El desarrollo individual y espiritual del ser humano es inversamente proporcional al desarrollo material, tecnológico y social. Como animal imperfecto, sigue centrando su sobrevivencia en la voracidad y el aniquilamiento de su entorno y de los demás.
La fórmula para resolver sus controversias sigue siendo atávica, con conflictos, guerras y genocidios. Se siente orgulloso de trabajar tenazmente por exterminar al contrario y alcanzar la capacidad de su auto destrucción, imponiendo una voluntad suicida global.
Llega el momento de definir de qué lado se está. No se trata de ser impoluto, porque no lo hay. Se trata de elegir la tiniebla, la destrucción y la servidumbre, o la luz, la solidaridad y la democracia.