Por Ramiro Guerra M. Abogado y cientista político social.
Escuche en un video al obispo Rómulo Emiliani, decir, más o menos, que los políticos (palabras más o menos) contaminados por una escala de valores pervertidos. Pero más grave, decir que los políticos son el reflejo de un pueblo que igual sufre por severos grados de dispersión de la conciencia, producto de un exacerbado individualismo y permeada por los mismos antivalores que se critica a los politicastros.
Algo de razón tiene monseñor Emiliani. La sociedad ha sido conducida y moldeada por una especie de proceso donde por todos los poros de la misma se respira antivalores como la corrupción, enajenada en un individualismo donde el nosotros y el vosotros ha sido purgado de nuestra mentes.
Este proceso algunos lo denominan idiotización del ser, donde el pensar críticamente ha sido sustituido por lo banal, lo trivial y las pseudos verdades.
Se trata de un proceso trabajado con premeditación y cálculo de los poderes fácticos de la dominación. El control de lo mediático por estos poderes, pervierte la conciencia y el ser no logra transitar hacia el deber ser o a una conciencia para sí. Desde esta perspectiva, razón tiene el obispo. Nada bueno sale de esta matriz, salvo excepciones.
¿Este planteamiento a donde nos lleva? Ineludiblemente al sistema educativo. El núcleo central del deber ser de la educación, pensar para cambiar en un sentido crítico, no existe y en consecuencia lo extracurricular controlado por los medios masivos de comunicación, induce a todo lo contrario, a la constitución de un ser manipulado y manipulable.
La juventud ha sido la víctima en esta realidad. Mucho que hacer en dirección a la constitución de una conciencia ciudadana, con un sentido crítico y un hacer mediador que coloque al ser humano en una real dimensión de un sentido de pertenencia y no de pertenecidos. Mucho trabajo por hacer. La peor tara y obstáculo, una educación rémora y desfasada.
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