Por Ramiro Guerra M.
Una madrugada cualquiera. Esta parecía corretear al día que todavía ocultaba su soberana presencia.
Yo le acompañaba, totalmente con un severo insonmio.
Contaba segundos para ver el día entrar.
Finalmente un hilillo de luz se filtró por una rendija del cuarto.
Estaba exhausto. Corrí y abrí una ventana para darme cuenta que naufragaba en la nada y el vacío.
La existencia se me había ido con la madrugada.
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