Fueron arrastrados por las caudalosas aguas de la indiferencia nacional y la corrupción de gobiernos presentes y pasados. Su futuro de ahogó cuando el dinero llenó bolsillos, en lugar de construir puentes y caminos para una población que confió su voto a administradores incapaces de mirar más allá de su avaricia.
La muerte no llegó a Mironó: Vive allí, convive con los olvidados, los marginados. Si la quebrada no gritara en el silencio de la tragedia, el resto del país ni siquiera sabría que existen.
La quebrada Pita es el testigo del abandono, memoria viva de décadas de marginación. Llora como madre a sus hijos, que para el resto son apenas bastardos de la nación.
En la escuela Cascabel faltan dos alumnos. No hay sillas vacías porque nunca llegaron. Las promesas de equidad jamás cruzaron el umbral. No hay pupitres, ni pizarras, ni aulas dignas. En el país de los millones, no hay recursos para construir un salón, mucho menos voluntad para asumir la muerte de dos hijos de la patria.
La muerte de dos niños en la Comarca Ngäbe Buglé es una memoria peligrosa, un llamado urgente, un reclamo colectivo, un grito que exige poner fin a la corrupción.
No fue la quebrada quien los mató. Fue nuestra indiferencia, nuestro silencio cómplice, la injusticia que avanza impune, que roba la esperanza al que nada tiene y condena el porvenir de toda una nación.