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EL 1937 DE LA MUERTE. (De la vida real)  Cuento corto.  

Por Ramiro Guerra.  

León Quintero, maestro de profesión jubilado. Le gustaban los juegos de azar; su preferido, los sorteos dominicales de la lotería nacional. Los domingos, después de asistir a la iglesia, se dirigía al parque de su pueblo, Palo Seco, donde Alfonsina, que tenía por oficio, la venta de billetes y chances, por años le guardaba veinte pedazos de fracciones de billetes con el número 1937.

Como era habitual en él, después de retirar los billetes, se retiraba a su casa, a esperar el sorteo dominical, que retrasmitía una emisora local. Se sentó en su viaja poltrona. Siendo las doce del día, comenzó el sorteo. El locutor que cantaba los números, anunció la primera cifra, el uno; a los minutos, previa propaganda comercial, el nueve, anuncia el locutor Fabio, muy conocido en el pueblo; y así sucesivamente, anuncia el tres. En ese momento, León Quintero, sintió que su corazón asemejaba a un tambor repicando, como anunciando que por fin la suerte tocaba la puerta de su casa. Fabio, vuelve y canta; esta vez el número siete. 1937 el primer premio.

El pueblo, no supo más de León Quintero; ni siquiera su vendedora Alfonsina. Pasarón semanas, los vecinos sintieron que, desde el interior de la casa de León Quintero, salía un olor a carne putrefacta. Algo ocurría dentro de la casa.

Llamaron al regidor y este ordenó, derribar la puerta. Sorpresa, en la silla poltrona, yacía León, muerto. En el suelo, los supuestos billetes premiado. Las conjeturas en el pueblo no faltaron. Murió de un infarto, al pensar que se había ganado la lotería o de decepción y frustración. El 1937, que Alfonsina le entregó al difunto, por equivocación, no eran para el sorteo dominical, sino para el sorteo del miercolito.

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