Santos y los orígenes históricos de Azuero, Alfredo Castillero C. 1971).

Imagen del encuentro patriótico en la Villa de Los Santos.

Finalmente, los santeños no se dejaron arrinconar por las autoridades natarieagas pues conocían sus derechos. Francisco Gutiérrez, Francisco Escobar y Manuel Barrios presentaron una apelación a la sentencia del alcalde colonialista de Natá ante el Superior Tribunal de Justicia, que era la Audiencia de Panamá. Esta instancia judicial falló revocando el juicio y sentencia del Alcalde Zúñiga y condenaba a Gutiérrez al destierro de esa corte a cinco leguas (una legua mide 4.82 kms) alrededor de la ciudad de Natá y la población de Los Santos por cuatro años, a Barrios y Escobar “a destierros de dichos sitios por dos años.”. Condenaba a Francisco Gutiérrez a pagar adicionalmente 500 pesos de plata y a los otros dos 250 pesos de plata.

Gracias a este fallo controversial Francisco Gutiérrez el primer alcalde de la Villa de Los Santos quedó definitivamente a salvo de una muerte deshonrosa.

Definida la suerte de los condenados, quedaba pendiente un asunto de mayor interés colectivo: la población de Los Santos continuaba solicitando su reconocimiento a la Audiencias. Atendiendo a esta solicitud la Audiencia nombra al Oidor Álvaro de Carvajal para que recorra las tierras natariegas y santeñas y recabe la información necesaria que permitiera verificar la conveniencia de confirmar la fundación. Tomando como base el trabajo realizado por el Oidor Carvajal, la Audiencia sentencia en grado de Vista, que: “se pueble y haga pueblo en dicho lugar y que ahora está comenzando a poblarse y tenga jurisdicción como las demás villas de españoles que están pobladas en estos reinos de Indias y que de ello se de noticias a su majestad”.

Así culmina esta batalla por el desgajamiento de una parte del territorio del Ayuntamiento de Natá y la fundación de Los Santos.

He querido referirme intencionalmente al “vía crusis”, al que fue sometido el criollo Francisco Gutiérrez, primer alcalde de Los Santos por conducir el movimiento fundacional que expresaba el descontento y la rebeldía de las grandes mayorías de los pobladores de la región, con el propósito de resaltar ante este escenario lleno de una generación de jóvenes estudiantes, de educadores y pueblo en general, su ejemplo de valentía, de heroísmo sin límite y de una extraordinaria convicción en la misión de la campaña emprendida, desafiando todo el poderío de las instituciones coloniales de la época, al punto de poner en juego su propia vida por una causa justa. Francisco Gutiérrez no mostró en ningún momento un ápice de debilidad, de cobardía, manteniendo siempre en alto su dignidad como conductor del movimiento rebelde, resistiendo con estoicismo todos los vejámenes, privaciones y amenazas de las autoridades coloniales al servicio de la Corona española.

Así como Francisco Gutiérrez, queremos que sean las nuevas generaciones de jóvenes para que levanten con valor nuestras banderas de lucha patriótica frente al nuevo coloniaje al que estamos siendo sometidos y que busca borrar nuestra identidad como nación, el saqueo de nuestros recursos naturales, profundizando la desigualdad y la exclusión de las grandes mayorías de nuestro pueblo.

Desde esta tribuna, levanto mi grito en reconocimiento a tan digno hijo de este pueblo: ¡Viva Francisco Gutiérrez y todos los compañeros que caminaron con él, este difícil y riesgoso camino!

Hemos avanzado, pero la lucha por nuestra definitiva independencia continua.

Muchas Gracias.

(Tomado del Periódico Bayano Digital)

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