Mientras más creo conocer a Donald Trump, más me convenzo de que la reencarnación existe: Trump es una versión desmejorada, un esperpento entre Adolf Hitler y Teodoro Roosevelt. Si no lo es, al menos se le parece.
El presidente Donald Trump inició su mandato vociferando que Groenlandia — la isla más grande del mundo — era “vital para la seguridad nacional de EE.UU” y que su país debiera comprarla o tomarla a la fuerza.
Afortunadamente, la primera ministra de Dinamarca, Mette Frederiksen, ha dicho en reiteradas veces que Groenlandia no está en venta y que, además, su población (56,865 ha.) aspira a la independencia.
Dinamarca ha acompañado a EE.UU. en todas sus guerras, por lo que las declaraciones de Trump resultan incomprensibles y lamentables viniendo de un aliado histórico.
Dinamarca, contrario a Panamá, ha convocado a una reunión de la UE en Bruselas en busca de respaldo multilateral a sus reclamos.
En cuanto a Canadá, otro aliado histórico de EE.UU. — que Donald Trump quiere convertir en su Estado 51 de la Unión — el primer ministro Justin Trudeau, en medio de una crisis gubernamental sobre aranceles, ha rechazado tal posibilidad, ya que solo el 13% de su población la aprueba.
México, amenazado permanentemente por EE.UU. como fuente del Fentanilo, de ilegales inmigrantes y de delincuencia de toda laya, ha rechazado en boca de su presidenta Claudia Sheinbaum, las amenazas de Donald Trump, que incluyen la invasión y la ocupación militar del país azteca.
La presidenta Sheinbaum ha dicho que su país cooperará y coordinará con EE.UU., pero sin sumisión alguna. México se aprestó a recibir a sus inmigrantes nacionales pero no a los de otros países.
Afortunadamente, los generales y la plana mayor del ministerio de la Defensa de EE.UU. han rehusado violar los derechos humanos de los inmigrantes, de sus familias e hijos, que estaban siendo arrestados y encarcelados sin órdenes judiciales y en las peores condiciones.
La propia judicatura estadounidense ha apoyado la actitud rebelde de sus militares.
Además, como si fuera poco, California, que posee la cuarta economía del mundo, ha amenazado con independizarse de EE.UU. como protesta por la política migratoria del presidente Trump que solo traería bancarrota en su aparato productivo.
En pocas palabras, Donald Trump está sentado sobre un barril de pólvora, en medio de una bancarrota institucional que está destruyendo el país.
El Golfo de México no se salva de la insaciable geofagia del presidente Trump que, para hacer “grande” nuevamente a EE.UU., no vacila en asesinar a la geografía, rebautizando el Golfo como el “Golfo de América”, soslayando que el mismo baña las costas de México, Estados Unidos y Cuba, a los que el Derecho Internacional atribuye marcados derechos y deberes.
Trump es un verdadero megalómano y apóstata de la paz mundial.
México, junto a Canadá y China, son objeto de una guerra arancelaria que está siendo resistida y cuyo objetivo es oponerse, aunque infructuosamente, al crecimiento económico, político y tecnológico de Pekín, que supera con mucho a Washington.
He dicho hasta la saciedad que el presidente Donald Trump es un incurable mentiroso en cuanto a la falsa presencia de china en el Canal de Panamá, que el estrafalario mandamás rebautiza como “el Canal de EE.UU.” (ver: Julio Yao, “Análisis de la resolución senatorial”, La Estrella de Panamá, 28 de enero de 2025; y “Ante las amenazas de Donald Trump”, La Estrella de Panamá, 6 de febrero de 2025).
Ya el presidente José Raúl Mulino declaró, a raíz de la visita del secretario de Estado, Marco Rubio, que “el Canal es de Panamá y lo seguirá siendo.”
Sin embargo, Mulino ignora que desde 2018 el entonces Senador Marco Rubio había visitado el Canal y que el mismo no había encontrado a ningún chino a pesar de que ya operaba en sus orillas la empresa Hutchison Ports.
Tras la visita de Rubio, Panamá desmintió un despacho de la secretaría de Estado en Washington que afirmaba que los barcos de EE.UU. “no pagarían peajes de ahora en adelante.”
La ACP lo confirmó al decir que la entidad canalera no había hecho ajustes en los peajes, ya que ello lo determina el llamado Tratado de Neutralidad.
Lo que sí dijeron los directivos de la ACP es que harían “más expedito” el paso de barcos de la U.S. Navy. No obstante, ese privilegio ya lo tienen en el llamado Tratado de Neutralidad, que les permite a dichas naves ponerse “a la cabeza de la fila”, lo cual en mi opinión es una violación que vicia ese instrumento.
En 1982, durante la Guerra de las Malvinas, EE.UU. extendió arbitrariamente el aludido derecho (ponerse a la cabeza de la fila) a las naves de guerra del Reino Unido que participaban en el conflicto con Argentina.
Panamá denunció infructuosamente esta violación del tratado ante la ONU, llevada a cabo por Jorge Illueca, nuestro embajador en ese organismo.
Ahora bien, la entrevista del presidente Mulino con el secretario de Estado, Marco Rubio, produjo la cancelación del Memorándum de Entendimiento sobre la Iniciativa de la Franja y la Ruta entre Panamá y China Popular (IFR), suscrito el 18 de noviembre de 2018, durante la visita del presidente Xi Jinping.
La anterior cancelación, sumada a la presión contra la empresa Hutchison, mal acusada de seguir órdenes del PCCh, revela que Panamá está obedeciendo más a los requerimientos y exigencias de Donald Trump que cumpliendo su deber de defender la independencia y la soberanía nacional.
La cereza del pastel: “nuestro gobierno” (es un decir) ha prohibido a nuestros diplomáticos (Terceros Secretarios, ministros consejeros, embajadores, cónsules, etc.) contestar a EE.UU. cualquiera de sus amenazas, acusaciones, falacias, insultos, difamaciones y exageraciones.
Ello explica la profunda cobardía de enviar nota al Consejo de Seguridad de la ONU (y retirarla); el ensordecedor silencio de nuestro embajador en EE.UU., José Alemán, y de nuestra embajadora en la OEA (Olviden Ese Asunto), Ana Irene Delgado.
Es mejor que eliminen a los zánganos del Servicio Exterior, cierren la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad de Panamá y ayuden a los jubilados de la Caja de Seguro Social.