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Del Caracazo al “por ahora”: La animadversión como arma geopolítica contra el proceso bolivariano

 

La mediática esconde que la bonanza petrolera del puntofijismo sembró la rebelión en Venezuela… La banda sonora de un pueblo intuyó que el petróleo sin justicia social era solo gasolina para la rebelión.

 

Por Rafael Méndez
República Dominicana

Desde el Caracazo hasta el “por ahora”, desde las misiones sociales hasta la producción nacional, desde el bloqueo hasta el BRICS, el pueblo venezolano sabe que su lucha nació de la desigualdad y que la revolución bolivariana es hoy gobierno, construcción soberana y resistencia. Cada siembra comunal, cada fábrica reactivada y cada escuela abierta lo testimonian: el petróleo sin justicia fue gasolina para la rebelión, y esa rebelión se convirtió en proyecto histórico. Por eso, hoy, la animadversión es arma geopolítica, no opinión: una narrativa inducida, calculada y diseñada para quebrar la moral de un pueblo que, lejos de rendirse, produjo, resistió, venció y preserva, como origen y destino, su propia memoria.
Desde hace décadas se incubó el germen de la insurrección bajo un modelo que convirtió a Venezuela en un país rico en renta petrolera y pobre en derechos, con lo que el proceso bolivariano no brotó de la nada, como insiste la mediática global, sino del largo y profundo descontento acumulado bajo el puntofijismo, cuyo pacto oligárquico gobernó desde 1958 hasta 1998 excluyendo a las grandes mayorías. Ese pasado, que sembró desigualdad y miseria, hoy es borrado para tratar de imponer el relato simplista de que Nicolás Maduro es la raíz de todos los males nacionales.
El Acuerdo de Punto Fijo entre Acción Democrática, COPEI y URD firmó la cláusula de alternancia controlada, excluyó al pueblo de las grandes decisiones y consolidó un poder tutelado por Estados Unidos. Fue una democracia formal, lubricada por la renta petrolera, que generó corrupción estructural, alimentó burocracias y profundizó un modelo rentista sin redistribución real. En las barriadas, el espejismo de la “Venezuela saudita” se estrellaba contra casas de cartón, escuelas insuficientes, hospitales precarios y un abismo social inocultable. Alí Primera y Los Guaraguao lo cantaban como denuncia y preludio: el petróleo sin justicia prendería fuego a la historia.
Cuando el barril de petróleo se desplomó y la fiesta de élites terminó, llegó el ajuste del FMI: devaluaciones, privatizaciones, liberalización de precios y recortes precarias y limitados acciones sociales. En febrero de 1989 el pueblo dijo basta. El Caracazo no fue protesta de pasaje ni alimentos: fue una insurrección contra un sistema excluyente. La respuesta oficial fue masacre, con miles de muertos extraoficiales. Tres años después, el “por ahora” de Chávez canalizó la esperanza histórica de un pueblo decepcionado y abrió la puerta a un nuevo proceso.
Chávez y la irrupción del sujeto político
Con Hugo Chávez en la presidencia en 1999 se reconoció por primera vez al pueblo como sujeto constitucional, se recuperó la renta petrolera, se nacionalizaron sectores estratégicos, se implementaron misiones sociales, se redujo la pobreza, se expandió el acceso a la educación y la salud, se democratizó la tierra, y Venezuela se convirtió en referente del Sur Global. La derecha interna e internacional nunca perdonó que Chávez colocara a los pobres en el centro de la política y levantara un proyecto soberano, bolivariano y latinoamericanista.
Tras su desaparición física en 2013, se desató la ofensiva más feroz contra el proceso. La mediática global creyó haber encontrado la coyuntura perfecta para convertir a Nicolás Maduro en chivo expiatorio. Se fabricó el dogma del fraude, se sembró el mito de la ilegítima sucesión y se redujo la complejidad venezolana a un eslogan repetido: “Maduro es el problema”. Así se borraba el origen histórico de la crisis, se silenciaba el Caracazo y se negaba la memoria popular.
La animadversión inducida se convirtió en arma geopolítica, y se propagaron etiquetas como “narcoestado”, “dictadura”, “títere de Cuba”, y se manipularon imágenes y discursos para con la aviesa intención de ridiculizarlo. El objetivo: fracturar la identidad chavista, incubar odio, desmoralizar y generar consenso internacional para sanciones, bloqueos, desconocimiento institucional y aventuras militares bajo la narrativa de la “restauración democrática”. La derecha fascista, desconcertada, aislada y sin discurso creíble, busca en la intervencion militar de Estados Unidos, la única vía de salvación “para la transición democrática”.
La respuesta memoria que no pudieron borrar
Mientras se repetía el dogma mediático del colapso, Venezuela desmontó la dependencia rentista y avanzó hacia un modelo productivo. Hoy, más del 90% de los alimentos de la canasta básica son de producción nacional. En plena asfixia financiera, el Estado reactivó el campo, fortaleció cadenas productivas y articuló alianzas internacionales para perforar el bloqueo de facto. El ingreso al BRICS confirma un proceso que el cerco no logró quebrar.
Venezuela registra crecimiento económico, recuperación industrial y mejoras sostenidas. Las movilizaciones multitudinarias de trabajadores, estudiantes, comunas, mujeres, transportistas, sectores productivos y pensionados son diarias, sin tensión civil ni fractura social. Estudios recientes señalan que el 94% de los venezolanos rechaza cualquier invasión extranjera, y las calles expresan consenso mayoritario por la paz, en tanto la derecha radical venezolana vive su peor momento: sin calle, sin programa, sin liderazgo y sin masividad.
Aquí aparece la paradoja que desnuda la manipulación: basta imaginar el cacareo mundial si Maduro dejara de aparecer 24 horas en público, o si Diosdado Cabello una noche suspendiera el kilométrico “Con el Mazo Dando”, que tanto sigue y detesta la oposición. Se desatarían teorías delirantes, pero María Corina Machado puede desaparecer por días sin presentarse públicamente, y no hay alarmas, titulares ni especulación mediática. Ese doble rasero expone quién es el centro gravitacional y quién se hunde en irrelevancia.
La mediática internacional no soporta admitir que el puntofijismo sembró la rebelión, ni reconocer que Chávez resolvió el dilema histórico de un país rico y un pueblo pobre, ni aceptar que Maduro sobrevivió al cerco económico, mediático y financiero más agresivo del siglo XXI. Por eso fabrica el espejismo de una Venezuela previa previas al chavismo como oasis, y busca convierte al chavismo en caricatura, y a Nicolás Maduro como el portador de todos los demonios, aunque despertando de la trampa que se tendieron…” Maduro no es lo que creímos…lo más fácil para un inteligente es hacerse pasar por bruto, lo difícil es que un bruto se pueda hacer pasar por inteligente” …

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