El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
La Flor de la piñuela
La piñuela es una planta que mi padre usaba algunas veces, como cerca, por sus espinas. Pero la piñuela produce el piro, sus frutos, que, salcochados con sal, adquieren un sabor y un deleite exquisito al más exigente paladar.
Cuando estaba niño, hasta se usaba como purgante para las lombrices, pero ahora resulta que la exportan como una fruta exótica del más rico sabor.
En los campos se valoraba el mamón, el nance para chicha o pesada, el tamarindo, el marañón, la caña suave para chupar, todo el mundo tenía achiote para condimentar, la guaba, el mango de varias variedades, el caimito, el guineo manzano y el morado no faltaba, el árbol de pan, el aguacate morado y pescuezón, el níspero, la nonita, la guanábana, granada, granadilla, guate, la piña criolla, el marañón curazao, la naranja, mandarina y el limón con raspadura, es decir una cantidad de frutas contentivas de la fuente de sanidad por su contenido alto en vitamina C.
Todo en derredor nos acariciaba como doncella fina y culta a su enamorado, y el embeleso nos recorría, sin que notáramos que el tiempo pasa delante de nuestras vidas y no lo podemos detener. Así han venido las canas, pero también el sosiego y la sapiencia, porque cuando atajamos al potrillo, se nos va la yegua. Difícilmente pueden conjugarse juventud con experiencia y experiencia con juventud, porque, son dos curvas que parten de orígenes distintos y solo por breve tiempo se encuentran y retozan juntas y luego, irremediablemente, se separan.
La vida se nos va como agua entre los dedos, y aunque quisiéramos detener la escena, cambia tan solo el indetenible, el tiempo, aquel que envejece al más pintado y le nubla los ojos y le estira el pellejo al que sea.
¡Por un país decente y una patria para todos!
¡Así de sencilla es la cosa!
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