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“vamos a resolver los desafíos que afrontemos uno por uno, con cuidado y de manera consecutiva”.

Comunicado en relación con el aniversario de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, emitido por  la Embajada de la Federación de Rusia en Panamá.

El 24 de febrero se cumple un año desde que el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, tomó la decisión de realizar una operación militar especial para proteger al pueblo ruso y salvaguardar la soberanía y seguridad nacional de nuestro país contra el régimen neonazi de Kiev y sus patrocinadores occidentales.

Se trata de un momento de cambios drásticos e irreversibles en el mundo. En los campos de batalla de Ucrania, Rusia está luchando no sólo por sí misma, sino también por todos los países que comparten nuestra visión de un mundo multipolar de carácter justo, equitativo y democrático donde cada Estado tenga derecho a gozar plenamente de su soberanía, determinar libremente su propia vía de desarrollo. Nuestros detractores liderados por Washington profesan un enfoque marcadamente distinto que supone, aunque sea bajo el disfraz de un cierto “orden mundial basado en reglas”, la preservación de su dominio neocolonial en el planeta, atentando flagrantemente contra los principios de la igualdad, la paridad y la seguridad indivisible.

Cabe subrayar que toda la responsabilidad por haber desencadenado el presente conflicto bélico recae en los Estados Unidos y sus aliados. Según acaban de revelar los propios líderes del Occidente (en particular, Angela Merkel, François Hollande y Boris Johnson), siempre habían considerado los esfuerzos diplomáticos en torno a la crisis ucraniana como nada más un “espectáculo” cuyo único objetivo era ganar el tiempo para consolidar las capacidades militares de sus títeres en Kiev. Mientras Rusia llamaba al cumplimiento estricto de los Acuerdos de Minsk (aprobados por el Consejo de Seguridad de la ONU), impulsaba las negociaciones en el formato de Normandía y buscaba sinceramente la paz, los países de la OTAN rodeaban nuestras fronteras con sus bases militares y laboratorios biológicos, encubrieron las atrocidades cometidas por los ultranacionalistas ucranianos, lo que costó la vida a más de 14,000 personas en la región rusohablante de Donbás. De tal manera, las élites occidentales engañaron no solo a nosotros, sino también al mundo entero, poniéndolo al borde de una confrontación armada directa entre potencias nucleares.

En este contexto, no se deben hacer ilusiones sobre las verdaderas intenciones de nuestros oponentes. Sus planes no tienen nada en común con la búsqueda de una solución pacífica del conflicto. En marzo de 2022, con el visto bueno del Occidente, Ucrania rechazó el único formato de negociación prometedor que se estaba desarrollando en Estambul, mientras que el 30 de septiembre de 2022 Vladímir Zelenski firmó un decreto que prohibió cualquier diálogo con los actuales dirigentes rusos. Y por no hablar de los multimillonarios suministros de armas ofensivas y sanciones económicas unilaterales que, según afirman los altos mandos de la OTAN, están diseñadas para causar “la derrota estratégica” de Rusia y “hacer sufrir” a su población, los objetivos muy nobles y humanísticos.

A pesar de todas estas indicaciones, el 23 de febrero de 2023 la Asamblea General de la ONU se dejó manipular por un grupo de países occidentales, al tomar la lamentable decisión de aprobar la llamada “fórmula de la paz” propuesta por el caudillo del régimen ucraniano. Este proyecto peligroso solo sirve para promover la agenda antirrusa y está totalmente desconectado de la realidad. En particular, la iniciativa pretende revertir la autodeterminación legítima de Crimea y las cuatro provincias que se reunieron con Rusia a raíz de los referendos en septiembre de 2022, así como obligar a los dirigentes rusos a responder ante la justicia (bajo acusaciones falsas) y expropiar los fondos ilegalmente congelados de nuestro país. Otro detalle que habla por sí solo: Rusia, cuyos intereses el documento afecta de la manera más directa posible, nunca recibió alguna invitación de colaborar en la preparación del texto de este proyecto.

La situación en torno a Ucrania volvió a poner de manifiesto el desprecio total del Occidente por el bienestar de los pueblos del mundo. En vez de atender a las necesidades urgentes del desarrollo sostenible de África, Asia y Latinoamérica, prefieren financiar guerras para preservar la supremacía global del “mil millones de oro” de los ciudadanos europeos y norteamericanos. Desde el inicio de la fase actual de la crisis, los EE.UU. y sus aliados gastaron más de 150 mil millones de dólares para financiar la guerra. Al mismo tiempo, según los datos de la OCDE, en 2020-2021 las potencias del G7 solo asignaron 60 mil millones de dólares en ayuda financiera para los Estados más pobres del mundo. Habitualmente, dicha asistencia escasa está condicionada con una serie de requisitos muy estrictos relacionados con la democracia, los derechos humanos, la lucha contra la corrupción y la transparencia fiscal que ni siquiera los propios países de la OTAN y la Unión Europea logran cumplir.

Sin duda alguna, los sacrificios socioeconómicos que las potencias occidentales imponen a la comunidad internacional no les ayudarán a alcanzar sus objetivos antirrusos injustos. Al restringir las transferencias bancarias entre Rusia y sus socios comerciales, robar descaradamente nuestras reservas financieras externas y quebrantar la logística de suministros de nuestras mercancías, Washington y sus aliados solo agudizaron la crisis energética y agroalimentaria global que comenzó durante la pandemia del COVID-19. Sin embargo, la economía y el sistema financiero ruso no se derrumbaron: el PIB de Rusia solo bajó un 2,1% en 2022, mientras que el Occidente pronosticaba que perdería un 20-25%. A pesar de los numerosos intentos de aislamiento, el sector empresarial ruso ha encontrado vías alternativas de exportación e importación, reforzó los lazos mutuamente beneficiosos con socios responsables y predecibles en el mundo entero.

Un año después del inicio de la operación militar, el pueblo ruso está convencido, hoy más que nunca, de que al fin y al cabo saldrá victorioso de esta guerra híbrida total. La verdad histórica está con nosotros. La política profundamente cínica de Washington que usa “cuentos de hadas” de la democracia y la libertad (así como, más recientemente, las ideas esencialmente totalitarias de la “nueva ética” social) para poder controlar a los países independientes, apropiarse de sus recursos naturales, no tiene cabida en el siglo XXI. Junto con sus amigos a nivel internacional, Rusia estará apoyando el proceso objetivo de la formación de un sistema multipolar donde no haya división entre las llamadas “naciones civilizadas” y todas las demás, un mundo donde se promueva interacción honesta que en principio niegue cualquier exclusividad. Según sostuvo el Presidente Putin en su reciente mensaje a la Asamblea Federal de Rusia, “vamos a resolver los desafíos que afrontemos uno por uno, con cuidado y de manera consecutiva”.

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