El penitente de las formas A Carlos Arboleda

Por: Pedro Luis Prados

Hoy falleció Carlos Arboleda, una esquela sencilla del Ministerio de Cultura consigna el hecho. Por lo demás a nadie le interesó y muchos de los que leyeron la noticia no sabían quien era ni qué hizo. Lo conocí cuando en el año 1961 regreso de Florencia graduado en la Escuela Nacional de Escultura y con el aval de toda la tradición escultórica de la Academia de Barcelona. Envanecido con el aprendizaje del neoclásico italiano realizó una exposición en le Paraninfo Universitario. A partir de allí el más ignominioso anonimato oficial y ciudadano.

En un país que la escultura y los monumentos son suministros de materiales para pepenadores de hierro, cobre y bronce sus pocas obras fueron destruidas sin que a nadie le importara. Creyó poder cambiar la mentalidad en este territorio de hordas con centros como la Casa de la Cultura, impartiendo clases en la escuelitas improvisadas y mendigando espacios para exposiciones, transitó 60 años de vida en este marasmo de ignorancia e ignominia, Ante la poca receptividad por el trabajo escultórico que requiere conocimientos de volumen, espacio, densidad y composición, se dedicó ocasionalmente a la pintura la cual fue un ejercicio de pocas compensaciones para sus necesidades existenciales.

En algunas ocasiones que conversé le insté para que se fuera del país, traté de convencerlo que para él y para otros con esa dimensión del arte no había espacio en este país, pero siempre huraño me decía que yo era muy pesimista, que las cosas cambiarían y siempre aferraba esa esperanza a determinados proyectos políticos o promesas demagógicas que abanicaban su talento.

Se fue con esa pesadumbre del artista que labra con su imaginación un mundo de promesas, pero que la realidad le devuelve una abrumadora carga de frustraciones. Le escribo estas líneas para que se entretenga mientras busca un espacio entre los muertos, y olvide la voracidad que consume a los vivos

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