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Noam Chomsky: hoy día, los locos manejan el manicomio

El destacado Radioperiodista armenio-estadounidense, escritor y fundador y director de Alternative Radio, entrevista al gran pensador Noam Chomsky.

David Barsamian y Noam Chomsky

La crisis financiera que se aproxima, ya ha puesto en Jaque a Bancos con una larga trayectoria y depositarios de una larga confianza.

 

David Barsamian: El 20 de marzo pasado, el Panel de la ONU sobre Cambio Climático emitió su informe más reciente. La nueva evaluación de los científicos advirtió que queda poco tiempo que perder para enfrentar la crisis del clima. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, señaló: “El ritmo de aumento de la temperatura en el medio siglo pasado es el mayor en dos mil años. Las concentraciones de dióxido de carbono son las más altas por lo menos en dos millones de años. La bomba de tiempo del clima está haciendo tictac”. En la COP 27 comentó: “Estamos en ruta hacia el infierno climático y todavía tenemos el pie en el acelerador. Es el tema definitorio de nuestro tiempo, el desafío central de nuestro siglo”. Mi pregunta para usted es: se diría que la supervivencia es un tema apremiante, pero ¿por qué no hay un mayor sentido de urgencia para atenderlo de manera sustancial?

Noam Chomsky: Fue una declaración muy fuerte de Guterres. Creo que pudo serlo más aún. No es sólo el tema definitorio de este siglo, sino de la historia humana. Estamos ahora, como él dice, en un punto en el que decidiremos si el experimento humano en la Tierra ha de continuar en forma reconocible. El informe fue claro y escueto. Estamos llegando a un punto en el que se pondrán en marcha procesos irreversibles. No significa que todos moriremos mañana, pero rebasaremos puntos de inflexión en los que ya no se podrá hacer nada más, en donde no queda más que la pendiente hacia el desastre.

Así que sí, está en cuestión la supervivencia de cualquier forma de sociedad humana organizada. Ya existen muchos signos de extremo peligro y amenaza, hasta ahora casi por completo en países que han tenido el menor papel en la producción del desastre. Con frecuencia se dice, y con razón, que los países ricos han creado el desastre y los países pobres son las víctimas, pero hoy es más pronunciado. Son los ricos de los países ricos los que han creado el desastre y todos los demás, incluyendo a los pobres en los países ricos, quienes encaran los problemas.

Entonces, ¿qué ocurre? Bueno, pensemos en Estados Unidos y sus dos partidos políticos. Uno de los partidos es 100 por ciento negacionista: el cambio climático no existe o, si existe, no es asunto que nos competa. La Ley de Reducción de la Inflación fue en esencia una legislación climática que el presidente Biden logró colar, aunque el Congreso la recortó severamente. Ni un solo republicano votó a favor. Ningún republicano votará por nada que dañe las ganancias de los ricos y el sector empresarial, a quienes ese partido sirve con abyección.

Debemos recordar que esa conducta no es algo innato. Remontémonos a 2008, cuando el senador John McCain se postuló a la presidencia. Tenía un pequeño programa climático. No era mucho, pero sí algo. El Congreso, incluidos los republicanos, consideraba hacer algo con respecto a lo que todo el mundo sabía que era una crisis inminente. El enorme conglomerado energético de los hermanos Koch se enteró de lo que pasaba. Ellos llevaban años trabajando para asegurar que los republicanos apoyaran lealmente su campaña para destruir la civilización humana. Allí se dio la desviación. Lanzaron una enorme campaña, sobornando, intimidando, intoxicando, cabildeando para llevar a los republicanos a la negación total, y tuvieron éxito.

Desde entonces, es el partido de la negación. En la última elección primaria antes de que Trump triunfara en 2016, todos los prominentes republicanos que buscaban la candidatura presidencial decían que no había calentamiento global, o bien, que no era asunto nuestro. La única pequeña excepción, muy elogiada por la opinión liberal, fue John Kasich, gobernador de Ohio. Y en realidad fue el peor de todos. Lo que dijo fue: claro que el cambio global ocurre. Claro que los humanos contribuimos a él. Pero en Ohio vamos a usar nuestro carbón con libertad y sin excusas. Recibió tantos honores que se le invitó a hablar en la siguiente convención del Partido Demócrata. Bueno, ese es uno de los dos partidos políticos. En ellos no hay ningún signo de disidencia: corramos hacia la destrucción con tal de asegurar que nuestros principales electores sean tan ricos y poderosos como sea posible.

Bueno, ¿y el otro partido? Se dio la iniciativa de Bernie Sanders, el activismo del Movimiento Sunrise, e incluso Joe Biden tenía al principio un programa climático moderadamente decente, no lo suficiente, pero un gran paso adelante respecto de cualquier cosa anterior. Sin embargo, sería recortado paso a paso por la oposición 100 por ciento republicana y por un par de demócratas de derecha, Joe Manchin y Kyrsten Sinema. Lo que al final salió fue la Ley de Reducción de la Inflación, que sólo logró avanzar haciendo regalos a las corporaciones energéticas.

Esto trae al primer plano la locura esencial de nuestra estructura institucional. Si uno quiere detener la destrucción del planeta y de la vida humana en la Tierra, tiene que sobornar a los ricos y poderosos, y puede que así accedan a cooperar. Si les ofrecemos dulces suficientes, tal vez dejen de matar personas. Eso es capitalismo salvaje. Si queremos que algo se haga, hay que sobornar a los dueños del lugar.

Y vean lo que está pasando. Los precios del petróleo aumentan y las corporaciones energéticas dicen: lo sentimos, chicos, no más energía sustentable; ganamos más dinero destruyéndolos a ustedes. Incluso British Petroleum, la única compañía que empezaba a hacer algo, dijo en esencia: no, obtenemos más ganancias destruyendo todo, así que eso es lo que haremos.

Eso quedó muy claro en la conferencia COP de Glasgow. John Kerry, representante estadunidense en asuntos del clima, estaba eufórico. Daba a entender que habíamos ganado. Ahora las corporaciones están de nuestro lado, ¿cómo podríamos perder? Bueno, había una pequeña nota al pie señalada por el economista político Adam Tooze. Comentó que sí, eso dijeron, pero con dos condiciones: una, estaremos con ustedes mientras sea redituable. Dos, tiene que haber una garantía internacional de que, si sufrimos alguna pérdida, los contribuyentes la cubrirán. A eso se le llama libre empresa. Con semejante estructura institucional, será difícil salir de eso.

Entonces, ¿qué hace el gobierno de Biden? Observemos el proyecto Willow: permite que ConocoPhillips emprenda un proyecto importante en Alaska, que extraerá más combustibles fósiles durante décadas. Utiliza métodos conocidos para endurecer el permafrost. Uno de los grandes peligros es que el permafrost, que cubre enormes cantidades de combustibles fósiles, se derrita y envíe gases de invernadero a la atmósfera, lo cual será monstruoso. Entonces, endurecen el permafrost. ¡Gran paso adelante! ¿Por qué lo hacen? Para que puedan explotar el petróleo con mayor efectividad. Eso es capitalismo salvaje frente a nuestros propios ojos, con total claridad. Se requiere ser un genio para no verlo, pero se está haciendo.

Observemos las actitudes populares que el instituto Pew sondea con regularidad. En fecha reciente pidió a las personas encuestadas clasificar por orden de prioridad una docena de temas urgentes, aunque la guerra nuclear, que es un peligro tan grande como el cambio climático, ni siquiera se puso en la lista. El cambio climático estaba cerca del último lugar. Se dio mucha más importancia al déficit presupuestario, que no es un problema en absoluto. Trece por ciento de los republicanos –casi un error estadístico– pensaban que el cambio climático era un tema urgente. Los demócratas fueron más, pero no los suficientes.

La pregunta es: ¿pueden las personas que se preocupan por los valores humanos mínimos, como, digamos, la supervivencia, organizarse y actuar de manera lo bastante efectiva para vencer no sólo a gobiernos, sino a las instituciones capitalistas diseñadas para el suicidio?

Barsamian: Siempre surge la pregunta y usted la ha escuchado un millón de veces: los dueños de la economía, los capitanes de la industria, los CEOs, tienen hijos y nietos. ¿Cómo pueden no pensar en su futuro y protegerlos en vez de ponerlos en riesgo?

Chomsky: Digamos que usted es el CEO de JPMorgan. Ha remplazado a Jamie Dimon. Sabe perfectamente que, cuando invierte en extraer combustibles fósiles, está destruyendo las vidas de sus nietos. No puedo leer su mente, pero sospecho que lo que pasa por ella es esto: si no hago esto, pondrán a alguien más que se enfocará en la ganancia y la proporción de mercado, porque tal es la naturaleza de esas instituciones. Si me echan, vendrá alguien más, no un buen tipo como yo. Por lo menos yo sé que estoy destruyendo todo y puedo tratar de mitigarlo un poco. Al otro tipo le importará un pepino. Así que, como benefactor de la raza humana, continuaré invirtiendo en el desarrollo de combustibles fósiles.

Es una postura convincente para prácticamente todos los que hacen eso. Durante 40 años, los científicos de ExxonMobil estuvieron a la vanguardia en el descubrimiento de las amenazas y peligros extremos del calentamiento global. Durante décadas, informaron a sus directivos que estábamos destruyendo el mundo, y sus hallazgos simplemente fueron metidos en algún cajón.

En 1988, James Hansen, el famoso geofísico, dijo en esencia: estamos en una carrera hacia el desastre. Los directivos de ExxonMobil y las otras compañías tenían que considerarlo. Ya no podían simplemente meterlo en algún cajón. Entonces, llamaron a sus expertos en relaciones públicas y preguntaron: “¿Cómo podemos manejar esto?” Y éstos respondieron: “Si lo niegan, los expondrán de inmediato. Entonces, no lo nieguen. Sólo pónganlo en duda. Digan: puede que sea cierto, puede que no. No hemos contemplado de verdad todas las posibilidades. No hemos entendido las manchas solares, hay preguntas sobre las capas de nubes, así que seamos una sociedad más rica y desarrollada. Pequeña nota al pie, obtendremos muchas más ganancias y más tarde, si hay alguna realidad en esto, estaremos en mejor posición para hacerle frente”.

Eso dijo la propaganda. Muy efectivo. Y luego los hermanos Koch y otros por el estilo compraron el Partido Republicano, o lo que solía ser un partido político, y lo convirtieron en un negacionista total, que afirma que se trata de un engaño liberal, y así por el estilo.

Los demócratas contribuyeron a esto en otras formas. Algo interesante con respecto a las recientes elecciones en zonas a lo largo de la frontera de Texas: los mexicano-estadunidenses, que siempre habían votado por los demócratas, votaron por Trump. ¿Por qué? Bueno, podemos imaginarlo con facilidad: tengo un empleo en la industria petrolera. Los demócratas quieren quitarme el empleo, destruir a mi familia, todo porque esos liberales elitistas afirman que hay un calentamiento global. ¿Por qué debo creerles? Votemos por Trump. Por lo menos tendré un empleo y podré alimentar a mi familia.

Lo que los demócratas no hicieron fue ir allá, organizar, educar y decir: “La crisis ambiental va a destruirlos a ustedes y a sus familias. Pueden obtener mejores empleos en la industria energética sustentable y sus hijos tendrán un mejor futuro”. De hecho, en lugares donde hicieron eso, ganaron. Uno de los casos más impresionantes fue Virginia Occidental, estado productor de carbón, donde Joe Manchin, el senador proveniente de esa industria, había estado bloqueando los avances. Mi amigo y colega Bob Pollin y su grupo de la Universidad de Massachusetts, el Instituto de Investigación en Economía Política (PERI, por sus siglas en inglés), han estado haciendo trabajo de campo en ese estado y ahora tienen mineros que abogan por la transición hacia la energía sustentable. Incluso, el sindicato Trabajadores Mineros Unidos adoptó resoluciones en las que demanda esa transición.

Barsamian: ¿Qué hay con lo que ocurre en el sector bancario, dado el colapso del Silicon Valley Bank, seguido por el Signature Bank, y los problemas del First Republic Bank?

Chomsky: Primero que nada, no me considero experto en ese campo, pero quienes sí lo son, economistas serios que también son honestos, como Paul Krugman, lo dicen en términos simples: no sabemos. Esto se remonta a casi 45 años atrás, cuando la manía de la desregulación. Al desregular el sector financiero, se cambia hacia una economía basada en las finanzas, a la vez que se desindustrializa el país. Se gana dinero con las finanzas, no con la elaboración de productos: empresas de riesgo que son muy redituables, pero que conducen a quiebras, y luego se exige que el gobierno –es decir, el contribuyente– asuma los costos.

No hubo crisis bancarias importantes en las décadas de 1950 y 1960, periodo de gran crecimiento, porque el Departamento del Tesoro ejercía control sobre la industria bancaria. En aquellos días, un banco era sólo un banco. Si a uno le sobraba dinero, lo ponía allí. Alguien llegaba y pedía un préstamo para un auto o para mandar a su hijo a la universidad. De eso se trataba la banca. Comenzó a cambiar un poco con Jimmy Carter, pero con Ronald Reagan vino la avalancha. Personas como Larry Summers dijeron: vamos a desregular los derivados, abrir todo el negocio. Vino una crisis tras otra. El gobierno de Reagan concluyó con la enorme crisis de ahorros y préstamos. Una vez más, llamen al amistoso contribuyente. Los ricos ganaron mucho dinero y los demás pagaron los costos.

Es lo que Bob Pollin y Gerry Epstein llamaron la “economía del rescate”. Libre empresa, ganar dinero durante el tiempo que se pueda, hasta que llegue la crisis y el público pague el rescate. La más grande ocurrió en 2008. ¿Qué pasó? Gracias a la desregulación de productos financieros complicados, como los derivados, y a otras iniciativas en tiempos de Bill Clinton, tuvimos una bancarrota en la industria de la vivienda, y luego en la financiera. El Congreso aprobó legislación, el Programa de Apoyo a Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés), que tenía dos componentes: primero, rescatar a los hampones que causaron la crisis mediante hipotecas subprime, préstamos que ellos sabían que nunca iban a pagar. Segundo, hacer algo por las personas que habían perdido sus hogares y fueron echadas a la calle con ejecuciones hipotecarias. ¿Adivinen qué mitad de la legislación fue implementada por el gobierno de Obama? El escándalo fue tan grande que el inspector general del Departamento del Tesoro, Neil Barofsky, escribió un libro en el que denunció lo ocurrido. No tuvo efecto. En respuesta, montones de trabajadores que votaron por Obama, creyendo en su lema de esperanza y cambio, se convirtieron en votantes por Trump, al sentirse traicionados por el partido que afirmaba estar para ellos.

Barsamian: La guerra en Ucrania está en su segundo año y no se vislumbra el final. China ha propuesto un plan de paz para ponerle fin. ¿Qué probabilidades realistas hay de que eso ocurra en breve?

Chomsky: El Sur Global demanda un acuerdo negociado que ponga fin a los horrores antes de que empeoren. Por supuesto, la invasión rusa fue una agresión criminal. No hay duda de ello. Los ucranios tienen el derecho de defenderse. No creo que deba haber dudas sobre ese punto tampoco.

La pregunta es: ¿estará Estados Unidos de acuerdo en permitir negociaciones? La postura oficial de Washington es que la guerra debe continuar para debilitar severamente a Rusia. De hecho, Estados Unidos está obteniendo un gran beneficio con esto. Con una pequeña fracción de su colosal presupuesto militar, está degradando gravemente a su mayor adversario militar, Rusia, que no tiene una gran economía, pero sí una enorme fuerza armada. Podemos preguntarnos por qué lo hace, pero el hecho es ese.

Hay un pretexto: si continuamos apoyando la guerra, pondremos a Ucrania en mejor posición para negociar. En realidad, es probable que sea peor, puesto que ese país está siendo destruido por la guerra, en términos económicos. Virtualmente todo su ejército está acabado, remplazado por nuevos reclutas con poco entrenamiento. Rusia sufre algo parecido, pero, si se observan sus poderes relativos, ¿quién saldría ganando si se llega a un punto muerto? No es gran secreto. Es probable que Ucrania sea destruida y, sin embargo, la postura estadunidense es: tenemos que continuar, tenemos que debilitar severamente a Rusia y, por algún milagro, Ucrania saldrá fortalecida.

Gran Bretaña sigue a Estados Unidos, pero ¿y Europa? Hasta ahora, sus élites han secundado a Washington. Sus pueblos, no está claro. A juzgar por las encuestas, el público demanda negociaciones. El mundo empresarial está muy preocupado. La agresión criminal de Putin también fue un acto de estupidez criminal desde su propio punto de vista. Rusia y Europa son socios comerciales naturales. Rusia cuenta con recursos y minerales; Europa, con tecnología e industria. En cambio, Putin le entregó a Washington en bandeja de plata lo que más deseaba. Dijo: Muy bien, Europa, conviértete en un satélite de Estados Unidos, lo que significa retroceder hacia la desindustrialización.

La revista The Economist, entre otras fuentes, ha estado advirtiendo que Europa se mueve hacia la desindustrialización si continúa respaldando la guerra basada en la OTAN y dirigida por Estados Unidos, que gran parte del mundo ve como una guerra entre Estados Unidos y Rusia sobre cuerpos ucranios. En realidad, es mucho más que eso. En respuesta a las demandas estadunidenses, la OTAN se ha expandido hacia el Indo-Pacífico, es decir, Estados Unidos tiene a Europa en el bolsillo para su confrontación con China, para rodearla con un anillo de estados fuertemente dotados de armas de precisión estadunidenses.

Entre tanto, el gobierno de Biden ha convocado a una guerra comercial para evitar el desarrollo de China durante una generación. No podemos competir con ellos, así que evitemos que obtengan tecnología avanzada. Las cadenas de suministro del mundo son tan intrincadas que casi todo –patentes, tecnología, lo que sea– implica alguna aportación estadunidense. El gobierno de Biden dice que nadie puede usar nada de esto en relaciones comerciales con China. Pensemos en lo que eso significa para Países Bajos, que tiene la industria litográfica más avanzada del planeta y produce partes esenciales para semiconductores y chips. Washington le ordena dejar de hacer negocios con su principal mercado, China, lo que es un duro golpe a su industria. ¿Accederá? No sabemos. Lo mismo con Corea del Sur. Estados Unidos le dice a Samsung, la gran firma sudcoreana: tienes que cortar con tu principal mercado porque usas algunas patentes nuestras. Igual con la industria japonesa.

Nadie sabe cómo reaccionarán. ¿Accederán a desindustrializarse para encajar en la política estadunidense de dominación global? Los países del Sur Global –India, Indonesia, América Latina– ya están diciendo que no aceptan tales sanciones. Esto podría dar lugar a una gran confrontación en la escena mundial.

Barsamian: Rafael Grossi, presidente de la Agencia Internacional de Energía Atómica, ha estado advirtiendo sobre la amenaza que representan los reactores nucleares en Ucrania. Lanzar proyectiles o combatir cerca de ellos podría “desencadenar un desastre nuclear”, sostiene. Entre tanto, el gobierno de Biden prosigue con la “modernización” de las armas nucleares de su país. ¿Es esto otro ejemplo de que los lunáticos controlan el manicomio?

Chomsky: Por desgracia, uno de los principales problemas que Dan Ellsberg y otros han estado tratando de hacernos entender durante años es la creciente amenaza de una guerra nuclear. En Washington, la gente habla de ello como si fuera una broma: ¡tengamos una guerrita nuclear con China! El general de la Fuerza Aérea Mike Minihan predijo recientemente que en dos años tendremos una guerra con China. Eso es más que demente. No puede haber una guerra entre potencias nucleares.

Entre tanto, la planeación estratégica estadunidense del gobierno de Trump, expandida por Biden, ha consistido en prepararse para dos guerras nucleares, contra Rusia y China. Sí, esos reactores nucleares en Ucrania son un gran problema, pero va mucho más allá. Estados Unidos ahora envía tanques y otro armamento a Ucrania. Polonia envía jets. Tarde o temprano, Rusia atacará las rutas de suministro. (Los analistas militares estadunidenses están un poco sorprendidos de que no lo haya hecho hasta ahora.) Prominentes figuras de la política de Washington han estado de visita en Kiev. ¿Recuerda usted que alguien visitara Bagdad, la capital iraquí, cuando Estados Unidos la reducía a escombros? No que yo recuerde. De hecho, a los pocos voluntarios de paz se les ordenó salir del país, porque estaba devastado. Ucrania ha sufrido graves daños, pero, si Rusia ataca el oeste del país, incluyendo las rutas de suministro, la confrontación directa con la OTAN se vuelve posible.

De hecho, ya está subiendo peldaños en la escala de la confrontación. ¿Hasta dónde llegará? Algunas personas en el sector de los halcones sugieren que tal vez podamos hundir la flota rusa en el Mar Negro. Y si eso ocurre, ¿qué dirán los rusos? “¿Gracias, muy amable de su parte, en realidad no nos importaban mucho esos barcos?”

De hecho, volviendo a esa encuesta Pew, ni siquiera pusieron a la guerra nuclear como uno de los temas que la gente tenía que clasificar. Locura es la única palabra con la que podemos designarlo.

Barsamian: Hablando de riesgos planetarios, el tratado START, entre Estados Unidos y Rusia, estableció límites al número de cabezas nucleares estratégicas desplegadas. En fecha reciente Rusia suspendió su participación en él. ¿Qué peligro entraña?

Chomsky: Rusia recibió muchas condenas por esa acción. Con justa razón. Los actos negativos deben ser criticados. Pero existen ciertos antecedentes de los cuales se supone que no debemos hablar. El régimen de control de armamento fue desarrollado con muchos esfuerzos durante 60 años. Mucho trabajo duro y negociación. Enormes manifestaciones públicas en Estados Unidos y Europa llevaron a Ronald Reagan a aceptar las propuestas del líder ruso Mijail Gorbachov para el Tratado de Misiles de Corto Alcance en Europa, un paso muy importante, en 1987. Dwight D. Eisenhower había iniciado las ideas sobre un Tratado de Cielos Abiertos. John F. Kennedy dio algunos pasos. Con el tiempo se fue desarrollando, hasta que George W. Bush llegó a la presidencia.

Desde entonces, el Partido Republicano ha estado desmantelando sistemáticamente 60 años de control de armamentos. Bush acabó con el Tratado de Misiles Antibalísticos. Eso fue crucial. Es un gran peligro para Rusia tener instalaciones de esos misiles cerca de su frontera, puesto que se trata de armas de ataque inmediato. Trump llegó con su bola de demolición y se deshizo del tratado Reagan-Gorbachov y luego del de Cielos Abiertos. También iba tras el nuevo tratado START, pero Biden llegó justo a tiempo para acceder a las propuestas rusas de extenderlo. Ahora los rusos lo han suspendido. Todo esto es una carrera hacia el desastre y los principales criminales resultan estar en el Partido Republicano de Estados Unidos. El acto de Putin debe ser condenado, pero no ocurrió por sí solo.

Barsamian: La inteligencia estadunidense publicó recientemente su Evaluación Anual de Amenazas. Señala: “China tiene la capacidad de intentar directamente alterar el orden global basado en reglas en todos los dominios y en múltiples regiones, como un competidor casi igual (a Estados Unidos), que presiona cada vez más para cambiar las reglas mundiales”. La frase “orden mundial basado en reglas” es puramente orwelliana.

Chomsky: Es una frase interesante. En Estados Unidos, si uno es un comentarista intelectual y académico obediente, uno da por sentado que debemos tener un orden basado en reglas. Pero ¿quién establece las reglas? No hacemos esa pregunta porque la respuesta es obvia: las reglas son establecidas por el Padrino en Washington. China ahora lo desafía abiertamente y lleva años demandando un orden internacional basado en las Naciones Unidas, apoyada por gran parte del mundo, en especial el Sur Global. Estados Unidos no puede aceptar no establecer las reglas, puesto que implicaría una severa restricción contra la amenaza o el uso de la fuerza en asuntos internacionales, es decir, prohibiría la política exterior de Washington. ¿Podemos pensar en un presidente estadunidense que no haya amenazado o recurrido al uso de la fuerza? Y no sólo acciones criminales en masa, como la invasión de Irak. Cuando Obama dijo a Irán que todas las opciones estaban abiertas a menos que hiciera lo que queríamos, fue una amenaza de usar la fuerza. Todo presidente estadunidense ha violado el orden internacional basado en las Naciones Unidas.

Y aquí viene una nota al pie que no se supone que citemos. También violaron la Constitución estadunidense. Leamos el artículo 6, que dice que los tratados suscritos por Estados Unidos son la ley suprema de la nación y que todo funcionario electo debe observarlos. El tratado más importante después de la Segunda Guerra Mundial fue la Carta de Naciones Unidas, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuera. En otras palabras, todo presidente del país ha violado la Constitución, la cual se supone que debemos venerar porque nos fue dada por Dios.

Así pues, ¿China se está convirtiendo en un “competidor casi igual”? Está en las regiones que la rodean. Veamos los juegos de guerra que realiza el Pentágono y sugieren que, si hubiera una guerra local por Taiwán, China probablemente ganaría. Por supuesto, la idea es ridícula porque cualquier guerra se convertiría con rapidez en una guerra terminal. Pero esos son los juegos que realizan. Así pues, China es un competidor igual. ¿Actúa con propiedad y legalidad? Claro que no. Construye fortificaciones en el Mar del Sur de China. Lo hace en violación del derecho internacional y en contra de resoluciones específicas de la ONU, pero se está expandiendo.

Aun así, la principal amenaza china son iniciativas como unir a Arabia Saudita e Irán y así poner un serio obstáculo a 80 años de políticas estadunidenses dirigidas a controlar Medio Oriente. Desde el punto de vista estratégico, es “la zona más importante del mundo”, como expresa Washington, y China está abriéndose paso hacia ella, creando un asentamiento político que podría reducir tensiones, e incluso resolver la horripilante guerra en Yemen, a la vez que reúne al principal aliado estadunidense en la región, Arabia Saudita, con su mayor enemigo, Irán. ¡Es intolerable! Para Estados Unidos e Israel, es un verdadero golpe.

Barsamian: Un libro clásico suyo, escrito en colaboración con Ed Herman, es Manufacturing Consent (Fabricando consenso). Si fuera a actualizarlo ahora, remplazaría sin duda a la Unión Soviética con China y/o Rusia y añadiría el crecimiento de las redes sociales. ¿Algo más?

Chomsky: Eso sería lo principal. Las redes sociales no son poca cosa. Tienen un efecto muy complejo en la sociedad estadunidense. Regresemos a la invasión estadunidense de Irak. La mayoría de la población creía que Saddam Hussein fue responsable del 11-S. Era algo inverosímil, pero habían escuchado suficiente propaganda para creerlo. Con las redes sociales es peor aún. Un estudio reciente entre personas jóvenes, de la llamada Generación Z, y de sus fuentes de información, encontró que ya casi nadie lee periódicos. Casi nadie ve televisión. Muy pocos incluso ven Facebook. Obtienen su información de TikTok, Instagram. ¿Qué clase de comunidad intentará entender este mundo observando a personas divertirse en TikTok?

El otro efecto de las redes sociales es llevar a la gente a burbujas que se refuerzan a sí mismas. Todos estamos sujetos a eso. Personas como yo escuchamos el programa de usted o Democracy Now. No escuchamos a Breitbart. A la inversa, ocurre lo mismo. Y viene otro monstruo, el sistema de chatbots de inteligencia artificial, magnífica forma de crear desinformación, demonización, difamación. Probablemente no hay forma de controlarlo. Todo esto forma parte de la fabricación de consenso. Somos los mejores, los más brillantes. Quitémonos de encima a esa gente y gobernaremos el mundo para beneficio de todos. Ya hemos visto cómo funciona.

Barsamian: ¿Cómo vencemos a la propaganda y qué técnicas hay para enfrentar el capitalismo salvaje?

Chomsky: La forma de enfrentar a la propaganda es como lo estamos haciendo, pero más: más activos, más comprometidos. En cuanto al capitalismo salvaje, hay dos pasos. El más pequeño es eliminar la parte salvaje. No es algo utópico decir: regresemos a lo que teníamos antes de Reagan; tengamos un capitalismo moderadamente duro, en el que haya todavía algunos salarios decentes, derechos para las personas, cosas así. Lejos de lo ideal, pero mucho mejor que lo que hemos tenido desde entonces.

El segundo paso es deshacernos del problema principal. Regresemos a las primeras etapas de la Revolución Industrial en Estados Unidos. Los trabajadores daban por sentado que el contrato laboral era un ataque totalmente ilegítimo a sus derechos básicos, que los convertía en lo que se llamaba abiertamente “esclavos del salario”. ¿Por qué seguir las órdenes de un patrón durante toda la vida laboral? Se consideraba una abominación. Incluso el Partido Republicano, en tiempos de Lincoln, tenía la divisa de que eso era intolerable. Ese movimiento se extendió hasta principios del siglo XX, antes de ser aplastado por la Amenaza Roja de Woodrow Wilson, que en esencia destruyó el Partido Socialista y el movimiento laboral. Hubo cierta recuperación en la década de 1930, pero no en la misma extensión.

Y ahora hasta eso se ha ido. Las personas consideran como su mayor objetivo estar sujetas a la orden de un patrón la mayor parte de su vida laboral. Y esa es propaganda muy efectiva, pero también puede cambiar. Ya existen propuestas nada utópicas para la participación de los trabajadores en la dirección de las empresas. Existen en Alemania y otros lugares y eso podría convertirse en: ¿por qué no tomar la empresa para nosotros? ¿Por qué debemos seguir las órdenes de algún banquero en Nueva York, cuando podemos manejar mejor este lugar? No creo que estemos demasiado lejos de eso.

Barsamian: Al parecer los lunáticos controlan el manicomio. ¿Qué signos de cordura existen para contrarrestarlos?

Chomsky: Hay muchos. Mucho activismo popular. Está en las calles. Jóvenes que demandan trato decente para las personas. Mucho de eso es muy serio y sólido: Extinction Rebellion, el Movimiento Sunrise. Salvemos al planeta de la destrucción. Hay muchas voces. La de usted, Democracy Now, Chris Hedges, muchos sitios, Alternet, Common Dreams, Truthout, The Intercept, TomDispatch y muchos más. Todos son esfuerzos por crear un mundo alternativo en el que los seres humanos podamos sobrevivir. Todos son signos de esperanza para el mundo.

Publicado originalmente en TomDispatch, https://tomdispatch.com; copyright Noam Chomsky y David Barsamian.

Traducción: Jorge Anaya

(Tomado del Diario Mexicano La Jornada)

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