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Luis Almagro: Un hombre sin palabra.|


Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Edificio Principal de la Organización de los Estados Americanos OEA en Washington DC 17 St and Constitution. Varios países hoy se desvinculan de un organismo que vie sus estertores porque no representa el sentir latinoamericano-.
En el año 2015, y apoyado políticamente por un hombre de buena fama como José Mujica, expresidente de Uruguay, Luis Almagro, actual secretario General de la OEA, cuando era candidato a la Secretaría General de ese organismo, defendió vehementemente y expresó en reiteradas ocasiones que; no buscaría la reelección porque le parecía “saludable” que el organismo se renovara cada cinco años. Extrañamente, patrocinado por el Señor Mike Pompeo, anterior Director de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana, Secretario de Estado en ese momento y su halcón para América Latina, Elliott Abraham, torcieron los brazos como es común en estos casos, le hicieron cambiar de parecer a finales de 2018, y ahogando sus palabras en la incredulidad y se religió en la secretaría general de la OEA, a pesar de que muchos países miembros  solicitaron en aquel momento que se pospusiera esa reunión para otra fecha y los representantes de los países hubieran podido participar sin arriesgar o exponerse a la contaminación con el virus Convi-19 que estaba en el peor momento de incubación en la región latinoamericana e incluso en los propios Estados Unidos.

El papel de Luis Leonardo Almagro ha sido nefasto en estos siete años, porque lo único que se ha hecho palpable es que la OEA está sirviéndole a los intereses preferenciales de la Política Norteamericana en la Región y la genuflexión a esos intereses es proverbial. Incluso La Secretaría de Estado Norteamericano, no esconde su promoción abierta y para ello ha logró por medios no precisamente convencionales, alinear a varios países de la región en la campaña reeleccionista de Almagro Lemes.

Uno de los problemas principales de la clase política en nuestro país y en el continente es que, se dice una cosa pero se hace otra y ello liquida mortalmente la credibilidad, tan necesaria en estos tiempos de grave crisis que, por lo visto el Almagro decidió contribuir con su aporte al descrédito público de la clase política que pretende dictar cátedra sobre libertades y democracia, cuando ha cohonestado golpes de Estado y fraudes electorales, precisamente en donde surgieron gobiernos ilegítimos que, como es natural, terminaron respaldándolo con todas sus energías y denodado entusiasmo en su execrable pretensión.

Almagro se apartó, desde el primer momento en que fungió como secretario General de la OEA, de una política integracionista y de unidad, y lejos de ser un amigable componedor y facilitar el arreglo pacífico de las controversias en la región, se mudó para la calle de enfrente, la de la entrega y el sometimiento vergonzoso, la de agitar la confrontación ideológica, del cual ha hecho gala, este triste personaje que ha pavimentado el camino de las intervenciones extranjeras en los asuntos que conforme al derecho internacional, son de exclusiva competencia e incumbencia de sus propios pueblos.

La errática política exterior panameña, también fue responsable del apoyo que, como país, otorgamos a este triste y lúgubre personaje, que de seguro es el sepulturero de la flamante OEA y además, porque no es edificante para nuestro país, perder el valor de honra, porque no podemos honrar con nuestro voto, como lo hicimos, a alguien que no honra y tiene en poco, su propia palabra.

Tuve el honor de conocer y tratar al General Líber Seregni, un hombre de honor, un patriota y latinoamericanista, amigo personal del General Omar Torrijos y fundador del Frente Amplio de Uruguay, y estoy seguro que si viviera, se avergonzaría hasta el infinito del triste papel del Almagro, lo mismo que sé que José Mujica está arrepentido infinitamente de haberlo propuesto hace siete años atrás.

Cada día que pasa, esa organización regional está signada por el desprestigio y la frase de “ministerio de colonias”; es el desempeño más “distinguido” de esta entidad que, pudo ser pero nunca lo logró, la representante legítima de la región latinoamericana, pero es el caso que incluso, su sede está en Washington y no en ninguna capital latinoamericana y especialmente Panamá, donde Simón Bolívar situara proféticamente la capital de los pueblos libres de América, como para que no haya duda que ese organismo actualmente decrépito y su flamante secretario general, no tienen nada que ver con nuestro destino.

¡Así de sencilla es la cosa!

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