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Teorías de las relaciones internacionales. El divisivo Ucraniano.|


Por: Rigoberto Castillo G.
Abogado y Master en Derecho Internacional

Teorías de las Relaciones Internacionales

No existe en sí una definición, ampliamente, aceptada sobre lo que debemos comprender son las relaciones internacionales, sin embargo, para el desarrollo de este ensayo nos apoyaremos en lo que se conceptúa como ´definición técnica’ de las relaciones internacionales que comprende estas como, “un campo de estudio de carácter social, económico, jurídico y político basado en el conocimiento y el análisis de la convivencia entre los distintos países, las gentes y sus acciones en un marco global” y, aunque no entraremos en el aspecto teórico como tal de estas teorías, las expondremos de manera breve e intentaremos explicarlas, pragmáticamente, como son implementadas en el divisivo ucraniano y por qué se afirma que, el conflicto en Ucrania es de vital importancia para la continuidad y el desarrollo de la raza humana, tal cual y la conocemos en nuestros días.

Actualmente, en las relaciones internacionales existen diversas escuelas y teorías que intentan explicar el fenómeno de las relaciones entre los Estados y, entre éstos y los diferentes actores (personas físicas o jurídicas). El conflicto en Ucrania ha reavivado las diferencias y pugnas entre las escuelas o teorías de las relaciones internacionales, pero en esta ocasión nos ocuparemos de dos importantes escuelas: la escuela Realista, o teoría de la Soberanía de los Estados-nación, y la escuela Liberal, o teoría del Liberalismos en la Relaciones Internacionales; siendo ellas, casualmente, las responsables (indirectas o directas) del actual conflicto armado en Ucrania.

La escuela Realista, o teoría de la Soberanía de los Estados-nación, está orientada a la defensa de la de soberanía nacional de los Estados como entidades únicas y eternas. La soberanía de los Estados-nación es una cuestión sagrada e inherente a la existencia del territorio, cultura, costumbres, tradiciones, creencias religiosas, libertades, y valores en Estado y la sociedad que en él se desarrolla, por lo que nada puede estar por encima del Estado, de ahí que, en las relaciones internacionales deba prevalecer una coexistencia y un equilibrio de intereses constantes entre los Estados soberanos, y entre estos con los distintos actores. En este contexto aparecen las alianzas, pactos, tratados o convenios, protocolos de ayuda mutua para la paz o las guerras entre los Estados fuertes, y entre Estados fuertes con Estados más débiles.

Para la escuela Realista, el respeto a los derechos de soberanía e integridad territorial en una cuestión inalienable de existencia del Estado-nación, por lo que toda actividad a lo interno del mismo debe estar regulada y controlada por sus instituciones y poderes, como una cuestión de preservación de la paz social, la moral, valores, las buenas costumbres y las creencias místicas religiosas arraigadas en el pueblo. El ser humano es un eslabón de interés social y de preocupación para el Estado. La conducta y formas de vida del hombre están reguladas conforme a las buenas costumbres y a la educación objetiva social y moral. Esta teoría ha estado vigente en la gran mayoría de los países del mundo, desde la Paz de Westfalia de 1648.

Como cuestión curiosa, la teoría Realista, o de la soberanía de los Estados-nación en las relaciones internacionales inicia un declive paulatino, a partir de la desintegración de la Unión Soviética y la consecuente disolución del campo socialista y el Pacto de Varsovia, en 1991, remarcándose su caída, de forma más su abrupta, con los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas en los EE.UU. en el que van tomando cuerpo otros valores sociales que muchos calificarían de antihumanos y si se quiere amorales en las sociedades occidentales, en el Estado y en las relaciones internacionales.

A esta teoría, podríamos afirmar, se adhieren la gran la mayoría de las Cancillerías de los Estados de América Latina, Asia, África, la Federación de Rusia y Asia Central, y demás países de Medio Oriente, no así países como Canadá, Gran Bretaña y la Unión Europea (con excepción de Hungría y Polonia), aunque muchos coinciden, respecto a los EE.UU. que persiste una muy arraigada tendencia conservadora adepta a esta escuela entre miembros del Partido Republicano, en particular, el ex presidente Donald Trump y en unos que otros miembros del Partido Demócrata.

Contrario a la escuela Realista, se encuentra la llamada escuela Liberal en las relaciones internacionales. Esta, parte del hecho que, en el hombre y en la sociedad y, por ende, respecto al Estado, como resultado final de su desarrollo operan cambios y transformaciones que califican de “progresistas” o “revolucionarias”.

El hombre, afirma los liberales, no tiene una naturaleza eterna como tal y, por sí mismos, son libres de cambiar, de modificarse o alterarse, reformarse, renovar y variar sus vidas, moral, costumbres, creencias, géneros y valores por derecho propio, sin la intervención del Estado y sus instituciones de poder político, judicial, legislativo, moral, religioso y ético. Cambios que van a ir produciéndose como resultado de nuevas prácticas y experimentos sociales y que bien estarían en contraposición a las leyes, la moral, la iglesia, las costumbres y las tradiciones de los pueblos (matrimonios del mismo sexo, travestismo, transformismos, homosexualismo, ideología de género, feminismo, la emigración descontrolada, la teoría del cambio climático, la legalización y uso de los narcóticos de manera libre y no penalizada, el derecho al aborto, despenalización de la pedofilia, las relaciones sexuales entre niños y personas mayores de edad y, demás libertinajes sexuales en la educación de los niños y jóvenes, etc.). En fin, todo aquello que, de acuerdo a los liberales anquilose al hombre al pasado y que le prohíba o impida la “nueva libertad”, lo “revolucionario”, los nuevos valores, por lo que, lo conservador, lo antiguo y moral debe ser destruido y por ende rechazado por los individuos en la sociedad liberal de nuevos valores, pues esta debe ser libre y abierta lo más que pueda a esas transformaciones del hombre y de la sociedad misma, y por ende el Estado.

Estos criterios son empujados, por los liberales, a nivel global de las relaciones internacionales entre los Estados, con un rol de imposición mundial. En consecuencia, todo aquello que sea contrario a lo que es llamado la “sociedad abierta” y de “nuevos valores” debe ser combatido, destruido, o desacreditado, afirman los liberales. Una vez destruido o desacreditados los llamados “antiguos valores humanos” y con ellos a los “iliberales” (que se anteponen al liberalismo), a nivel de un país, internacionalmente, o globalmente será entonces cuando, las amenazas con el uso de la fuerza o las guerras entre los Estados deberán (hipotéticamente) desaparecer.

Los precursores del liberalismo conceptúan que los “iliberales”, no son seres humanos, por lo que es correcto su exterminio, a través de métodos y medios que bien podrían ser los de armas biológicas, exterminio químico, supuestas enfermedades o supuestas pandemias artificiales, guerras híbridas, etc.

Una de las entidades más precursora del liberalismo en Europa, es la llamada Universidad Central Europea (CEU), fundada en 1991, en Budapest – Hungría, y la llamada “Open Society”, ambas de propiedad de George Soros. La CEU aparece en Budapest meses después de la desintegración del campo socialista y de la disolución del Pacto de Varsovia, y la Fundación “Open Society”, se encuentra activa en más de 120 países del mundo, llevando el caos y la desestabilización de los diferentes gobiernos (revoluciones de colores, primavera árabe, la revolución de los tulipanes, etc.)

Muchos, quizás, desde hace algún tiempo han venido oyendo y leyendo sobre que ciertas “teorías de la conspiración” informan acerca de los planes de creación de un, supuesto, “gobierno mundial”, de la supuesta necesidad de que el Estado sea reducido a su más mínimo rol, o en el peor de los casos desaparezca, que la humanidad debe estar gobernada por una inteligencia artificial, que el hombre en su ser y conciencia actual se verá transformado en especies de robot, que nuestras conciencias serán almacenadas en computadoras, que el hombre será transformado en una especie de máquinas (algo así como un ciborg, etc.), que el sexo de la raza humano deberá desaparecer, y demás, pues permítanme manifestarle estimado lector que, dichas teorías nunca fueron conspiracionistas, sino reales, ya que estos son algunos de los postulados de la escuela Liberal en las relaciones internacionales vigente en la UE, y a la que, además, de Soros se suma el padre del proyecto globalista llamado “Great Recet” (Foro de Davos), Klaus Schwab, del que es su ideólogo exponente y que, entre otras cosas, ve y percibe a Rusia y a su presidente Vladimir Putin como sus más aguerridos obstáculos para su dominio global, por las posturas conservadoras, morales, éticas, religiosas (ortodoxa rusa), y porque consideran que, los supuestos “valores y libertades Occidentales” son un retroceso y un perjuicio en el “desarrollo” de la civilización humana.

El liberalismo en las relaciones internacionales está presente en casi todas a las actividades de los gobiernos Occidentales europeos (UE), la OTAN, en la Administración Biden, el Partido Demócrata, la ONU (Objetivos de Desarrollo Sostenibles – ODS), la Organización de Estados Americanos (OEA), la Corte Interamericana de Justicia, en entidades financieras internacionales, por mencionar, el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Interamericana para el Desarrollo (BID), la Organización Mundial de la Salud (OMS), y cobra fuerza en algunos Ministerios de Relaciones Exteriores de ciertos países de América Latina en donde se hacen llamados a la abolición de la familia, pidiendo o exigiendo a sus ciudadanos y a la sociedad, a través de las normas legales, la tolerancia a las relaciones de sexo convexo, o la unión del mismo sexo, la educación sexual “inclusiva” a los niños y menores de edad, así como a los jóvenes, el cambio climático, la libertad al uso de las drogas o lo que es peor a su despenalización y al derecho al aborto, sin importar las causas de los embarazos.

Hoy en día, el enfrentamiento abierto entre estas dos escuelas de las relaciones internacionales, no encontraron otro mejor territorio que el suelo ucraniano, prestado y bien abonado por el presidente Volodimir Zelensky, a la UE, a la OTAN y a los EE.UU., para encarar a Rusia como exponente de la escuela Realista en las relaciones internacionales. Y es que, es de aquí que surge el criterio de la lucha entre el bien y mal, o lo que algunos llamarían, la última de las batallas liderada por Rusia, en contra del demonio (el liberalismo en las relaciones internacionales, o lo que es llamado en Europa y los EE.UU., los nuevos valores y libertades occidentales).

Es en medio de este escenario que, se instiga el conflicto en Ucrania, como una forma divisiva de Europa y Alemania de Rusia y, de Rusia respecto a todos los pueblos hermanos eslavos (Polonia, Ucrania, Eslovaquia, Eslovenia, Bosnia, Croacia, con excepción de Serbia, que se mantiene junto a Rusia)

El Divisivo Ucraniano.

Ucrania vive, en el presente, una de sus etapas más dolorosas de su historia. Involucrada, innecesariamente, en un conflicto entre hermanos históricos y étnicos eslavos, y con consecuencias aún indeterminadas, pero que por los datos que arroja el actual conflicto, le podría conducir a perder una parte muy importante de su territorio, tanto del Este como del Oeste del país.

Es fundamental entender que el conflicto en Ucrania creó una gran brecha de división entre los pueblos eslavos ruso y el ucraniano, que de paso el presidente Putin ha querido, con las operaciones especiales, el desarme y la desnazificación de Ucrania no causar daños irreparables o sensibles a la población civil ucraniana, por cuanto, dijo Putin, “…es con ellos, con quienes deberemos seguir manteniendo nuestras relaciones”.

El conflicto en Ucrania, además, ha sembrado una ingrata desconfianza entre vecinos de Rusia (Finlandia y Suecia), y en particular, en la zona denominada por los EE.UU. como el “Intermarium” (región entre el Mar Báltico y el Mar Negro), integrada por, Ucrania, Bielorrusia, Rumanía, Hungría, Moldavia, Polonia, Eslovenia, Letonia, Estonia y Lituania.

Finlandia y Suecia, más que temerosos azuzados de lo que llama la OTAN, la “amenaza de rusa”, han solicitado su adhesión a la Alianza Atlantista y su proceso de ingreso se encuentra en espera para tramites en Bruselas, aunque hasta el presente se han encontrado con la oposición de Turquía, quien ha manifestado no estar a favor de permitir el ingreso a la OTAN de estos dos países, por ser países que, de acuerdo con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, son refugios de terroristas. “Los países escandinavos son como una casa de huéspedes para las organizaciones terroristas”.

Por otro lado, pero en la misma línea de ideas, George Fridman, húngaro – estadounidense, presidente de la revista “Geopolitical Futures” y experto en geopolítica y asuntos internacionales, tiempo antes del inicio de las operaciones especiales rusas en Ucrania, en una intervención en el “Chicago Council on Global Affairs”, afirmó que, “ningún país puede eternamente vivir en paz, incluso los EE.UU., constantemente, está en guerras… en Europa habrá una guerra, habrá una paz temporal, los europeos morirán en una guerra…ya en Europa hubo conflictos, en Yugoslavia y posiblemente en Ucrania… Respecto a las relaciones de los EE.UU. con Europa, continúa Fridman, nosotros no tenemos relaciones en particular con Europa, sino con Rumania, con Francia, etc., pero no con Europa propiamente… Los intereses de los EE.UU., en el curso de la Primera, Segunda y la Guerra Fría estuvo concentrado en las relaciones entre Rusia y Alemania, porque la unión de estas dos fuerzas representaría, para los EE.UU. un peligro existencial, por lo que nuestro objetivo y propósito es no permitir su unión… EE.UU. entrega armas a Ucrania, Rumania y a Polonia. Esto lo realiza los EE.UU. sin el consentimiento de la OTAN, porque las decisiones en la OTAN se toman por consenso de todos sus miembros, el objetivo es crear una especie de “cerco preventivo” en torno a Rusia, y Rusia sabe sobre esto…”

Ucrania, de acuerdo con los criterio y principios de política exterior de Rusia, desde años antes del derrocamiento del ex presidente Viktor Yanukovich abrazó los ideales de los nuevos valores y las libertades Occidentales, y pidió ser admitida en la Unión Europea, contrario a todas sus posibilidades, pues la alta corrupción en el Estado, en las fuerzas armadas, encarcelamiento de presos políticos, los fraudes en las elecciones, la prohibición de partidos políticos contrario a los detentadores del poder, así como la aprobación de leyes discriminatorias de credos y lenguas, la descalificaban ipso facto, pues se encuentra en contravención a los postulados de democracia y libertades europeas.

Pero el actual conflicto ucraniano, ha despertado expectativas políticas para Ucrania, quien recibió recientemente de la presidente de la Comisión Europea, Ursula Gertrud von der Leyen la promesa de ser admitida en la UE, en contravención a las aspiraciones de otros candidatos que hacen fila para su ingreso. Este es el caso de Turquía que, desde 1995 firmó un Acuerdo de Unión Aduanera con la UE, recibiendo el calificativo de “candidato a la plena adhesión” en diciembre de 1999, durante la Cumbre de Helsinki del Consejo Europeo, pero que hasta el presente dicho ingreso se mantiene en stand by total, lo cual es indicativo que, las promesas Ucrania son meras escaramuzas políticas de aliento a la resistencia frente al conflicto armado con Rusia.

Lo expuesto, nos deja claro que el conflicto armado en el territorio de Ucrania, es una maniobra de división y de dislocación geopolítica de las relaciones entre Rusia y Europa, en particular, entre Rusia y Alemania. Esta última, seriamente, afectada su economía por las sanciones impuestas por la UE y los EE.UU., a Rusia, sin mencionar a las demás economías del llamado “Intermarium”, a quienes Rusia ha iniciado la suspensión de los servicios de gas y petróleo, por la negativa de los gobiernos de estos países a no pagar el gas en la moneda rusa, el rublo, encareciendo así los costes de la vida a las poblaciones de estos países.

Manteniendo las economías de Rusia y de Alemania en completa división y pugnas, las relaciones entre estos dos importantes socios se ven frustradas (saboteo al proyecto de gaseoducto Nord Stream II, y otros), en tanto que se hace evidente el dominio del poder hegemónico de los EE.UU., y su interés de seguir ocupando y dominando política y militarmente a Europa (desde la II G.M), e imponiéndole a las sociedades europeas los “nuevos valores y libertades occidentales. Y, es que, el triunfo de Rusia sobre Ucrania representaría un golpe demoledor a los planes globalistas y de los liberales en las relaciones internacionales. De igual forma, el triunfo de Rusia en Ucrania implicaría el dominio completo de un Nuevo Orden Económico y Financiero Mundial liderado por Rusia y China, y el empoderamiento de la multipolaridad o multilateralismo, como muchos suelen llamar a ese fenómeno geopolítico mundial en las relaciones internacionales y, por ende, el fin de la hegemonía de los EE.UU. y del viejo Orden Económico emergido de los Acuerdos de Bretton Wood de 1944.

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