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El árbol de higo y las dudas.|


Por: Aristides Ureña Ramos

(En la ex zona canalera de Albrook)
Dicen que las respuestas a muchos interrogativos crúzales se encuentran dentro de nosotros, pues en el momento en las que nos interrogamos, viven dentro de nosotros inquietudes o momentáneos turba mientos que necesitan ser enfrentado. Pues la serenidad es zona oscura que necesita ser fortalecida por certezas indudables que apagan las ardientes llamas de la inseguridad.

Pues en mí, en el mismo momento que me atengo a escribir estas cortas líneas, sentado en la terraza de mi casa, observo el árbol de higo que no deja de sorprenderme cada mañana, a su vez regresa en mi mente una solo frase “cuanta vida hay en un solo árbol, cuantas cosas acontecen en él”, pues desde muchos meses, sigo con mucha atención todo lo que pasa entre las ramas de este majestuoso y fuerte árbol.

“Ese higo hay que cortarlos, porque sus ramas, van rápidamente a tocar los fundamentos de la casa y harán quebrar las paredes y el piso”-
Así sentenció el jardinero, un hombre de tez morena, de estatura alta, piel sufrida de las grandes fatigas bajo el sol, flaco y sordo, que seguramente provenía de la zona del Darién, de aquellos lugares donde la talla y corte de montes es ruda práctica, pues sin aprobar su cruda sentencia, afectuosamente evite tal veredicto despiadado y atroz.
Somos algo que pertenecemos a nosotros mismos, al mismo tiempos nos debemos a nuestro pasado, somos cimientos de pasiones, lágrimas, alegría, amor y sosiegos. En cada ser de este planeta hay un fuerte sentido de pertenencia, por eso la soledad, el abandono, son condiciones anómalas del ser humano y en ellas sufrimos, porque son ajenas a nuestro equilibrio interior y esto es igual para todos los seres humanos de esta tierra.

Cortar nuestras raíces es salto en el vacío, neblina borrosa que no ayuda a proyectar con luz propia nuestra idiosincrasia, pues nuestras raíces son guías seguras, centinelas en nuestra ruta en esta vida.

Al mirar cada mañana este hermoso árbol, he visto de todo lo absurdo que podamos imaginar, dos iguanas, grupos de faisanas, talingos en luchas, picaflores picando los maduros higos, un noctámbulo búho, dos sospechosas lechuzas ojonas y una bejuquilla verde, que encanta por su verde belleza y destreza al cazar.

El árbol de higo pareciera vestirse y desvestirse a cada hora del día, en la mañanita sus graciosas hojas son verdes brillantes, y orgullosamente mira hacia la dirección del sol, coqueteando con el trinar de multitud de pajaritos pequeños variopintos que giran en torno a él, como queriendo abrigar en sus alrededor una sinfonía de luces, colores y música de un cantor mágico y hechicero….y que a un momentáneo abandono inevitablemente la frase: -“Buenos días señor coquetón, que bien luces hoy” porque no hay mañanita más bella, que aquella hace vivir el creado junto a nosotros.

A mitad de la mañana, cuando comienza a subir el sol, entorno a las diez de la mañana, cuando la luz define cada cosa, pues en sus partes donde hace sombra, notamos unas lechuzas abrumadas a par a par, con sus enormes ojos buscan el justo reparto de su fatigado anochecer.
Pues a la llegada del medio día, cuando el calor es duro azoque para los humanos, el árbol chilla de desesperación, con pájaros que en violento ajetreo trina fuertemente, consternados y agitados, y como mágico acontecer el árbol se llena de miedo y de lucha feroz.

Es la bejuquilla, la culebra que en búsqueda de sus alimentos ha atrapado un pájaro y las demás volátiles tratan de defender a la desafortunada víctima. Cumpliéndose la desafortunada regla de la ley de la jungla.

Siendo la tercera vez que participo a esta horrible escena, donde la culebra siempre captura un pajarito y la batalla de solidaridad incondicionada de los demás pájaros son actos de una comedia violenta y cruel…. mis pensamientos se dividen en dos, ayudar a la víctima o al carnicero.

¿Quién es la víctima y quién es el carnicero?, la víctima podría ser la culebra que busca su habitual sobrevivir con la única técnica que conoce, ¿es el pobre pajarito, atrapado en la cruel boca de su verdugo?

Hay un orden moral que sostiene el sentimiento de justicia en cada uno de nosotros, ella está dictada de nuestras profundas convicciones cuales vienen hacer muy personales, cada vez que estas consideraciones la ponemos en acto, se enfrentan al pensamiento colectivo de la “justa decisiones”, desnudando nuestros convencimientos delante a la totalidad de posiciones, allí es donde toman fuerzas nuestras certezas y al mismo tiempo vacilan nuestro entender en esta vida, convenciendonos de nuestras acciones o haciéndonos los cambiar.

Yo, he quedado tres veces frío e inquieto, sin intervenir…he visto un bellísimo pecho rojo, ser tragado poco a poco de la bejuquilla y el feroz ataco de los azulejos y capi roja defendiendo a la víctima, sin nunca intervenir, y eso me ha puesto mal, a tal punto que he decidido, darle caza a la culebra capturarla y ponerla en otro jardín, como quien dice corazón que no ve, corazón que no siente. Solución villana y cobarde porque sé que ese acto cruel se repetirá allá en otro lugar.

Tal vez he renunciado a mi papel principal en el orden de jerarquía en la cadena alimentaria, donde el hombre decide por los demás seres humanos, así plantas, animales cada ser viviente depende de nuestra incontrolada voluntad de sed de venganza o de sobrevivencia, pero sé que no era la solución más justa, más bien la única posible dentro de mis entendimientos.

Hoy veo hermoso y radiante mi árbol de higo acompañado de las brisitas de mis múltiples dudas. …que Dios nos proteja y nos de fuerza para continuar.

Albrook junio 2015

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