Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Los bancos, y también el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ganan en el negocio de prestamistas, solo si pueden colocar préstamos entre los deudores. Los Contratos de préstamos son tan perversos que, al no poder cumplir con el servicio de la deuda pactada, mucha de la cual fue a parar misteriosamente a manos de privados en virtud del atraco que ha permitido la corrupción rampante, ahora los acreedores se hacen cargo de la gerencia de los países, y se pierde la soberanía, el gobierno, la dignidad y casi, la virginidad.
Los préstamos con altas tasas de interés que, por lo general, superan los límites de usura, muy a pesar de que el precio del dinero esté accesible, a cada país, según la calificación que, desde factores y variables caprichosas, les hacen incrementar la dificultad que significa el pago de más altos intereses en razón del grado de inversión o riesgo de los préstamos de calificadores que son aliados, sin duda, de los acreedores.
Argentina, país al que queremos mucho, por razones académicas ya que una de nuestras maestrías en Derecho Procesal y la materias del Doctorado, fueron dictadas en Panamá, bajo la dirección del extraordinario profesor Adolfo Alvarado Velloso, desde la decanatura de la facultad de Derecho de la Universidad de Rosario, pero también por las luchas similares de descolonización que hemos llevado juntos, en las que nuestra consigna era el Canal es de Panamá y las Malvinas son argentinas, sufre desde hace dos años, la arremetida de estos organismos que prestaron irresponsablemente dinero, no para inversión, sino para que se lo consumiera el capital, la especulación y la devaluación de esos mismos préstamos recién recibidos, pero hoy reclaman pagos imposibles y el sometimiento absoluto de las políticas públicas del país austral, que afortunadamente el gobierno de Alberto y Cristina han sabido sortear hasta ahora.
Los acreedores, son responsables en gran medida de la situación de Argentina, y después de un fracaso monumental del gobierno de Macri, en la que alegremente, hace dos años atrás, contrajo deuda de 44.000 millones de dólares con el FMI. Hace más de un año, una misión del FMI que encabezaba la directora adjunta del departamento para el hemisferio occidental, Julie Kosack, el venezolano Luis Cubeddu, a cargo del caso argentino, se sentaron por una semana para negociar con el ministro de Economía, Martín Guzmán, y después de un año de esas reuniones, Argentina ha podido renegociar en términos distintos, la pesada deuda, en la cual repito, los prestamistas tienen gran grado de responsabilidad.
El movimiento social argentino ha desarrollado una caudal de importantes movilizaciones a fin de poner de relieve que, para poder pagar estas deudas, que fueron dineros tirados por el caño, es menester sanear la economía argentina y privilegiar la deuda social con el pueblo argentino antes que la dudosa deuda externa adquirida por Macri y que al llegar Alberto Fernández a la presidencia, lo primero que hizo de manera responsable fue no admitir un nuevo desembolso que como caramelo le habría preparado el FMI y que hoy no tendría moral para pararse a negociar.
En la Argentina actual, el fracaso de Macri es tan monumental que, no solo dejó una salvaje deuda, sin lograr ningún objetivo para apuntalar la economía argentina, sino que, además, dejó al país con mucha más pobreza y pobres de lo que él lo recibió. Endeudado y pobre es el resultado de una administración que terminó en un amplio desastre, cuyo corolario fue su intromisión en los asuntos internos de Bolivia, apuntalando militarmente un golpe de Estado, la dictadura de Jeanine Áñez Chávez, y corresponsable de la muerte de decenas de bolivianos y la supresión de los derechos humanos de miles de ciudadanos de ese país hermano.
Nuestra solidaridad con la Argentina digna, de esa gente trabajadora, alegre, que ahora transita por un valle de tristeza y de angustia y que, en medio del desastre, debe generar una gran unidad nacional y popular para poder recuperar las riendas de un futuro promisorio y en donde se restaure la dignidad del pueblo argentino.
Una lección nos queda de esta experiencia argentina. Igualmente en Panamá, la última década, con dos administraciones llenas del comején de la corrupción inimaginable, el país se ha endeudado por la astronómica suma de más de 40 mil millones de balboas, en una nueva deuda pública peligrosa y que pone en serio riesgo la soberanía de la nación y nuestra dignidad, por lo cual, urge establecer mecanismos de control severos a fin de no continuar con las políticas de engramparnos financieramente con ligereza, en manos de estos agiotistas, porque no solo le legamos una carga irresponsable a nuestros hijos y nietos, sino que, está en riesgo, hasta la posibilidad de si le dejamos como herencia, deuda impagable que los convierte en esclavos, en vez de patrimonio, país y dignidad.
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