Hoy esa clase degenerada prioriza sus intereses a través de una ley 462, que pasa fondos de asegurados a sus amigos bancarios para especular ganancias con plata ajena
Por: Enrique Avilés
Para muchos panameños la oligarquía es lo que denominan sectores dominantes, para otros más simplista es como los comunistas llaman a los ricos o burgueses, sin comprender que la misma es un fenómeno social que surge en los momentos en que la clase burguesa en dirigencia del proyecto nación entra en la degeneración de clase al desvirtuar esos intereses nacionales ( o sea el interés de todos) y superponer sus intereses particulares incluso vendiendo la patria y actuando contra su desarrollo cónsono con el buscado bien común. En el caso panameño está degeneración ocurre cuando ante su incapacidad de gestionar el proyecto de nación ruta de tránsito decide ceder, a su conveniencia y en detrimento del Estado, ante el imperialismo estadounidense en 1903, dando como resultado un estado panameño deficiente y maltrecho en sus elementos fundacionales de población, territorio, gobierno y soberanía. Para constatar esa degeneración de clase social basta ver el ominoso tratado entre ambos estados en 1903.
Esta oligarquía manejó corruptamente las riendas de la cosa pública enriqueciéndose y siendo cipaya a los intereses estadounidenses durante buena parte del siglo XX, pero no pudo evitar el emerger de nuevas generaciones de sectores populares que superándola, plantearon reivindicaciones nacionalistas, necesarias para el fortalecimiento del estado en sus elementos fundacionales, ya mencionados en el primer párrafo. El parte aguas en la necesidad de un nuevo proyecto nación para entonces fue la sangre derramada por el pueblo el 9 de enero de 1964, no se podía continuar con un estado, como lo pretendía la oligarquía, con un estado restringido en su territorio, limitado en su gobierno y soberanía, y masacrado por un ejército a antojado en su propio terruño.
Las intentonas de continuar siendo cipayos de los Estados Unidos no se hicieron esperar de parte de esta clase social que impulsó una negociación para abrogar el tratado en 1967, que era una verdadera burla a la sangre derramada y una continuidad del colonialismo estadounidense asesino en nuestro suelo, por lo que las fuerzas vivas y populares resistieron y rechazaron tal tratado. Para 1968, esta oligarquía pierde por única vez la dirección de la cosa pública y bajo un marco de unidad popular y unidad nacional el torrijismo impulsa mediante negociaciones la eliminación del enclave colonial y la recuperación territorial, tarea siempre soslayable a conveniencia para la oligarquía. De la mano de los tratados Torrijos-carter, iniciaría la tarea de revertir el daño de un estado cuasi protectorado oligárquico de 1903, pero ese giro tendría fracturas inevitables.
La vuelta oligárquica impuesta por la invasión de 1989, conveniente al imperio y a estos sectores, daría un giro de timón a una vuelta paulatina pero certera al retroceso, de esa unidad nacional bajo, ya no la contraposición de un enclave, sino la consolidación de una democracia casi imposible bajo el aplastante neoliberalismo privatizante y los retrocesos de conquistas sociales que sostenían otrora esa unidad, acompañado de una corrupción in crescendo qué hoy es reluciente y descarada. Hoy se asiste a una etapa oligárquica consolidada en la que el proyecto impositivo a seguir como borregos es completamente anti popular y antinacional. Hoy esa clase degenerada prioriza sus intereses a través de una ley 462, que pasa fondos de asegurados a sus amigos bancarios para especular ganancias con plata ajena, mientras hacen ver a los organismos internacionales de crédito con esos mismos fondos que les pueden prestar plata para operar un estado con déficit, todo para no cobrar los 8 mil millones en impuesto anual robado por los empresarios. Hoy esa clase apuesta a volver a tener presencia militar estadounidense sin importar que esa presencia asesinó a panameños en 1925, 1964 y 1989. Hoy apuesta a ir a favor de sus intereses e intereses antinacionales que ponen en juego el medio ambiente y ofertan contaminación y muerte para los pobres. Y para consolidar su capacidad crediticia impone embalses qué desplazan comunidades qué sin su hábitat están destinadas a desaparecer. Hoy apuesta a la represión, tortura, desaparición, asesinato y desmovilización de todo el que se le oponga. Ante esto, solo queda organizarse y depositar confianza en líderes populares y no populistas, en modelos de cambio equitativos y con justicia social, en la moral de una unidad a futura elección que se aleje de las mismas banderas engañosas de la derecha ultra radical y camine en senderos democráticos más sociales, el sueño de hacer un nuevo Panamá para los panameños y no para los políticos y empresarios corruptos.
El autor es historiador.
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