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Pobreza  y Conductas.

Eduardo A. Reyes Vargas

 

Hemos observado con mucha frecuencia que las personas que por diferentes razones viven en pobreza, sobre todo extrema, han sido víctimas de mitos.

Uno de ellos es cuando se confunde pobreza o riqueza espiritual con lo esencial de la vida dentro de  lo que es una digna subsistencia.

La religión cristiana ha tenido corrientes que crearon esa confusión a tal punto que recuerdo que nuestros campesinos de Veraguas, decían con orgullo – “somos pobrecitos”- con una sonrisa de satisfacción. Es decir tendrían el cielo, a costa de su extrema pobreza terrenal.

Casi cero deseo de superación.

No con ello deseo manifestar que la religiosidad y espiritualidad no deben ser parte importante del ser humano.

Con esa tesis el campesino no aspiraba mucho.

Además, a ello se agregaba la explotación inmisericorde que sufrían y aún sufren.

Pero dentro de esa pobreza material como paradigma se añadía y se añade la influencia  de la propaganda engañosa, llevándolos muchas veces a invertir el escaso dinero en objetos de “marca” pues  para algunos les da estatus social.

Es escandaloso si uso libros de segunda en buen estado e inclusive ropa usada en buen estado de amistades o familiares.

O compro el último modelo de tv, pues mi vecino lo hizo, sirviéndome el actual.

Y qué  del celular que hasta la mascota es quizás la única que no lo tiene.

Así observamos esas costumbres, casi tradicional de no apreciar lo realmente valioso.

Es decir ser pobre, me abochorna.

En ese laberinto de mentiras, observas padres y abuelos, que  hasta con el sacrificio de comprar comida o medicamentos, lo hacen para dar a ese ser amado una zapatilla o ropa de marca.

Son víctimas de esa falsa imagen vendida de lo que es el éxito personal.

Y en no extrañas ocasiones se apoyan sin descaro para obtener el dinero, en aquel amigo o familiar que, con sacrificios tiene lo suyo, como suele decirse.

No se interprete tampoco que, por ser pobre no hay derecho a esas aspiraciones.

La educación de buena calidad y con equidad es su mejor ruta llena de escalones para obtener ese real éxito.

Lo que dejamos entrever es la prioridad equivocada a invertir en el gasto suntuoso, padeciendo limitaciones

Lo observamos durante los desfiles patrios, donde hacen inmolaciones monetarias para tres o cinco días cuando la Patria lo que desea es el ciudadano honesto y correcto.

Luego esa vestimenta semi-monárquica o militaroide con todos sus aderezos, pasa a guardarse o eliminarse.

Eso es producto de esa dañina propaganda que destruye la reflexión objetiva.

En ese escenario, el joven o la  joven que sale de nuestros barrios más marginados se deforma y si logra escalar a través de la superación educativa, puede convertirse potencialmente en ese servidor privado o público que para mantener sus estatus de fantasía alimentada en sus primeros años, cae en la corrupción.

Por supuesto que en las clases más beneficiadas económicamente, también se corre mayor riesgo de practicar esos hábitos amorales.

Observemos lo que ocurre en nuestro sector público y privado, en el pandillerismo, etc. donde esa mala entendida superación personal, desnuda  actos de vergüenza en el manejo de dineros y en el deseo a corto plazo de alcanzar ese  “estatus hollywoodense”, a costa de la  cárcel o la vida.

Meditemos más.

No  seamos  los artífices de construir más “panrruptos o panleantes” (panameños maleantes y corruptos).

Nací en un hogar de maestros, con muy bajos salarios y jamás caímos en esas fantasías.

Como Omar decía, estábamos convencidos de ser aristócratas de la intelectualidad y la educación.

Nos superamos y alcanzamos nuestros objetivos  con dignidad y decencia como muchos otros panameños reconociendo  que la pobreza donde nos iniciamos, no era vergonzosa.

Eso es mejor, que la riqueza obtenida a través de las triquiñuelas de todo tipo.

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