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Juan Jované
El fascismo en la Casa Blanca
Trump ha amenazado con tomarse el Canal de Panamá a la fuerza si es necesario y utilizando una política de violencia, chantaje y extorsión.
Samir Amin, en su artículo titulado The Return of Fascism in Contemporary Capitalism (2014), hace alusión a varios rasgos fundamentales del fascismo en los países centrales. Ambos resultan claramente presentes en el gobierno norteamericano encabezado por Donald Trump.
El primero de estos rasgos es que se trata de gobiernos que aspiran a instaurar o, en su caso restaurar su hegemonía sobre un espacio geográfico determinado o sobre el conjunto del planeta. Este último, como lo destacó John Bellamy Foster en su ensayo titulado Neofascism in the White House (2017), es un rasgo que caracteriza al gobierno de Trump.
El segundo rasgo, de acuerdo a Samir Amin, es la idea de que el fascismo, en sus diversas formas concretas, siempre ha jugado en favor del capital y, más concretamente por el capital monopolista. No es casualidad, entonces, que los personajes claves en la reciente toma de posesión de Trump, hayan sido principales empresarios de los grandes capitales del área tecnológica de la inteligencia artificial, todos los cuales tienen una estrecha vinculación con el capital financiarizado.
También es claro, como lo señala Foster en el artículo antes citado, que los gobiernos fascistas, que tiene una naturaleza plenamente antidemocrática, buscan alinear todos y cada uno de los elementos del Estado bajo su dirección. La búsqueda de este tipo de Estado Totalitario toma en el gobierno de Trump la forma que el mismo llama la lucha contra el Deep State, que, además, toma la forma de una desregulación profunda en interés de la acumulación de capital, incluyendo la de tipo ambiental. En este último aspecto el neofascismo entiende las regulaciones ambientales como una barrera a la acumulación de capital, la que simplemente debe demolerse. Desde luego que la reformulación del Estado en favor de los intereses del capital monopolista significa su achicamiento.
Teniendo todo esto en cuenta, es claro que la presencia Trump en la Casa Blanca, no es un simple resultado del azar, por el contrario, representa la expresión de una política de los sectores económicamente dominantes de Estados Unidos, que entienden que el deterioro de su hegemonía precisa de una política claramente fascista. Es lo que Alejandro Marcó del Pont explica en su ensayo titulado No es Trump, Idiota, es Un Proyecto (2025). En el mismo explica como las políticas de Trump están guiadas por el llamado Proyecto 2025 de la Heritage Foundation. Este hecho que ha sido corroborado por el análisis de Nik Popli, sobre las primeras medidas introducidas por Trump en sus primeros días de gobierno, análisis que fue publicado el 24 de enero de 2025 en el Time Magazine, con el revelador título de Las primeras medidas de Trump reflejan el Proyecto 2025.
La política exterior del neofascismo
Para entender la política exterior del gobierno de Trump, se debe partir señalando que esta se encuentra definida por una potencia consciente de su decadencia, la que busca defender y restaurar su hegemonía.
En base a esto es fácil entender que para los Estados Unidos (EE. UU.) la amenaza fundamental a su hegemonía es el desarrollo, económico, comercial, tecnológico y militar de la República Popular de China (RPCh). Concretamente en el ámbito económico no solo se trata del avance de la RPCh en términos del comercio y las inversiones externa, sino que, principalmente del avance de la misma en el plano tecnológico. Esto es evidente en la forma en que el lanzamiento de un modelo chino de inteligencia artificial (IA), creado por DeepSeek, no solo sorprendió a las empresas norteamericanas de IA, sino que impactó de manera muy significativa el valor de las acciones frente a la misma.
Lo antes planteado explica plenamente que la primera prioridad de la política exterior norteamericana es frenar y revertir el ascenso de la RPCh como potencia mundial. En el plano militar esto significa generar una presión continua sobre este país, desarrollando una creciente fuerza militar norteamericana, capaz de operar en el contorno geográfico de la RPCh.
En el plano económico se busca no solo utilizar los aranceles para frenar las exportaciones chinas hacia Estados Unidos, también significa bloquear las exportaciones norteamericanas de elementos que faciliten el desarrollo tecnológico de la RPCh. También implica frenar la expansión económica, comercial y de inversiones de la RPCh hacia otros países. Es útil señalar, además, que en búsqueda de sus objetivos, el neofascismo de Trump está dispuesto a ignorar, interpretar a su manera o simplemente violar cualquier tratado internacional o bilateral.
Es bueno señalar que la militarización del gasto público norteamericano es extraordinariamente conveniente para el capital tecnológico centrado en la IA, el cual mantiene una enorme influencia sobre el gobierno de Trump. Esto se debe a que el armamento moderno tiene un alto componente de IA. Esto también sería de gran utilidad pare empresas como Lockheed Martin, Boeing y otras que producen equipo militar.
Siguiendo en la esfera de la economía, es importante señalar que para Trump y sus ideólogos neofascistas la presencia de un creciente déficit comercial norteamericano, también es parte de la decadencia de Estados Unidos como potencia, lo que explica que para el nuevo inquilino de la Casa Blanca la palabra más bella del diccionario sean los aranceles como medida de protección del mercado interno. Desde luego que se trata de una política peligrosa, capaz de desarticular las cadenas de valor a nivel internacional, así como generar una sería situación inflacionaria dentro de los Estados Unidos.
También se parte de la idea, errada, por cierto, que la migración desde los países menos desarrollados es simplemente una de las causas del desempleo en Estados Unidos. Obviamente no solo se olvida que el desempleo y el estancamiento de los salarios en ese país se debe a la aplicación de la política neoliberal promovida por el capital financiarizado. Se trata de una visión que, pese a lo anterior, le sirve al neofascismo para encontrar un chivo expiatorio que le permite, en base a posiciones racistas y chauvinistas, desviar la atención de la población que le sirve de base política. De ahí su política de deportación masiva y de exigencia a otros países de usar todos sus recursos, incluyendo los represivos, para evitar la inmigración motivada por el “sueño americano”.
A lo anterior se debe agregar que, para el neofascismo de Trump, también se trata de defender al dólar como la moneda hegemónica global. Esto explica las amenazas de Trump de sanciones arancelarias dirigidas a los países del BRICS, así como a cualquier otro que intente crear una moneda que rete la hegemonía del dólar. Marco Rubio ha llegado a decir que esto es importante, ya que, si suficientes países comerciaran entre ellos usando sus propias monedas, ya no sería posible introducir sanciones basadas en el uso del dólar como divisa internacional.
La Doctrina Monroe Ampliada y Panamá
En el caso de América Latina y el Caribe, la prioridad norteamericana no está animada por el deseo de que la región logre un desarrollo sostenible y autónomo. La prioridad es frenar lo que Trump, sus ideólogos y los militares norteamericanos entienden que es el avance de la RPCh en nuestra región. Se trata, entonces, de frenar cualquier actividad de este país, ya sea real o imaginaria, sobre el comercio exterior, los procesos de inversión, la tecnología de la comunicación y la generación y administración de infraestructuras, que a juicio de los militares norteamericanos pueda ser de doble uso, es decir comercial y militar. A esto se agrega la idea de que Estados Unidos debe controlar toda la exploración, extracción y comercialización de los recursos naturales de América Latina.
A lo anterior se agrega una política arancelaria agresiva, que pretende potenciar la posición comercial norteamericana. La misma se inauguró con la elevación de aranceles a Canadá y México, la que, sin embargo, ha venido siendo resistida por estos países. Este incidente muestra claramente que se trata de una política fallida cuando la voluntad de gobiernos, como es el caso de México, toma una posición digna en defensa de sus intereses nacionales y hacen retroceder los designios del neofascismo del gobierno de Trump. Se trata de un punto tan débil de la actual política norteamericana que un artículo publicado en el Wall Street Journal el 31 de junio de 2025, firmado por su Comité Editorial, la calificó como “la guerra comercial más tonta de la historia”
En términos de su visión xenofóbica, el neofascismo de Trump, además de practicar una política de deportación masiva, calificando a todos los migrantes expulsados como delincuentes, pretende involucrar a algunos países de América Latina en la ejecución de la misma. Concretamente que algunos países presten parte de su territorio para albergar verdaderos campos de concentración de personas deportadas de los Estados Unidos.
Todos estos elementos se resumen en lo se puede calificar como la Doctrina Monroe Ampliada. Esta se expresa en la presencia de una política dirigida a que Estados Unidos declare abiertamente que su espacio vital de dominio exclusivo, concepto netamente, fascista, abarca Groenlandia, Canadá, Estados Unidos y toda América.
Más aún, se trata de una posición que se plantea la expansión territorial del Estados Unidos. Es así que Trump, siguiendo su visión neofascista, ha propuesto comprar Groenlandia, anexar a Canadá como otro estado de los Estados Unidos y también anexarse, por la fuerza si fuera necesario, el Canal de Panamá.
En efecto, en el caso de Panamá las aspiraciones imperiales – neofascista del gobierno de Trump son claras. En primer lugar, se propone, sin tener ningún derecho o razón económica válida, tomarse completamente el Canal de Panamá. Las recientes declaraciones de Marco Rubio han sido muy claras, reafirmando la posición de Trump, que “el mensaje del presidente es volver a operar el Canal”, añadiendo que “la colaboración en el tema migratorio con Panamá no remplazaría el interés de EE. UU en tener bajo control las operaciones canaleras.” A este respecto se debe recordar que, además, en su reciente visita a Panamá, de acuerdo a la vocera del Departamento de Estado, “el Secretario Rubio informó al Presidente Mulino y al Ministro Martínez-Acha que el Presidente Trump ha tomado una determinación preliminar de que la actual posición de influencia y control del Partido Comunista Chino sobre el área del Canal de Panamá es una amenaza para el canal y representa una violación al Tratado de Neutralidad Permanente y Operación del Canal de Panamá.” Este comunicado de la vocera del Departamento de Estado continúa señalando que “el Secretario Rubio dejó claro que este status quo es inaceptable y, que a falta de cambios inmediatos, requeriría que Estados Unidos tomara las medidas necesarias para proteger sus derechos bajo el Tratado.”
Más allá del ultimátum directo de Rubio contra Panamá, el mismo día en que este visitaba Panamá el señor Trump reiteró su amenaza de “recuperar el Canal de Panamá”, agregando que si Panamá se resiste “algo muy poderoso va a suceder”. También aprovechó para amenazar el sistema financiero de Panamá, alegando que “lo que Panamá ha hecho es terrible para la seguridad financiera de esta parte del mundo”.
Por su parte, Peter Hegseth afirmó que hará “lo necesario” para garantizar su acceso al Canal. Es obvio, que, tras una falsa presencia de la RPCh en el manejo del Canal, incluyendo imaginarios soldados chinos, lo que pretende Trump es violar todos los conceptos del derecho internacional, a fin de consumar, violentamente si es necesario, un verdadero acto de acumulación por desposesión, es decir de rapiña imperial contra Panamá.
El Canal no es, sin embargo, el único objetivo de la política neofascista norteamericana. Esto queda claro en la resolución presentada al Congreso de Estados Unidos por varios senadores. En la misma se lee claramente que Panamá deberá “Expulsar a todos los funcionarios de la República Popular China que operan en los puertos panameños y otros proyectos de infraestructura críticos.”
La resolución antes citada, también muestra que la política imperial – neofascista se propone, violando el artículo V del Tratado de Neutralidad, imponerle a Panamá, la presencia de tropas norteamericanas. El disfraz que se usa en este caso es la de una fuerza conjunta. De acuerdo a resolución se trata de “desarrollar una fuerza de tarea conjunta Estados Unidos – Panamá para supervisar la seguridad del canal, mejorar la seguridad regional y garantizar la libertad de navegación.” También es de esperarse que Estados Unidos busque una presencia militar no solo en las riberas del Canal, sino también en Darién, alegando el tema migratorio.
La necesaria respuesta de Panamá
Es más que evidente que el objetivo básico del neofascismo de Trump es someter completamente a Panamá, despojándolo de su activo más importante y convirtiendo políticamente al país en una especie de neo colonia, carente de una real soberanía. La propia Nación Panameña está, entonces en peligro, por lo que hace falta una respuesta patriótica y muy clara frente a la ofensiva imperial neofascista.
Para comenzar, se trata de movilizar a la población panameña para la defensa de nuestra nación. Esto pasa, a nuestro juicio, por cumplir dos tareas importantes. En primer lugar, debe terminar la situación en que los ingresos provenientes del Canal que se entregan al ejecutivo, pasen a ser efectivamente utilizados en el desarrollo nacional con justica social y sostenibilidad ambiental. Los mismos no deben seguir sirviendo para que los empresarios del país sigan evadiendo impuestos por más de B/. 7,800.0 millones y para que los políticos corruptos se enriquezcan y hagan clientelismo. La población panameña debe tener la seguridad de que los recursos que el Canal entrega al Ejecutivo se gastarán en su beneficio, es decir para un desarrollo nacional con justicia social y sostenibilidad ambiental, guiado a resolver los grandes problemas económicos y sociales de la población panameña.
En segundo lugar, también resulta necesario revertir la actual política de choque practicada por el actual gobierno, la cual prioriza los intereses de los sectores económicamente dominantes, el capital transnacional y las calificadoras de riesgo, a la vez que sacrifica los intereses básicos de la población. Ejemplos de esta política son la actual reforma al sistema de seguridad social que actualmente se aprueba en la Asamblea Nacional, así como la intención de reabrir la contaminante mina de Donoso. Se trata de políticas que atentan contra la conformación de un frente nacional popular democrático, que se movilice en defensa de la nación panameña.
El otro elemento básico de la defensa de la nación se relaciona con la política exterior. Panamá es un país pequeño, altamente vulnerable económica y militarmente frente al imperio norteamericano. En esta situación, tal como lo ha señalado recientemente el Dr. Bolívar Pedreschi “el gobierno panameño tiene que internacionalizar la causa panameña con urgencia y a tiempo completo.” Se trata no solo de explicar al mundo la situación de Panamá frente a las flagrantes violaciones del derecho internacional por parte de Estados Unidos. Se trata de hermanar la lucha nacional de Panamá con la de todas la naciones y pueblos los que, al igual que nosotros, están siendo afectados por la política neofascista del gobierno de Trump.
Lastimosamente, el actual gobierno de Panamá no viene actuando a la altura de las circunstancias. No solo se trata que el señor Mulino se haya dado el costoso lujo de afirmar que la frontera de Estados Unidos queda en el Darién. Además, recientemente, a un costo económico de cerca de B/. 2.7 millones, su administración contrató, supuestamente para defender la posición de Panamá, a un grupo de cabilderos cercanos a Trump, uno de los cuales el 23 de diciembre del 2024, avaló con un lenguaje soez una posible intervención norteamericana para apropiarse del Canal de Panamá por la vía de la invasión militar.
A lo anterior se debe agregar que, en sus declaraciones del jueves 30 de enero de 2024, en lugar de insistir en que su prioridad debe ser Panamá y su soberanía, prácticamente se alineó, olvidando nuestra neutralidad, con los intereses globales norteamericanos. Se trata de una posición que, al mostrar este alineamiento, dificulta, entre otras cosas, la necesaria internacionalización de nuestra causa.
Más allá de estos hechos, que pueden ser calificados de preliminares, la posición antipatriótica del gobierno de Mulino se manifestó con claridad en la posición sumisa que adoptó en el marco de la visita del señor Rubio. Varios hechos así lo revelan:
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Ante el práctico ultimátum del señor Rubio y la reiteración de las amenazas de Trump de tomarse el canal, el señor Mulino optó por tratar de venderle a la población la idea de que no existe ninguna contradicción de fondo, ni confrontación con la actual política norteamericana.
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Intentó degradar la seria problemática de las amenazas contra el manejo del Canal por Panamá a un asunto supuestamente técnico, dando lugar a una especie de mesa técnica entre Estados Unidos y la ACP, la cual resulta muy peligrosa para el país. De hecho, por su cuenta y riesgo, el administrador del Canal, le aseguró, como consta en las noticias internacionales a “trabajar con la marina de guerra de ese país (Estados Unidos), para optimizar la prioridad en tránsito de sus buques a través de la vía acuática”, se trata de una posición que va más allá del derecho que tienen dichos barcos en caso de guerra según el Tratado de Neutralidad. Ahora parece que se trata de una prioridad en cualquier momento y circunstancia.
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Realizó una serie de concesiones unilaterales. Entre estas se encuentra el retiro de Panamá del Convenio de la Ruta de la Seda, contradiciendo la necesaria política de multilateralidad en apoyo al desarrollo nacional. La posición de Panamá debe ser de neutralidad en cualquier tipo de guerra, incluyendo las comerciales. Así mismo, sin explicar realmente de lo que se trata, el señor Mulino cedió el aeropuerto de Metetí para facilitar la política de deportación masiva del señor Trump. Se trata de una concesión que apunta hacia la creación de un verdadero campo de concentración, militarmente custodiado.